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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA ASAMBLEA PLENARIA DEL CONSEJO PONTIFICIO "COR UNUM"


Jueves 7 de febrero de 2002

 

Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas: 

1. Me alegra dar mi cordial bienvenida a cada uno de vosotros, con ocasión de la XXIV asamblea plenaria del Consejo pontificio "Cor unum". Saludo al presidente, monseñor Paul Josef Cordes, a quien agradezco las amables palabras que ha querido dirigirme en nombre de los presentes, comenzando por el secretario y los colaboradores del dicasterio. Saludo a los señores cardenales, los obispos, los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los laicos de diversa proveniencia que participan en la plenaria; algunos de ellos han sido nombrados recientemente. A todos y a cada uno expreso mi más sincero agradecimiento por la disponibilidad y el espíritu de colaboración que muestran en un ámbito tan importante del apostolado eclesial.

A través del Consejo pontificio "Cor unum" el amor de la Iglesia llega a numerosas personas pobres y necesitadas en el mundo entero, valiéndose de múltiples intervenciones e iniciativas de las comunidades locales y de las instituciones caritativas internacionales.

2. En vuestra asamblea plenaria de este año habéis querido profundizar el tema del voluntariado, un fenómeno importante que suscita hoy tantas energías para el bien en la Iglesia y en el mundo. Se trata de un tema en el que también centró su atención la Organización de las Naciones Unidas. El año pasado la ONU dedicó su reflexión precisamente al voluntariado.

En efecto, el voluntariado, fruto de opciones conscientes, aunque a veces difíciles, ofrece a la sociedad, además de un servicio concreto, el testimonio del valor de la gratuidad. Este valor, en sí mismo muy elocuente, contrasta con el individualismo, por desgracia muy difundido en nuestras sociedades, especialmente en las opulentas. Frente a los intereses económicos, que a menudo parecen constituir la categoría dominante de las relaciones sociales, la acción de los voluntarios tiende a manifestar la centralidad del hombre. La persona, en cuanto tal, es la que merece ser servida y amada siempre, especialmente cuando está minada por el mal y el sufrimiento o cuando se la margina y vilipendia.

En este sentido, el voluntariado representa un significativo factor de humanización y de civilización. Con ocasión de la Jornada del voluntariado, el 5 de diciembre del año pasado, dirigí un mensaje a cuantos están comprometidos en el ámbito del servicio al hombre y al bien común, para subrayar el interés con que la Iglesia considera este vasto fenómeno. En él reafirmé la validez de esta experiencia, que ofrece a muchas personas la posibilidad de vivir concretamente la llamada al amor, ínsita en el corazón de todo ser humano.

3. Para los cristianos, la raíz de este compromiso se encuentra en Cristo. Por amor Jesús entregó su vida a los hermanos, y lo hizo gratuitamente. Los creyentes siguen su ejemplo. Así, comprometidos en múltiples campos de acción humanitaria, pueden convertirse para los no creyentes en un verdadero estímulo a experimentar la profundidad del mensaje evangélico.

Muestran de manera concreta que el Redentor del hombre está presente en el pobre y en el que sufre, y quiere ser reconocido y amado en toda criatura humana.

Para que este testimonio tenga gran influjo, espero que cuantos trabajan en asociaciones e instituciones católicas de voluntariado tomen como modelo a los numerosos santos de la caridad, que con su existencia han dejado en la Iglesia una estela de luminoso heroísmo evangélico. Cada uno ha de tratar de encontrarse personalmente con Cristo, que colma de amor el corazón de cuantos quieren servir al prójimo.

4. Vuestra plenaria se celebra pocos meses después del trigésimo aniversario de fundación del Consejo pontificio "Cor unum", instituido el 15 de julio de 1971 por el siervo de Dios Pablo VI. Ya han pasado tres decenios, durante los cuales la acción caritativa de la Iglesia ha crecido y se ha difundido a través del servicio de los organismos eclesiales y la contribución de innumerables fieles. Los resultados obtenidos confirman la validez de la intuición de mi venerado predecesor, el cual, acogiendo las orientaciones sugeridas en el concilio ecuménico Vaticano II, quiso instituir en la Sede apostólica un organismo de coordinación y animación de las numerosas instituciones presentes en la Iglesia, en el ámbito de la promoción humana y de la solidaridad cristiana.

También hoy, en vuestro Consejo pontificio, las diócesis y las organizaciones católicas dedicadas al ejercicio de la caridad tienen un lugar de encuentro, de diálogo y de orientación, para intervenir más eficazmente en el ámbito de las diversas formas de pobreza.

5. Al dar gracias a Dios por los treinta años de actividad de "Cor unum", siento la necesidad de renovar mi gratitud por la solicitud con la que en numerosas ocasiones, a veces en circunstancias dolorosas y trágicas, ha sido instrumento de la caridad del Papa. En particular, me complace recordar el esfuerzo realizado recientemente para prestar ayuda a los prófugos de Afganistán, así como en otras regiones de la tierra afectadas por guerras o calamidades naturales.

Queridos hermanos y hermanas, os aliento a proseguir en esta obra, que ya se lleva a cabo con buenos resultados, mediante la cual contribuís en gran medida a la promoción de la dignidad del hombre y a la causa de la paz. Además, expreso mis mejores deseos de que el esfuerzo diario que realizáis para impulsar la pastoral caritativa de las comunidades diocesanas y sostener al voluntariado católico se traduzca en un anuncio cada vez más eficaz del evangelio de la esperanza y de la caridad.

Con estos deseos, a la vez que os encomiendo a todos a la protección materna de la Virgen María, como prenda de fervor espiritual y de todo bien anhelado, os imparto de corazón a cada uno una especial bendición apostólica.

 



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