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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PATRIARCAS CATÓLICOS DE LAS IGLESIAS ORIENTALES


Viernes 26 de octubre de 2001

 

Venerados patriarcas: 

1. Me alegra recibiros con ocasión del Sínodo de los obispos, en el que habéis participado activamente. Os agradezco sinceramente vuestra presencia en esta asamblea, en la que se expresa de manera particularmente significativa la catolicidad de la Iglesia. Le habéis dado vuestra valiosa aportación. Las propuestas que me habéis presentado por escrito serán objeto de atenta reflexión, a fin de examinar todos los aspectos que puedan contribuir a una presencia más eficaz de la Iglesia en el mundo actual.

Aprovecho de buen grado esta ocasión para expresar, una vez más, mi cercanía espiritual a vuestras pruebas y a las de las poblaciones encomendadas a vuestro cuidado pastoral. Juntos oramos para que los graves problemas que debéis afrontar diariamente encuentren una solución rápida y satisfactoria. En este momento mi pensamiento va a la Tierra santificada por la presencia y la predicación del Redentor, Tierra donde derramó su sangre para la salvación del mundo, y desde la cual, una vez resucitado, envió al mundo a sus Apóstoles.

2. Os aseguro que sigo cada día con íntima participación las vicisitudes que viven las poblaciones de la región de Oriente Próximo y, en  comunión  con  toda la Iglesia, elevo mi oración diaria para que surja finalmente el alba de una paz duradera y digna para todos. En este encuentro de intensa comunión fraterna os pido que transmitáis a los sacerdotes, a las personas consagradas y a todos los fieles mi saludo más cordial.

Os encomiendo a cada uno a la protección especial de la Madre de Dios, a la que vuestras Iglesias tienen una devoción tan intensa. ¡Cuántas celebraciones de los misterios que se refieren a ella han comenzado en vuestras tierras, logrando luego el consenso y la acogida de la Iglesia entera! Que la Virgen santísima dirija su mirada materna sobre vuestro ministerio y sobre vuestras queridas poblaciones.

Con estos sentimientos, os imparto a todos, como prenda de especial afecto, mi bendición.

 



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