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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A UN GRUPO DE PEREGRINOS
DE LA DIÓCESIS ITALIANA DE OZIERI (CERDEÑA)


Sábado 11 de octubre de 2003

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Me alegra dirigiros mi cordial saludo con ocasión de vuestra peregrinación a la sede de Pedro, en el segundo centenario de la constitución de la diócesis de Ozieri, heredera de la historia plurisecular de las antiguas circunscripciones eclesiásticas de Castro y Bisarcio.

Deseo saludar, ante todo, a vuestro obispo, el querido monseñor Sebastiano Sanguinetti, a quien agradezco las amables palabras que acaba de dirigirme en nombre de los presentes. Saludo, asimismo, al cardenal Mario Francesco Pompedda, prefecto del Tribunal supremo de la Signatura apostólica, originario de vuestra diócesis. Doy también mi bienvenida a los alcaldes y a las demás autoridades civiles, así como a los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los laicos que han intervenido aquí. Extiendo mi saludo a toda vuestra comunidad diocesana, con un recuerdo especial para los enfermos, los ancianos, las personas solas y cuantos se encuentran en dificultades.

2. Sé que el acontecimiento jubilar, que estáis celebrando, ha sido preparado con un intenso camino de oración y reflexión, que ha durado cinco años. ¡Me congratulo con vosotros! Entre las numerosas iniciativas que habéis organizado, es de significativa relevancia la gran misión popular, durante la cual se ha anunciado la palabra de Dios a los jóvenes, a las familias, al mundo del trabajo, y en todos los ambientes de vida de la diócesis.

Al final del jubileo del año 2000, con la carta apostólica Novo millennio ineunte, señalé a todo el pueblo de Dios la santidad como meta a la que hay que tender con nuevo impulso. Os renuevo esta exhortación a vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, a la vez que os invito a  mirar  adelante  con confianza y esperanza. La  santidad  se alimenta de incesante oración, de escucha de la Palabra y de intensa vida sacramental (cf. nn. 30-41).

3. Para afrontar los desafíos que esta época de vastas y rápidas transformaciones sociales y culturales plantea a la comunidad cristiana, es preciso mantenerse fieles a los valores perennes de la fe y volver a presentarlos con un lenguaje adaptado al mundo de hoy. Sólo un anuncio coherente del Evangelio puede ser eficaz para el hombre del tercer milenio, cada vez más cansado de palabras y, a menudo, tentado por el desaliento.

Es necesario recomenzar desde Cristo, muerto y resucitado por nosotros. Él es el manantial al que hay que acudir para salir al encuentro de los problemas y las aspiraciones de los jóvenes, las preocupaciones de las familias y los sufrimientos de los enfermos y de tantos ancianos solos. Cristo infunde la valentía para luchar contra los tristes fenómenos de la ilegalidad y de la violencia homicida. Con su ayuda es posible construir una sociedad solidaria, en la que se respete la dignidad de toda persona.

4. Jesús te necesita también a ti, querida diócesis de Ozieri, para que su Evangelio sea más conocido y acogido. Consciente de su mandato a los Apóstoles —"Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación" (Mc 16, 15)—, da a tu actividad un vigor misionero cada vez más marcado. No escatimes ningún esfuerzo, no descuides ninguna iniciativa, no ahorres ninguna energía para que los hombres y las mujeres de Cerdeña encuentren al Señor.

Te acompaño con la oración, a la vez que te deseo que realices también hoy, como en el pasado, tu misión evangelizadora, para ser testigo de la presencia de Dios entre los habitantes de Goceano y de Logudoro.

Con estos sentimientos, invoco la protección materna de la Virgen María, y con afecto os imparto a vosotros aquí presentes, a vuestras familias y a vuestras comunidades una especial bendición apostólica, que de buen grado extiendo a vuestros seres queridos y a todos los fieles de la diócesis de Ozieri.

 



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