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MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II
A LA HERMANDAD DE SACERDOTES OPERARIOS
DIOCESANOS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

 

Al Rev.do. Sr. D. Ángel J. Pérez Pueyo
Director General de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos
del Sagrado Corazón de Jesús

Me es grato dirigirme a vosotros con ocasión de la celebración en Roma, en la sede del Pontificio Colegio Español de San José, de vuestra XX Asamblea General. A través de vosotros quiero saludar también a todos los miembros de la Hermandad y expresar mi gratitud por el importante servicio eclesial que lleváis a cabo, especialmente en el ámbito de la pastoral vocacional. Lo hago, al mismo tiempo, con el fin primordial de alentaros a mirar hacia el futuro con audacia y realismo para vislumbrar las nuevas señales del Reino, revitalizar y hacer más significativo hoy vuestro carisma, —uno de los carismas medulares de la Iglesia—, y responder a las verdaderas aspiraciones y necesidades que los hombres poseen en la orientación de sus vidas.

Teniendo, por tanto, en cuenta la especificidad que os es propia y en plena sintonía con la llamada que repetidamente vengo haciendo para redoblar el esfuerzo pastoral por las vocaciones al sacerdocio y a la vida de especial consagración, habéis formulado el eje central de vuestros trabajos de estos días con la frase: "la pastoral vocacional, desafío de nuestra identidad hoy".

Los Sacerdotes Operarios Diocesanos habéis dedicado siempre vuestras mejores energías a la pastoral de las vocaciones sacerdotales, religiosas y apostólicas, conscientes de que son el medio universal y más eficaz para la promoción de todos los demás campos pastorales.

La presente Asamblea tiene que ser, pues, un acontecimiento de gracia en el que, reafirmando vuestro auténtico fundamento institucional, desentrañéis la vitalidad, la fecundidad y la radicalidad contenida todavía en el propio carisma heredado, para ofrecer nuevas e inéditas expresiones del delicado quehacer de la pastoral vocacional.

Esta tarea, especialmente hoy, es verdaderamente urgente y necesaria. Implica promover, formar y acompañar los procesos de nacimiento, maduración y discernimiento de toda vocación eclesial, especialmente al ministerio presbiteral, ayudando a descubrirla como un don y a vivirla en continua acción de gracias, ya que ella es un regalo de amor, un don de Dios, "una gratia gratis data (charisma)" (Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, 35).

Deseo exhortaros a reproducir con valor la audacia, la creatividad y la santidad de vuestro fundador, adaptándoos, cuando sea necesario, a las nuevas situaciones y necesidades, en plena docilidad a la inspiración divina y al discernimiento eclesial. Una creciente atención a la identidad original será el criterio seguro para buscar las formas adecuadas de testimonio capaces de responder a las exigencias del momento actual (cfr. Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 37).

Trabajad, pues, en fidelidad al carisma que el Señor infundió al Beato Manuel Domingo y Sol, aquel a quien mi predecesor el Papa Pablo VI llamó el "santo apóstol de las vocaciones sacerdotales" y del cual, yo mismo, con motivo del I Centenario de la fundación de la Hermandad, escribí: "Siendo fiel a la llamada de Cristo y dócil a las insinuaciones del Espíritu, ... supo no sólo indicaros pautas adecuadas...sino también daros con su conducta ejemplar y sus escritos la clave para configurar realmente la existencia sacerdotal a medida del don de Cristo,... y ser en el seno de la Iglesia germen de una nueva familia de sacerdotes imbuidos de espíritu evangélico y volcados con incondicional entrega al servicio de los hombres..." (Carta a los Sacerdotes Operarios Diocesanos al cumplirse el I Centenario de la Fundación de la Hermandad, Vaticano, 25 de enero de 1983).

Queridos hijos ¡continuad con ánimo renovado la obra que la Iglesia os ha confiado! tratando de llevarla a cabo con el estilo de vida y acción que os caracteriza: la fraternidad sacerdotal. Tened por cierto que "no pretendiendo ser más que sacerdotes, y nada más que sacerdotes, y santos"(cfr. Escritos), vuestra vida y ejemplo se traducirán, sin duda, en un estímulo para cuantos buscan el seguimiento radical de Cristo, favoreciendo en ellos "la respuesta libre, decidida y generosa, que hace operante la gracia de la vocación" (Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 64). Pues en definitiva "la vocación sacerdotal es esencialmente una llamada a la santidad, que...es intimidad con Dios, es imitación de Cristo, pobre, casto, humilde; es amor sin reservas a las almas y donación a su verdadero bien; es amor a la Iglesia que es santa y nos quiere santos, porque ésta es la misión que Cristo le ha encomendado" (Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, 33).

Llevad a buen término el arduo cometido que os compete teniendo en cuenta el aspecto referente a la inculturación, ya que el Instituto, extendido desde la nativa Tortosa hasta otros países, particularmente en América Latina, vive hoy una enriquecedora realidad pluri cultural. Hacedlo siempre en plena armonía con las Iglesias particulares donde la Hermandad está presente y en estrecha colaboración con los Obispos, con los organismos de las diócesis y congregaciones, especialmente con los que específicamente promueven y coordinan la pastoral vocacional, buscando nuevos cauces y métodos que impulsen este ámbito pastoral.

Confiando en la palabra de Cristo "Duc in altum!" (Lc. 5,4) abrid vuestro corazón a la invitación que he dirigido en la Carta Apostólica Novo millennio ineunte (cf. NMI 1; 15; 56) y afrontad con coraje el desafío de la evangelización en este milenio, —nueva primavera del Espíritu—, que acabamos de iniciar. No digáis nunca: lo hemos intentado todo; ya no hay nada que hacer. Al contrario, estad siempre dispuestos a seguir transformando vuestro compromiso e identidad de "operarios" en orientaciones pastorales concretas que respondan a las exigencias de vuestro carisma y a las necesidades de la Iglesia en el mundo de hoy.

Y volviendo a vuestros lugares de origen, recordad a todos los miembros de la Hermandad las palabras del Maestro: "Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar" (Lc. 5,4). No cedáis al desaliento. Trabajad con ánimo alegre y decidido, sabiendo que no es vuestra obra, sino la del Señor. Implicaros, pues, decididamente con el irrenunciable deber de fomentar las vocaciones a vuestro propio Instituto, de impulsar todo tipo de vocación consagrada y de sensibilizar a las comunidades eclesiales donde desarrolláis vuestra labor evangelizadora para que tomen conciencia de que las vocaciones al sacerdocio son un problema vital que está en el corazón mismo de la Iglesia. ¡Recordando que vuestra Institución tiene un carácter específicamente eucarístico, haced que Jesús Sacramentado sea siempre la fuente de todas las gracias en vuestras empresas (cfr. Escritos I, 5º-31) y que la Virgen santísima, modelo de consagración y seguimiento, os acompañe siempre en la tarea evangelizadora que realizáis!

Con estos sentimientos y como prenda de abundantes gracias divinas os imparto de corazón la Bendición Apostólica.

Vaticano, 6 de julio de 2002

IOANNES PAULUS II



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