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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS FIELES DE LA ARCHIDIÓCESIS ITALIANA
DE TRANI-BARLETTA-BISCEGLIE


Sábado 1 de febrero de 2003

 

Amadísimos jóvenes: 

1. Con gran alegría os recibo, juntamente con vuestro amado arzobispo, mons. Giovanni Battista Pichierri, y los sacerdotes que os acompañan. Me alegra encontrarme con vosotros:  ¡os doy a todos la bienvenida!

Con esta peregrinación a Roma, queréis prepararos para una misión especial, organizada por la comunidad diocesana de Trani-Barletta-Bisceglie, en la que los protagonistas seréis precisamente vosotros, los jóvenes. Se trata de la "Misión de los jóvenes para los jóvenes", una iniciativa con vistas al futuro, de acuerdo con las directrices de los obispos italianos, los cuales proponen a los jóvenes y a la familia como destinatarios privilegiados del compromiso pastoral de estos años (cf. Comunicar el Evangelio en un mundo que cambia. Orientaciones pastorales 2001-2010, 51-52).

Los jóvenes y las familias constituyen el futuro de la sociedad y de la Iglesia, y es consolador ver que en medio de ellos maduran numerosas y significativas experiencias de espiritualidad, de servicio y de participación.

2. Vuestra misión está en continuidad ideal con la Jornada mundial de la juventud del año 2000, cuando, en Tor Vergata, definí a los jóvenes "centinelas de la mañana en esta alba del nuevo milenio" (Homilía en la Vigilia, n. 6). Me alegra ver que aquellas palabras siguen haciendo vibrar vuestro corazón, así como el corazón de tantos chicos y chicas, impulsando su mente a la acción.

La expresión "misión de los jóvenes para los jóvenes" es un eco de la que usó el concilio Vaticano II. Los jóvenes "deben convertirse —escribieron los padres conciliares— en los primeros e inmediatos apóstoles de los jóvenes, ejerciendo el  apostolado entre sus compañeros, de acuerdo con el medio social en que viven" (Apostolicam actuositatem, 12). Esta invitación la recogió mi venerado predecesor el Papa Pablo VI, el cual, en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi afirmó:  "Es necesario que los jóvenes, bien formados en la fe y arraigados en la oración, se conviertan cada vez más en los apóstoles de la juventud. La Iglesia espera mucho de ellos" (n. 72).

3. Bien formados en la fe y arraigados en la oración. Queridos jóvenes, conviene prestar gran atención a este requisito. El éxito de la misión dependerá de la calidad de los misioneros:  cuanto más dóciles instrumentos seáis en las manos de Dios, tanto más eficaz será vuestro testimonio.

Preparaos con esmero para ser "levadura", "sal" y "luz" entre vuestros compañeros y en los ambientes en donde vivís.

La santidad admira, hace pensar, convence y, si Dios quiere, convierte. La santidad de los jóvenes es uno de los dones más hermosos que el Señor regala a la Iglesia. Cada uno de vosotros está llamado a ser santo, es decir, a seguir a Jesús con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas. En este camino os sirve de guía y modelo la Virgen María, la cual, joven al igual que vosotros, respondió  al ángel:  "He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38) y siempre cumplió fielmente la voluntad de Dios. Aprended de ella, queridos jóvenes, a ser humildes y dóciles, a estar dispuestos a donaros vosotros mismos, para que también en vosotros el Señor pueda obrar "maravillas".

4. Permitidme que os repita ahora, con respecto al estilo de la misión, unas palabras tomadas de la primera carta del apóstol san Pedro, donde afirma:  "Dad culto a Cristo el Señor en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. Pero hacedlo con dulzura y respeto. Mantened una buena conciencia, para que aquello mismo que os echen en cara sirva de confusión a quienes critiquen vuestra buena conducta en Cristo" (1 P 3, 15-16).

Jóvenes de Trani-Barletta-Bisceglie, Cristo es "vuestra esperanza". Que él ilumine vuestra conciencia joven. Estad siempre dispuestos a dar razón de su verdad y de su amor. Sed testigos convencidos y mansos de la verdad, que persuade por sí misma a los que se abren a ella. Que vuestra "tarjeta de presentación" sea el amor mutuo:  "En esto conocerán todos que sois discípulos míos —dijo Jesús—:  si os amáis los unos a los otros" (Jn 13, 35). Y el amor os colmará de una alegría íntima e intensa; la alegría unida a la paz del corazón, que sólo Jesús sabe dar a sus amigos.

Y transmitid a vuestros compañeros la alegría de seguirlo. Quien se encuentra con Jesús experimenta un modo diverso de ser feliz, una alegría de vivir diversa, basados no en el tener o en el aparecer, sino en el ser. Ser jóvenes cristianos significa vivir con Jesús, por Jesús y en Jesús.

5. Volviendo al tema de vuestra misión, os pregunto:  ¿Queréis vosotros, amadísimos jóvenes de la diócesis de Trani-Barletta-Bisceglie, ser centinelas de esperanza?

Con esta fe y con esta valentía, id, y que ¡el Señor esté con vosotros! María, Estrella de la nueva evangelización, vele siempre sobre vuestros pasos. También yo os acompaño con mi afecto, con mi oración y con mi bendición.

 



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