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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A LAS CAPITULARES HIJAS DE LA CARIDAD CANOSIANAS


Sábado 16 de febrero de 2002

 

Amadísimas Hijas de la Caridad Canosianas: 

1. Me alegra encontrarme con vosotras con ocasión de vuestro XIV capítulo general, acontecimiento de gracia que constituye un fuerte llamamiento a volver cada vez más a las raíces de vuestra congregación, para profundizar en su carisma y encarnarlo luego, del modo más idóneo, en el actual ámbito sociocultural.

Saludo a la superiora general y a las delegadas a la asamblea capitular. Extiendo mi cordial saludo a todas las canosianas, que realizan su generoso apostolado en Italia, en Europa y en los demás continentes. Durante estos intensos días queréis reflexionar en el tema:  "Comunicar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo el amor de Dios, que tanto ha amado a los hombres". En sintonía con vuestro carisma, deseáis proclamar y testimoniar el evangelio de la caridad, comprometiéndoos a ser signos elocuentes del amor de Dios e instrumentos de paz en todos los ambientes. ¡Dios bendiga vuestros propósitos! Por vuestra parte, procuráis conservar fielmente el patrimonio espiritual que os legó vuestra fundadora, santa Magdalena de Canosa, que amó con intensidad a Cristo crucificado y en él se inspiró siempre para realizar un valiente apostolado en favor del prójimo necesitado. En efecto, con todas sus energías posibles, vuestra fundadora afrontó las formas de pobreza típicas de su tiempo:  desde la pobreza económica y moral, pasando por la pobreza cultural, hasta la carencia de medios para curar las enfermedades. Imitad su ejemplo y proseguid su misión, que sigue siendo válida hoy, a pesar de las nuevas condiciones sociales en que vivimos.

2. Santa Magdalena de Canosa os propuso a vosotras, sus hijas espirituales, un ideal de vida consagrada basado en la humildad. Solía repetir que el estilo misionero tenía que ser "humilde, ajeno a los medios poderosos y a la sabiduría humana", y la acción apostólica debía tener una única finalidad:  "sólo para Dios y para su gloria". Además, todo esto debía realizarse en un ambiente de convivencia "perfectamente común", alimentada por la "caridad perfectísima" que se traduce en "amor universal y común".

Sobre la base de estas firmes referencias espirituales, se ha desarrollado a lo largo de los siglos el estilo misionero que distingue a vuestra familia religiosa. Estas líneas esenciales del carisma de fundación han llegado a ser testimonio concreto gracias al ejemplo de numerosas Hijas de la Caridad Canosianas, consagradas totalmente sólo a Dios y a su Reino. Entre ellas, recuerdo conmovido a vuestras hermanas que, en Timor oriental, recientemente pagaron con el precio de la sangre su fidelidad a Cristo Señor. Ojalá que su heroico sacrificio os estimule y anime a seguir adelante con confianza e impulso apostólico, conscientes de que sólo así se traduce de manera eficaz lo que recomendaba santa Magdalena:  "Sobre todo, dad a conocer a Jesús". Tened este íntimo deseo de servir con caridad a todo ser humano, sin distinción de raza y de religión. Con libertad profética y sabio discernimiento testimoniad cada día el Evangelio. Sed presencias significativas dondequiera que trabajéis, distinguiéndoos por una intensa comunión y una activa cooperación con los pastores de la Iglesia.

3. El gran desafío de la inculturación os exige hoy anunciar la buena nueva con un lenguaje y unos modos comprensibles a los hombres de nuestro tiempo, involucrados en procesos sociales y culturales en rápida transformación. Por tanto, es vasto el campo de apostolado que se abre ante vosotras. Como vuestra fundadora, consagrad vuestra existencia a los pobres, cultivad un verdadero celo educativo, sobre todo por los jóvenes, y entregaos a una generosa actividad pastoral entre la gente, especialmente en favor de los enfermos y de los que sufren.

Muchos en el mundo esperan aún conocer a Jesús y su Evangelio. Diversas situaciones de injusticia y de pobreza moral y material afectan a las poblaciones en vastas regiones de la tierra. Los creyentes de todo el mundo tienen ante sí una misión urgente. Pero cada una de vosotras, queridas hermanas, sabe bien que, para poder responder a estas expectativas, es preciso en primer lugar tender con todas las fuerzas a la santidad, al grado más alto de la santidad, manteniendo un contacto ininterrumpido con Cristo en la oración incesante y fervorosa. Sólo así se puede indicar a los demás la senda para encontrar al Señor, camino, verdad y vida (cf. Jn 14, 6). Sólo así se puede colaborar con Cristo en la salvación de las almas, aliviando las necesidades de los hermanos con el espíritu tan querido para vuestra fundadora, es decir, el espíritu de las "Siervas de los pobres".

María os proteja y os acompañe en este arduo y exaltante itinerario misionero, realizando todos vuestros proyectos de bien. El Papa os bendice y os sigue con afecto, asegurándoos un recuerdo en la oración por cada una de vosotras y por cuantos encontréis en vuestro apostolado diario.

 



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