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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL CONSEJO GENERAL DE LA ORDEN
DE FRAILES PREDICADORES (PADRES DOMINICOS)


Viernes 15 de febrero de 2002

 

Amadísimos religiosos: 

1. Con gran alegría os acojo a vosotros, que formáis parte del consejo general de la Orden de Frailes Predicadores. Os doy a cada uno mi cordial saludo y, a través de vosotros, lo extiendo a toda vuestra familia religiosa. Doy las gracias, en particular, al maestro general, padre Carlos Azpiroz Costa, que se ha hecho intérprete de los sentimientos comunes de adhesión y fidelidad a la Sede apostólica.

Al encontrarme con vosotros hoy, recuerdo los contactos que he tenido con vuestra Orden. Sigue siempre vivo en mí el recuerdo de mis años de estudio en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino, en Roma. Fue un período muy provechoso para mi formación teológica, también gracias a la cualificada contribución de prestigiosos e inolvidables maestros dominicos. Quisiera citar aquí al padre Garrigou-Lagrange, a los padres Paul Philippe y Mario Luigi Ciappi, que luego fueron nombrados cardenales, y a otros ilustres profesores dominicos. Lo que asimilé en las aulas del Angelicum me ha acompañado siempre en mi ministerio pastoral.

2. La misión específica de la benemérita Orden dominicana, de la que sois cualificados representantes, es la vasta obra de la nueva evangelización, que el gran jubileo del año 2000 impulsó con vigor. Se trata de una empresa eclesial común, en la que deben colaborar todos los componentes del pueblo de Dios, y de modo especial las familias religiosas.

"Los hombres de nuestro tiempo —escribí en la carta apostólica Novo millennio ineunte—, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo "hablar" de Cristo, sino en cierto modo hacérselo "ver"" (n. 16). Esta exigencia coincide con el programa de vida, expresado tan eficazmente por santo Tomás:  "contemplata aliis tradere". Sólo quien ha experimentado a Dios puede hablar de él a los demás de modo convincente. Siguiendo las huellas de santo Domingo y de numerosos santos dominicos, estáis llamados a ser maestros de verdad y de santidad.

3. Amadísimos hermanos, que esta sea la orientación de fondo de vuestro consejo general al dar indicaciones valientes para la vida y el apostolado de los Frailes Dominicos en el mundo. Os sigo con afecto, expresando mis mejores deseos para vuestras comunidades esparcidas en todos los continentes. Sobre ellas invoco la asistencia materna de la santísima Virgen del Rosario y la protección de los santos y los beatos de la Orden.

Asegurándoos mi recuerdo en la oración, os imparto de corazón la bendición apostólica a vosotros, a vuestros hermanos y a cuantos forman parte de la familia espiritual dominicana.

 



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