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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL NUEVO EMBAJADOR DE GRECIA ANTE LA SANTA SEDE*


Lunes 2 de septiembre de 2002

 

1. Me alegra acoger a su excelencia en el Vaticano para la presentación de las cartas que lo acreditan como embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Grecia ante la Santa Sede.

Le agradezco profundamente el haberme transmitido el amable mensaje de su excelencia el señor Constantinos Stephanopoulos, presidente de la República helénica. Recuerdo con agrado la visita que me hizo en el Vaticano el pasado mes de enero; le ruego que le transmita mis mejores deseos para su persona y para todo el pueblo griego.

2. Señor embajador, permítame recordar, al comienzo de nuestro encuentro, el viaje que realicé el año pasado a su país, durante mi peregrinación jubilar tras las huellas de san Pablo. Dando gracias a Dios que me concedió realizar ese viaje tan anhelado, guardo un vivo recuerdo de la cordial acogida del señor presidente de la República y de las autoridades griegas. Recuerdo con emoción mi encuentro con Su Beatitud Cristódulos, arzobispo de Atenas y de toda Grecia. En el lugar particularmente sugestivo del Areópago, evocamos los recuerdos dolorosos del pasado, pero sobre todo afirmamos nuestra voluntad común de hacer todo lo posible para avanzar por el camino de la fraternidad cristiana y de la unidad, que debemos restablecer. Espero que el encuentro de Atenas constituya una etapa importante en ese camino, aún largo; la reciente visita a Roma de una delegación de la Iglesia ortodoxa de Grecia me confirma en esta esperanza.

3. Su país está muy unido a la fe cristiana, que es uno de los elementos constitutivos de la nación. Sabe cuán viva es esta herencia religiosa en el corazón de Europa, no sólo como un recuerdo de su pasado, que constituye, por esta razón, un elemento importante de su cultura, sino también como una fuente que puede dar dinamismo y perspectivas de futuro a la construcción europea. He expresado muchas veces mi preocupación a este respecto y, sobre todo, mi pena al ver que las comunidades de creyentes no eran mencionadas explícitamente entre los que deben contribuir a la reflexión sobre la "Convención" instituida en la cumbre de Laeken, con vistas a una posible Constitución europea. Como recordé al Cuerpo diplomático, "la marginación de las religiones que han contribuido y siguen contribuyendo a la cultura y al humanismo de los que Europa se siente legítimamente orgullosa, me parece que es al mismo tiempo una injusticia y un error de perspectiva. Reconocer un hecho histórico innegable no significa en absoluto ignorar la exigencia moderna de una justa condición laica de los Estados y, por tanto, de Europa" (Discurso al Cuerpo diplomático, 10 de enero de 2002, n. 2:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 11 de enero de 2002, p. 3). Señor embajador, estoy seguro de que su país puede desempeñar un papel importante ante las instancias comunitarias para que se reconozca y exprese de manera efectiva esta dimensión religiosa, a la que la Santa Sede y la República helénica están igualmente unidas.

4. Desde hace más de veinte años, su país se ha incorporado a la Unión europea, la cual reconoce así que Grecia aporta una contribución específica al continente desde los tiempos de la primera democracia ateniense, especialmente en los planos social, cultural y religioso, que forman parte de su larga tradición. Me alegra la atención que prestan las autoridades griegas a la ampliación de Europa, en particular a los países de los Balcanes. Es evidente que la apertura a las diferentes naciones europeas permitirá alejar de modo duradero todo riesgo de enfrentamientos en esa región, para que no se renueven los dramáticos conflictos que la ensangrentaron al final del siglo XX. La acogida progresiva de todos los países consolidará en los pueblos una cultura de la paz y la solidaridad, que es uno de los aspectos principales del proyecto europeo. Como usted sabe, la Santa Sede desea ardientemente el establecimiento de una paz sólida y duradera entre las naciones, y sostiene todo lo que puede permitir  que pueblos diferentes se encuentren, dialoguen y lleven a cabo proyectos comunes para el bien de todos los habitantes.

Desde esta perspectiva, los próximos Juegos olímpicos, que tendrán lugar en Atenas en el año 2004, ofrecerán la posibilidad de una nueva experiencia de fraternidad, para vencer el odio y acercar a las personas y a los pueblos. Para esa ocasión deseo ardientemente una tregua duradera de toda violencia, a fin de que el espíritu pacífico y de sano estímulo, que fue el espíritu de los fundadores de los Juegos olímpicos, se difunda en todos los sectores de la sociedad y en todos los continentes. Ojalá que, en un mundo turbado y a veces incierto, ese acontecimiento deportivo sea una manifestación gozosa de la pertenencia de todos a una misma comunidad humana, fraterna y solidaria, como lo han sido recientemente otros acontecimientos del mismo género.

5. A través de usted quisiera saludar cordialmente a los fieles católicos que viven en Grecia. Son poco numerosos y frecuentemente esparcidos en pequeñas comunidades. Sufren aún una situación difícil por lo que respecta al reconocimiento de sus derechos en el seno de la nación y en diversos sectores de la sociedad; aprovecho, pues, esta ocasión para llamar de nuevo la atención de su Gobierno hacia la necesidad de dar, mediante un diálogo constructivo entre los responsables implicados, un estatuto jurídico a la Iglesia católica. En efecto, es conveniente hacer, como en todos los demás países de la Unión europea, que se respete plenamente la libertad religiosa efectiva de los católicos, así como de los demás creyentes, concediendo a las diócesis y a las comunidades locales los medios necesarios para su misión. Los católicos, por su parte, desean entablar con sus hermanos ortodoxos un verdadero diálogo y su único anhelo es participar plenamente, ocupando su lugar, en la vida económica, política y social del país, en la que ya están ampliamente comprometidos. Animo a la comunidad católica, a sus pastores, obispos y sacerdotes, a los religiosos y religiosas que están a su servicio, y a todos los fieles que la componen, a perseverar en este sentido. Estad seguros del apoyo y de la oración fraterna del Obispo de Roma, Sucesor de Pedro. Saludo también cordialmente a los pastores y a los fieles de la Iglesia ortodoxa de Grecia, expresándoles de nuevo mi gratitud por su acogida con ocasión de mi viaje, y les renuevo la seguridad de la voluntad de diálogo de la Iglesia católica, diálogo que, como dije recientemente, debe proseguir no sólo en el ámbito de la caridad fraterna, sino también y ante todo en el campo teológico.

6. En este momento en que comienza la noble misión de representar a su país ante la Santa Sede, acepte, señor embajador, mis deseos más cordiales de éxito, y esté seguro de que encontrará siempre en mis colaboradores la comprensión y el apoyo necesarios.

Sobre su excelencia, sobre su familia, sobre todos sus colaboradores y sobre todos sus compatriotas, invoco de corazón la abundancia de las bendiciones divinas.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.37, p.6.



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