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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL PERSONAL DE LA COMISARÍA DE POLICÍA
QUE SE HALLA JUNTO AL VATICANO


Jueves 17 de enero de 2002

 

Señor director general;
señores funcionarios y agentes: 

1. Me alegra dirigir a todos un saludo cordial, a la vez que correspondo a las amables felicitaciones por el comienzo del nuevo año, que, en vuestro nombre, me ha formulado el doctor Roberto Scigliano. Al agradecerle, señor director general de la Comisaría, las amables palabras que me ha dirigido y los sentimientos expresados en ellas, le pido que se haga intérprete de mi deferente saludo ante el jefe de la Policía, el prefecto de Roma y los altos directivos de la Policía de Estado.

Mi pensamiento se dirige ahora a vosotros, queridos funcionarios y agentes, que con eficiencia y discreción realizáis diariamente vuestro trabajo en los diversos ámbitos de competencia de la Comisaría de los servicios de seguridad en torno al Vaticano. A veces os veo desde la ventana, mientras prestáis servicio en la plaza de San Pedro y sus alrededores, vigilando para que todo se desenvuelva con seguridad y tranquilidad. También constato diariamente, en mis reuniones con los fieles durante las audiencias y las celebraciones litúrgicas, vuestra diligente presencia que garantiza el desarrollo ordenado de los encuentros. Al agradeceros de todo corazón vuestro trabajo, quisiera pediros que transmitáis mis cordiales felicitaciones también a vuestras familias y a vuestros seres queridos, que os siguen y sostienen con afecto y comprensión en vuestra actividad diaria.

2. Realizáis una actividad que se ha hecho más gravosa desde los trágicos atentados terroristas que el 11 de septiembre del año pasado turbaron la conciencia del mundo entero. La vigilancia se ha hecho más empeñativa aún para prevenir todo riesgo posible.

Como consecuencia del terrorismo, se ha difundido entre las personas un sentimiento de miedo, que engendra ansia, desconfianza y aislamiento. Por tanto, a la vez que se deben adoptar oportunamente medidas adecuadas para garantizar la seguridad de todos, es necesario devolver la confianza a la gente, en una sociedad que sepa vivir en su seno relaciones más abiertas y solidarias.

También la Iglesia, con su vasta acción espiritual, contribuye a ello.

Es hermoso ver acudir aquí, a Roma, peregrinos de todas las partes del mundo, impulsados por el deseo de profesar juntos su fe y admirar obras de arte y de cultura. Es una pacífica invasión de personas de distintas edades, orígenes y culturas, que realizan una significativa experiencia comunitaria:  viven el respeto recíproco, la acogida y el diálogo fraterno y, al mismo tiempo, con lenguas y tradiciones diversas, proclaman valores humanos y espirituales que hermanan a los hombres. Vuestra vigilancia diaria y solícita permite que se respete y se salvaguarde este "clima" de fe y fraternidad.

3. Gracias, queridos amigos, por vuestra colaboración; gracias porque contribuís a proteger a las numerosas personas, conocidas o desconocidas, que vienen a visitar al Papa. Que el Señor recompense abundantemente vuestro generoso y exigente servicio. A él elevo mi súplica para que os ayude a desempeñar vuestra profesión, siendo siempre fieles a los ideales que ella requiere.

Cuanto más firmes sean los principios morales que os inspiran, tanto más cualificadas serán vuestras intervenciones. Actuad siempre con este espíritu.

Que la bienaventurada Virgen os proteja y sostenga en las justas aspiraciones que tenéis, y haga que el año recién iniciado rebose de gracias para vosotros y para vuestros seres queridos. En cuanto a mí, os renuevo mi sincera gratitud y os imparto de buen grado a cada uno de vosotros, así como a vuestros seres queridos, una especial bendición apostólica.

 



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