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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS LEGIONARIOS DE CRISTO CON OCASIÓN DEL 60° ANIVERSARIO
DE LA ORDENACIÓN SACERDOTAL DE SU FUNDADOR


Martes 30 de noviembre de 2004

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me complace encontrarme con todos vosotros, en el clima de alegría y de agradecimiento al Señor por el sexagésimo aniversario de ordenación sacerdotal del padre Marcial Maciel Degollado, fundador y superior general de vuestra joven y benemérita familia religiosa.

Mi afectuoso saludo se dirige ante todo al querido padre Maciel, al que de buen grado acompaño con mis más cordiales deseos de un ministerio sacerdotal colmado de los dones del Espíritu Santo. Saludo también a los superiores del Instituto, en particular al vicario general, a quien agradezco las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Os saludo, asimismo, a vosotros, queridos sacerdotes y seminaristas Legionarios de Cristo, queridos miembros del movimiento Regnum Christi, y a cuantos habéis participado en las celebraciones jubilares de estos días.

2. El feliz aniversario por el que os habéis reunido todos en torno a vuestro fundador, mientras invita a recordar los dones que él ha recibido del  Señor en estos sesenta años de ministerio sacerdotal, constituye al mismo tiempo la ocasión para confirmar los compromisos que como Legionarios de Cristo habéis  asumido  al  servicio del Evangelio. En particular, hoy, al encontraros con el Sucesor de Pedro, queréis renovar el compromiso de vuestra total fidelidad a la Iglesia y al que la Providencia ha querido como su Pastor.

En este significativo encuentro deseo repetiros cuanto os dije al término del gran jubileo del año 2000:  "Hoy es más necesaria que nunca una proclamación confiada  del  Evangelio que, desechando todos los miedos paralizantes, anuncie con  profundidad intelectual y con intrepidez  la verdad sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo" (Discurso a los Legionarios de Cristo y a los miembros del movimiento "Regnum Christi", n. 4:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de enero de 2001, p. 8).

3. Para cumplir esta ardua misión, es indispensable cultivar una constante intimidad con Cristo, esforzándose por seguirlo e imitarlo dócilmente. Esto os dispondrá siempre a responder a las expectativas más auténticas y profundas de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo.

El Año de la Eucaristía, que ha comenzado en octubre, ha de ser para vosotros ocasión propicia para crecer en el amor eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana. Para la Iglesia este supremo Misterio es el don por excelencia de Cristo, porque es "don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad, así como de su obra de salvación" (Ecclesia de Eucharistia, 11).

4. Permaneced unidos en  torno a la Eucaristía, fieles al carisma que os distingue; proseguid vuestra misión evangelizadora alimentándoos de Cristo y siendo sus testigos intrépidos.

Que os acompañen vuestros santos protectores. Que os guíe y sostenga, sobre todo, María santísima, la Virgen del Perpetuo Socorro.

Con estos sentimientos y deseos, imparto de corazón al querido padre Maciel y a todos vosotros, aquí presentes, una especial bendición apostólica, que de buen grado extiendo a los miembros de vuestra familia religiosa y a todos aquellos con quienes os encontréis en vuestro apostolado diario.



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