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CARTA DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
AL CARDENAL GIOVANNI URBANI CON MOTIVO
DE UN HOMENAJE A NICOLÒ REZZARA

 

La iniciativa del obispo de Padua, monseñor Jerónimo Bartolomé Bortignon, de recordar a Nicolás Rezzara en Chiuppano, su patria, el 3 de septiembre próximo, bien merece la presencia de las autoridades religiosas y civiles, todas a una conformes en rendir homenaje al insigne modelo de apostolado cristiano.

Hemos tenido la dicha de conocerle de cerca en los años de nuestra primera juventud y queremos evocar el elogio unánime y emocionado que hacían de él en los ambientes más calificados de nuestro Bérgamo.

Nicolás Rezzara, obtenido el grado en la Universidad de Padua, después del primer apostolado en los círculos juveniles y en la Prensa, en la cercana ciudad de Vicenza, hizo de Bérgamo su segunda patria y en ella derramó los tesoros de su inteligencia y, más todavía, de su alma generosa, siendo durante casi cuarenta años uno de los mejores campeones de aquella fervorosa vida social, que desde entonces tomó gran desarrollo en toda Italia.

Desde 1911 nuestro inolvidable monseñor Radini Tedeschi, su amigo y compañero en los campos de la Acción Católica, hallándolo en Bérgamo en 1905, le presentó al Papa, al Santo Pontífice Pío X, como "persona admirable en todo cuanto hacía y tan dócil al obispo, de tan profunda y plena devoción al Papa que no podía hallarse nadie mejor, más apta y segura".

El mismo venerado obispo de Bérgamo le recomendó al Congreso de Génova de 1914 como alma de apóstol cuyo ímpetu, constancia, gran espíritu de sacrificio señalaba a todos para alabanza u objeto de imitación, sobre todo por aquella causa que parecía más urgente para servicio de la Iglesia: la causa de la libertad de enseñanza.

Pues si él fue apóstol polifacético de la Acción Católica y Social para poner en práctica el programa de la Encíclica Rerum Novarum, bajo la égida y enseñanzas del Siervo de Dios José Toniolo, especialmente en el terreno de las libertades docentes, apareció en aquellos momento como el más firme representante de los católicos italianos y defensor de sus derechos.

Por tanto, nos agrada recordar en este momento su actividad de adelantado de la libertad de enseñanza y de los derechos de la familia y de la Iglesia para la educación cristiana de la juventud. Su voz fue segada por la prematura muerte (él expresó su alegría de reunirse en el cielo con su Papa y obispo, que le precedieron algunos meses antes); aquella misma voz en favor de las libertades escolares de los católicos italianos fue luego arrastrada en el horrible azote de la guerra que, un año después de su muerte, arrasó, con otros muchos, su tierra nativa.

En Chiuppano. resurgido luego cual floreciente villa con nueva y vigorosa vida, nos complacemos hoy, mientras su defensa de la libertad de la enseñanza se renueva y resuena firme y actual, estar presente en espíritu, recordando la gran figura de cristiano en el pensamiento, en la acción y —lo que más importa— en la vida ejemplar. Con todo el corazón, por consiguiente, impartirnos a todos los presentes en la piadosa ceremonia reconfortante y amonestadora la Bendición Apostólica, presagio también para el futuro cristiano de la querida Italia.

Del Vaticano, 14 agosto de 1961.

IOANNES PP. XXIII



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