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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II,
FIRMADO POR EL CARDENAL SODADO,
AL "MEETING" PARA LA AMISTAD ENTRE LOS PUEBLOS

 

Excelencia reverendísima:

Con ocasión de la XXIII edición del Meeting para la amistad entre los pueblos, el Santo Padre le encarga que transmita a los organizadores y a los participantes su saludo cordial, y les manifieste su profundo aprecio por esa importante iniciativa, que desde hace varios años constituye una cita significativa del mundo católico italiano.

El título del encuentro de este año: "El sentimiento de las cosas, la contemplación de la belleza", presenta una temática muy interesante. Cristo dijo:  "Yo soy la verdad" (cf. Jn 14, 6), y quien lo encontró por los caminos de Palestina vio en él también al "más bello de los hijos de los hombres" (Sal 44, 3). La singular coincidencia entre verdad y belleza, que se realiza en el Verbo hecho hombre, vuelve a proponerse a menudo en las representaciones del arte cristiano, suscitando, también en nuestra época, el deseo de hallarla de nuevo en las composiciones actuales. En efecto, en nuestro tiempo, el pensamiento tiende a menudo a sostener que la verdad sería ajena, como tal, al mundo del arte. Por lo demás, la belleza correspondería sólo al sentimiento  y  representaría  una dulce evasión de las férreas leyes que gobiernan el mundo. Pero ¿es precisamente así?

La naturaleza, las cosas y las personas, bien miradas, son capaces de maravillarnos por su belleza. ¿Cómo no ver, por ejemplo, en un atardecer entre las montañas, en la inmensidad del mar o en el semblante de un rostro algo que nos atrae y, al mismo tiempo, nos invita a profundizar en el conocimiento de la realidad que nos rodea? Esta constatación impulsó al pensamiento griego a sostener que la filosofía nace de la admiración, jamás separada del encanto de la belleza. También lo que sobrepasa el mundo sensible posee una belleza íntima, que impresiona al espíritu y lo abre a la admiración. Pensemos en la fuerza de atracción espiritual que ejerce un acto de justicia, un gesto de perdón o el sacrificio a causa de un gran ideal vivido con alegría y generosidad.

En la belleza se transparenta la verdad, que atrae a sí a través del encanto inconfundible que emana de los grandes valores. Así, el sentimiento y la razón están unidos radicalmente por una llamada dirigida a toda la persona. La realidad, con su belleza, hace experimentar el inicio del cumplimiento y casi nos susurra:  "Tú no serás infeliz; la exigencia de tu corazón se realizará, más aún, ya se está realizando".

A veces la belleza puede seducir y corromper, pero esta degeneración, como recuerda el Evangelio, representa un fruto amargo de una opción no buena, que nace en el corazón de la persona, porque "nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle" (Mc 7, 15). En este caso, la mirada del hombre se detiene en lo que aparece y, negando la llamada a ir más allá, llamada presente en todo lo bello, niega su valor de signo y pretende su posesión, borrando así en el tiempo toda huella de belleza.

A esta amarga experiencia se refiere san Agustín en las Confesiones, cuando reconoce:  "Me arrojaba (...) sobre la gracia de tus criaturas. (...) Yo no estaba contigo, retenido lejos de ti por esas cosas que no serían si no fuesen en ti" (X, 27, 38). Pero el obispo de Hipona recuerda que precisamente la belleza lo liberó de esta angustia:  "Me has llamado, y tu grito ha forzado mi sordera; tú has brillado, y tu resplandor ha alejado mi ceguera; tú has exhalado tu perfume, yo lo he aspirado, y he aquí que ahora suspiro por ti" (ib.).

El resplandor de la belleza contemplada abre el alma al misterio de Dios. Ya el libro de la Sabiduría reprendía a los que "no fueron capaces de conocer por las cosas buenas que se ven a Aquel que es" (Sb 13, 1), pues por la admiración de su belleza tendrían que haberse elevado hasta su Autor (cf. Sb 13, 3). En efecto, "de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor" (Sb 13, 5). La belleza posee una fuerza pedagógica para introducir eficazmente en el conocimiento de la verdad. En definitiva, conduce a Cristo, que es la Verdad. En efecto, cuando el amor y la búsqueda de la belleza nacen de una mirada de fe, se logra penetrar más a fondo en las cosas y entrar en contacto con Aquel que es la fuente de toda belleza.

El arte cristiano, en sus mejores expresiones, constituye una espléndida confirmación de esta intuición, presentándose como un homenaje de la belleza transfigurada, hecha eterna por la mirada de la fe

El ardiente deseo del Sumo Pontífice es que el próximo Meeting para la amistad entre los pueblos contribuya a difundir ese modo nuevo de mirar las cosas que enseña Jesús. De esta manera, el arte puede transformarse en instrumento de evangelización, ayudando a promover una renovada etapa misionera.

Expresa, además, fervientes votos para que ese encuentro constituya para todos los participantes una valiosa ocasión de comunión en la caridad, de crecimiento en la fe y de contemplación de Dios, verdadera y sobrenatural Belleza.

Con este fin, asegura un recuerdo en la oración e, invocando la intercesión materna de María, Tota pulchra, envía a su excelencia, a los promotores, a los organizadores y a todos los que participen en el Meeting, una especial bendición apostólica.

Uno mis deseos personales de todo éxito para la manifestación y aprovecho la ocasión para confirmarme afectísimo en el Señor,

Card. Angelo SODANO
Secretario de Estado



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