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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA POLICÍA PENITENCIARIA DE ITALIA
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Lunes 27 de septiembre de 2004

 

Ilustres señores, amables señoras: 

1. Me alegra acogeros y daros mi cordial bienvenida. Saludo al doctor Giovanni Tinebra, jefe del departamento de la Administración penitenciaria, al que agradezco sus amables palabras, a los funcionarios presentes y al estimado monseñor Giorgio Caniato, inspector general de los capellanes. Mi saludo se extiende, en particular, a vosotras, agentes en prueba de la Policía penitenciaria femenina. Este encuentro está dedicado especialmente a vosotras, que acabáis de concluir el año de formación.

2. Me complace saber que durante el curso habéis puesto un empeño encomiable, alcanzando resultados alentadores. Me congratulo con vosotras y aprovecho la ocasión para daros una sugerencia:  cuidad siempre de vuestra vida espiritual. En efecto, vuestra función requiere una sólida madurez humana, que os permita conjugar la firmeza con la atención a las personas. A este fin, os ayuda ciertamente el ser mujeres, con las cualidades propiamente femeninas que influyen de forma positiva en las relaciones humanas. Pero, sobre todo, necesitaréis la fuerza interior que viene de la oración, es decir, de la íntima unión con Dios en todas las situaciones de la vida, incluso en las ocupaciones diarias.

3. Por una feliz coincidencia, se celebra hoy, 27 de septiembre, la memoria litúrgica de san Vicente de Paúl, gran santo de la caridad. Sufrió personalmente la dureza de la cárcel, y enseñó a las "Damas", después Hijas de la Caridad, a dedicar una atención especial a esa categoría de pobres que son los "reclusos". Les pedía que tuvieran comprensión con ellos y que exigieran para ellos un trato humano. San Vicente estaba animado por el amor de Cristo, que en el evangelio se identifica también con el preso (cf. Mt 25, 36. 40. 43. 45). El valor primario de la persona humana debe ser el fundamento de toda ética civil y profesional y de la relativa formación. Por tanto, me alegra poneros a vosotras y vuestro trabajo bajo la protección de san Vicente de Paúl.

Ilustres señores, deseando de corazón que la voluntad de auténtica promoción de la justicia se realice con éxito en todos los sectores de la Administración penitenciaria italiana, os agradezco vuestra amable visita e imparto gustoso a vosotros y a vuestros seres queridos la bendición apostólica.



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