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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL NUEVO EMBAJADOR DE CROACIA ANTE LA SANTA SEDE*


Sábado 11 de diciembre de 2004

 

Señor embajador:

1. Me alegra acogerlo con motivo de la presentación de sus cartas credenciales como embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Croacia ante la Santa Sede. Le agradezco las cordiales expresiones que ha querido dirigirme también en nombre del presidente de la República, del Gobierno y del pueblo croata, que usted representa aquí. Le pido que les transmita la seguridad de mi estima y mi aprecio, así como de mi oración por la concordia y el desarrollo armonioso de toda la nación.

2. Al recibirlo, mi pensamiento va a la hermosa y acogedora Croacia, que he tenido la alegría de visitar tres veces. La última peregrinación apostólica, el año pasado, coincidió con mi centésimo viaje internacional. En todas esas ocasiones pude constatar cuán visibles son los signos de un cristianismo encarnado en la vida de la gente.

Aprovechando ese inagotable patrimonio religioso, los croatas seguirán construyendo también en el futuro su historia y, con la fuerza de su identidad espiritual, podrán aportar a la comunidad de los pueblos europeos la contribución de su experiencia. Por eso, deseo que tengan éxito sus crecientes esfuerzos por formar parte de la Europa unida, y comparto la preocupación expresada por algunos, es decir, que retrasar el ingreso de Croacia en la Unión europea podría perjudicar el proceso de puesta en práctica de las reformas democráticas, no sólo en ese país sino también en las demás naciones de esa región del continente, que están encaminándose con gran esperanza hacia la integración europea.

3. Señor embajador, en las palabras que ha pronunciado sobre el compromiso del pueblo croata en favor del diálogo, la reconciliación y la paz en su patria y en la comunidad más vasta de los países euroatlánticos, he percibido la aspiración universal a la justicia y a la cooperación que lo impulsa desde siempre. Ciertamente, en primer lugar es tarea de los responsables de las instituciones descubrir los modos prácticos y técnicos de traducir esas aspiraciones en leyes e iniciativas políticas. Sin embargo, los creyentes saben que la paz no es sólo fruto de planes e iniciativas humanas, sino ante todo don de Dios a los hombres de buena voluntad. Y la justicia y el perdón son los principales pilares de esta paz. La justicia asegura el pleno respeto de los derechos y los deberes, y el perdón sana y reconstruye desde sus fundamentos las relaciones entre las personas, que aún sufren las consecuencias de los enfrentamientos entre las ideologías del pasado reciente.

¡Sí! Es verdad, también el país que usted representa aquí tiene necesidad de reconciliación y paz. Pienso asimismo en el problema aún existente de los prófugos y los exiliados, en particular los originarios de Bosnia y Herzegovina, que esperan volver a sus hogares.

Quiero expresar mi aprecio por los pasos concretos que se han dado para resolverlo, y deseo fervientemente que de forma efectiva se conceda y facilite a todos el regreso a su patria. Al respecto, el reciente acuerdo entre Croacia y Serbia constituye una positiva e importante contribución para asegurar el pleno y recíproco reconocimiento de los derechos de la minoría croata en Serbia y Montenegro, y de la minoría serbia en la República de Croacia.

4. Después de la triste experiencia de un totalitarismo que negaba los derechos fundamentales de la persona humana, y superado el trágico período de la última guerra, Croacia se encamina ahora hacia un progreso armonioso, dando prueba de paciencia, disponibilidad al sacrificio y perseverante optimismo, orientada tenazmente a la creación de un futuro mejor para todos sus habitantes. Un desarrollo social y económico estable no puede por menos de tener en cuenta las necesidades culturales, sociales y espirituales de la gente; y también debe valorar las tradiciones y los recursos populares más nobles, con la convicción de que el fenómeno creciente de la globalización a nivel mundial, con consecuencias negativas para la eliminación de las diversidades sociales y económicas también dentro de su país, podría agravar el desequilibrio ya existente en las relaciones entre quienes se benefician de las posibilidades cada vez mayores de producir riqueza y quienes están excluidos del progreso.

5. Señor embajador, su país cuenta con una larga tradición de enriquecedora colaboración entre la comunidad eclesial y la comunidad civil. La Iglesia ha desempeñado, también en el pasado reciente, un papel positivo para la reconciliación y la solución de numerosos problemas y tensiones. En diversas ocasiones he alentado a los obispos a no escatimar esfuerzos para promover una evangelización que valore los elementos positivos de la religiosidad popular, y para cooperar activamente con el Estado con vistas al verdadero bien de la sociedad croata.

Al respecto, son muy útiles los acuerdos estipulados entre la Santa Sede y Croacia, que están demostrando su eficacia, aunque en algunos aspectos aún no se han cumplido plenamente. Tengo motivos para pensar que las buenas relaciones existentes entre el Gobierno y la Iglesia en Croacia facilitarán todos los pasos ulteriores para incrementar el entendimiento mutuo en beneficio de todos los ciudadanos.

6. Estoy seguro de que usted, en el cumplimiento de la alta misión que se le ha confiado, contribuirá a intensificar las ya buenas relaciones existentes entre la Santa Sede y su país, y con este fin le aseguro que podrá contar con la plena disponibilidad de todos mis colaboradores.

Le deseo, además, una agradable estancia en la ciudad de Roma, rica en historia, cultura y fe cristiana, cuyos restos antiguos usted conoce muy bien por su gran experiencia de estudioso de las antigüedades romanas y de arqueología cristiana.

A la vez que invoco la protección celestial de la Madre de Dios, venerada como Advocata Croatiae fidelissima, y de san José, patrono de Croacia, sobre usted, señor embajador, sobre su familia, sobre los gobernantes y sobre todos los habitantes de la amada nación croata, le imparto de corazón la bendición apostólica a usted, a sus seres queridos y a cuantos usted representa aquí.


* L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 52, p. 5.

 



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