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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
 A LOS PARTICIPANTES EN EL 95° "KATHOLIKENTAG",
ASAMBLEA DE LOS CATÓLICOS ALEMANES

 

A mi venerado hermano
Monseñor GEBHARD FÜRST
Obispo de Rottenburg-Stuttgart

Venerado hermano en el episcopado;
queridos hermanos y hermanas en Cristo:

1. "Vivir con la fuerza de Dios":  con este lema muchos cristianos católicos e innumerables huéspedes de otras confesiones y del mundo político y social se han reunido en Ulm, con ocasión del 95° "Katholikentag" alemán. Desde Roma saludo a los que han participado en el acto de apertura en la plaza situada ante la catedral de Ulm. La catedral, con su alta torre, es como un dedo que apunta al cielo, indicándonos a Dios, Creador de toda vida. Él es la fuente de nuestra esperanza y de nuestra fuerza. La alegría del Señor es nuestra fuerza (cf. Ne 8, 10). Saludo también a todos los que siguen esta manifestación a través de la radio y la televisión. La paz de nuestro Señor Jesucristo, crucificado y resucitado, que permanece siempre cerca de su Iglesia, esté con vosotros. Dirijo un saludo particular al obispo de la diócesis de Rottenburg-Stuttgart y al comité central de los católicos alemanes, que juntos han organizado esta manifestación. Saludo, asimismo, a los obispos de Alemania, de los demás países europeos y de todo el mundo, cuya presencia pone de manifiesto la comunión que viven los católicos de las diócesis de Alemania con los hermanos y hermanas de la misma confesión en la gran Iglesia universal.

2. "Vivir con la fuerza de Dios". En este lema, tomado de la segunda carta a los Corintios, se inspira el programa del "Katholikentag" de Ulm. Este lema impulsa a reavivar, con la fuerza de Dios, todas las celebraciones litúrgicas, los debates y las oraciones. Es exhorto a pasar juntos estos días, con los ojos y el corazón abiertos, para que seáis de nuevo conscientes de cómo actúa con vigor en vosotros la fuerza de Dios, que a través de vuestro testimonio de fe puede vivirse también en la sociedad.

Durante las manifestaciones de este gran encuentro de católicos, en el que participan también muchos otros cristianos, estáis llamados, en cuanto cristianos creyentes, a alzar valientemente vuestra voz cuando se ponen en tela de juicio los fundamentos de la fe cristiana y de la convivencia humana, cuando se marginan los elevados valores del matrimonio cristiano y de la familia, y cuando está en juego el carácter único de la vida como don de Dios. Estimulaos recíprocamente a un nuevo compromiso en favor de los pobres y los marginados, de la paz y la justicia en toda la tierra. Sed para todos testigos de vuestra esperanza (cf. 1 P 3, 15).

3. El lugar de vuestro encuentro, la ciudad de Ulm, surge a orillas del Danubio, el gran río que une el este y el oeste de Europa. Durante los últimos decenios se ha incrementado cada vez más en el continente la conciencia de una identidad europea y del sentido de pertenencia de los pueblos europeos. Precisamente hace algunas semanas, otros diez Estados, entre ellos ocho de Europa central y oriental, han entrado a formar parte de la Unión europea. Esta ampliación puede representar un gran beneficio para la comunidad. Europa no es una unión casual de Estados unidos geográficamente unos con otros. A pesar de su multiplicidad cultural, Europa debe llegar a ser cada vez más, sobre la base de los valores humanos y cristianos, una unidad espiritual, que inspire las acciones de los hombres. Por tanto, aprovechemos las posibilidades que la Europa unida nos ofrece para una mejor difusión del Evangelio de Cristo, de modo que nadie quede excluido del excepcional don salvador de Dios. Los cristianos han trabajado por la unidad europea y siguen comprometiéndose en favor de este objetivo. Europa necesita, también hoy, la contribución de los cristianos y del cristianismo para un buen desarrollo de sus pueblos. Como afirmé en mi exhortación postsinodal Ecclesia in Europa, este  continente  necesita "un salto cualitativo en la toma de conciencia de su herencia espiritual. Este impulso sólo puede darlo desde una nueva escucha del Evangelio de Cristo" (n. 120). Quien vive con la fuerza de Dios y con ella quiere edificar la sociedad, debe cumplir esta tarea en todo lugar y en todo tiempo.

4. Queridos hermanos y hermanas, durante estos días dejaos impulsar por el dinamismo de Dios, que ilumina y libera. Poned todos los sufrimientos humanos, vuestra falta de fuerzas y vuestras limitaciones en la grandeza de Dios, cuyo amor es más grande que nuestro corazón. Él desea hacernos partícipes de su vida divina y darnos el amor y la fuerza que necesitamos para ponernos al servicio de nuestro prójimo y dar testimonio de nuestra fe común en el tiempo y en la sociedad

Para que viváis con la fuerza de Dios, os encomiendo a todos los que estáis reunidos en Ulm con ocasión del "Katholikentag" a la intercesión de María, la santísima Virgen y Madre de Dios, y a san Bonifacio, cuyo martirio, ocurrido hace 1250 años, recuerda la Iglesia en estos días, y de corazón os imparto mi bendición apostólica.

Vaticano, 10 de junio de 2004, solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.

JUAN PABLO II



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