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MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A LA CONFERENCIA DE ORGANIZACIONES INTERNACIONALES CATÓLICAS

 

Profesor ERNEST KÖNIG
Presidente de la
Conferencia de organizaciones
internacionales católicas

Por medio de esta carta le envío mi cordial saludo a usted y a los participantes en la asamblea general de la Conferencia de Organizaciones internacionales católicas, celebrada en Roma del 30 de noviembre al 6 de diciembre de 2003.

Confío en que el tema elegido para vuestra asamblea:  "Hacer que la sociedad humana sea más humana, llevando con los valores evangélicos de la violencia a la compasión", estimulará un debate muy provechoso sobre cómo las Organizaciones internacionales católicas pueden desempeñar un papel cada vez más activo en la construcción de una auténtica cultura de la paz en todo el mundo.

Un aspecto importante de esa tarea consiste en acrecentar la conciencia de que los derechos humanos van acompañados necesariamente por los correspondientes deberes humanos (cf. Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2003, n. 5). De hecho, el Evangelio enseña claramente que tenemos una responsabilidad inequívoca ante los demás, en primer lugar ante Dios y ante nuestro prójimo (cf. Mc 12, 29-33). Cuanto más crezca esta conciencia, y cuanto más reconozca y acepte la gente en todo el mundo sus obligaciones con respecto a los demás, tanto más se contribuirá a la causa de la armonía entre los pueblos. Este es el fundamento seguro sobre el que puede construirse una paz verdadera y duradera.

Durante vuestra asamblea, tendréis también la oportunidad de reflexionar sobre vuestra misión como Organizaciones internacionales católicas dentro de la familia más amplia de las asociaciones católicas. En este contexto, aliento a cada una de vuestras instituciones a revisar sus estatutos a la luz del Código de derecho canónico, haciendo todas las enmiendas que sean necesarias para asegurar que predomine siempre entre vuestros miembros un verdadero espíritu de servicio a la Iglesia universal. Porque "la espiritualidad de comunión da un alma a la estructura institucional, con una llamada a la confianza y a la apertura que responde plenamente a la dignidad y responsabilidad de cada miembro del pueblo de Dios" (Novo millennio ineunte, 45).

Pidiendo a Dios todopoderoso, "el cual desde las condiciones de opresión y conflicto nos llama a la libertad y la cooperación para bien de todos" (Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2003, n. 10), que envíe sobre vosotros la luz de su Espíritu, imparto cordialmente mi bendición apostólica como prenda de gracia y fuerza en nuestro Señor Jesucristo.

Vaticano, 28 de noviembre de 2003

JUAN PABLO II



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