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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON MOTIVO DEL CONGRESO EUCARÍSTICO
DE LA ARCHIDIÓCESIS DE BENEVENTO

 

Al venerado hermano
SERAFINO SPROVIERI
Arzobispo de Benevento

1. He sabido con alegría que esa archidiócesis concluye con particular solemnidad, en la fiesta litúrgica del Corpus Christi, la celebración del Congreso eucarístico. Por tanto, me alegra mucho enviarle, por medio del querido cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, que presidirá la celebración, mi más cordial saludo a usted, venerado hermano, y a toda la amada Iglesia de Benevento, profundamente unida por múltiples vínculos a la Sede de Pedro. Recuerdo la visita que realicé, hace cerca de doce años, a la comunidad eclesial de Benevento y, a la vez que pienso con gratitud en el arzobispo Carlo Minchiatti, su predecesor de venerada memoria, recuerdo mi visita al nuevo seminario, que tuve la posibilidad de bendecir.

Junto con usted, venerado hermano, saludo a los presbíteros, a los religiosos y las religiosas, a los socios de la Acción católica, a los miembros de las asociaciones y movimientos eclesiales, y a toda la comunidad cristiana, que afronta con valentía, bajo su guía iluminada y clarividente, los desafíos de la posmodernidad. Me uno con afecto a cuantos están reunidos en la plaza, la mayor de la ciudad, para la solemne concelebración conclusiva de las diversas manifestaciones en honor de la Eucaristía, a la que seguirá la consagración a Cristo, coronamiento de todo el Congreso. Animo a todos a ofrecer al "Señor de los señores" un corazón sincero y un espíritu renovado, encomendándose a él con esperanza cierta.

2. Sé que esta intensa semana de celebraciones ha sido preparada con muchas iniciativas, en sintonía con las indicaciones y las sugerencias que ofrecí en la carta apostólica Novo millennio ineunte. Me congratulo por ello con usted, con el clero, con los religiosos y con los fieles de esa antigua Iglesia particular, deseando que todos prosigan juntos el camino iniciado con el gran jubileo, "no sólo como memoria del pasado, sino también como profecía del futuro" (n. 3). Todo debe converger en el Sagrario, nueva "tienda del encuentro" y lugar privilegiado para contemplar, "hasta el arrebato del corazón" (ib., 33), el rostro del Señor:  rostro doliente de Cristo crucificado, "en el que se esconde la vida de Dios y se ofrece la salvación del mundo" (ib., 28); rostro glorioso de Cristo resucitado, en el que la Iglesia, "su Esposa, contempla su tesoro y su alegría" (ib.).

Hoy deseo repetiros a vosotros cuanto dije ya al inicio de mi pontificado:  "¡Cristo es el Redentor del hombre!". Él, el mismo a lo largo de los siglos (cf. Hb 13, 8), es verdaderamente el único Salvador del hombre, porque "no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 12). Así pues, la vida cristiana no puede por menos de desarrollarse a partir de él. Debemos "recomenzar desde Cristo" cada día, buscando un "alto grado" de vida evangélica y poniendo por obra una "auténtica pedagogía de la santidad" (Novo millennio ineunte, 31).

3. Iglesia de Benevento, congregada en torno a Cristo vivo en la Eucaristía, prosigue con constancia y generosidad tu compromiso de la adoración eucarística semanal, recién reanudado, poniendo en marcha múltiples y frecuentadas "escuelas de oración", donde se acoja a los numerosos jóvenes deseosos de descubrir en Jesús su compañero de viaje. Valoriza los "centros de escucha" para profundizar el misterio eucarístico con los hermanos en la fe, movilizando a las familias, a fin de que desempeñen con responsabilidad el papel difícil pero exaltante de la educación de sus hijos en la fe. Redobla tu solicitud y tu testimonio de solidaridad con los enfermos y los ancianos, los pobres y los marginados, implicando a todos en una cruzada de oraciones por el triunfo de Cristo y de su Iglesia.

Iglesia de Benevento, trata de aplicar lo que propuse a todo el pueblo de Dios sobre el carácter central de la Eucaristía, realizando todo esfuerzo pastoral encaminado a dar cada vez mayor impulso a la celebración comunitaria de la eucaristía dominical (cf. Novo millennio ineunte, 35) y valorizar el "día del Señor" como "día de la Iglesia y del hombre", sacando de él nueva inspiración de comunión para todos los componentes de la comunidad eclesial, que así estará más preparada para intervenir eficazmente a fin de afrontar las múltiples formas de pobreza presentes en el territorio con numerosas iniciativas de solidaridad y de amor concreto.

Iglesia de Benevento, sé verdadera "comunidad eucarística", que intente recuperar a las "personas alejadas" mediante la obra ininterrumpida de la "cadena de mensajeros", iniciativa muy oportuna para perfeccionar la reconversión ambiental, purificando el Sannio y la Irpinia de las sacas residuales de superstición y de concepciones inadecuadas de la religiosidad.

4. Amada Iglesia de Benevento, la Virgen santísima de las Gracias y los numerosos santos que velan sobre ti:  san Bartolomé apóstol, san Jenaro, san Barbato, san Pompilio, san José Moscati y san Alberico Crescitelli, así como el beato Pío de Pietrelcina, te ayuden a proseguir con renovado impulso tu camino de fe y de testimonio de los valores cristianos perennes. Que te obtengan numerosas y santas vocaciones sacerdotales y de especial consagración, para que a tus hijos no les falte nunca quien parta el pan de la Palabra y de la Eucaristía.

Con estos sentimientos y deseos, imparto de buen grado la implorada bendición apostólica al señor cardenal Joseph Ratzinger, portador de este mensaje, a usted, venerado hermano, al clero, a los religiosos, a las religiosas, a los seminaristas y a las autoridades civiles a las que se ha confiado el camino futuro de estas tierras y de la amada comunidad de Benevento.

Vaticano, 1 de junio de 2002

JUAN PABLO II



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