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AUDIENCIA DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
A LA COMISIÓN CENTRAL PREPARATORIA
DEL CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II
AL FINAL DE LA PRIMERA SESIÓN*

Sala del Consistorio
Martes 20 de junio de 1961

 

Venerables hermanos, queridos hijos:

Los días avanzan mansamente, como las horas luminosas de la mañana, y poco a poco, con la ayuda de Dios, nos van acercando hacia la celebración del Concilio a cuantos hemos sido llamados —cada cual para un determinado cometido— a preparar el mayor éxito de esta hermosa obra que hemos emprendido en el nombre del Señor, secundando una invitación de la gracia divina.

Cada una de las Comisiones prosigue activa y felizmente sus trabajos, como Nos mismo, con gran gozo de nuestra alma, hemos comprobado personalmente. Henos ahora al final de la primera sesión de la Comisión, a cuya cabeza está Nuestra humilde presencia y persona, iniciada días pasados en forma tan noble y ordenada.

Los puntos principales referentes a la estructura y organización de nuestras futuras sesiones conciliares han sido expuestos con claridad y general consentimiento, e igualmente han sido esclarecidos y estudiados con toda ponderación, para cuando llegue el momento de entrar en lo esencial de nuestro trabajo. Entre estos asuntos queremos recordar aquí cuanto ha sido dicho con sintética precisión referente a las personas invitadas a estudiar el serio conjunto de doctrina y de disciplina, del que dependerán los felices resultados del Concilio; la elección de teólogos y canonistas; las normas prácticas a seguir en las discusiones y votaciones. En cuanto al latín, es claro que esta debe ser la lengua oficial del Concilio; pero, en determinadas circunstancias, si es necesario, se permitirá expresar y ver recogido el propio pensamiento en la lengua nativa.

Todo esto implica utilidad y gozo para la Iglesia Universal, y suscita el general interés.

Da especial alegría y consuelo saber que todo cuanto ha sido considerado durante estos días interesa a toda la Iglesia católica y concierne a todos los hijos amantísimos que tenemos en el mundo, y les alegra, consuela y apasiona al mismo tiempo. No estáis aquí solamente vosotros, sino que, realmente, está toda la Iglesia, trabajando con todo entusiasmo; aquí late su corazón maternal que desea la salud y alegría de cada hombre y de todas las gentes, de cuyo seno vosotros habéis sido elegidos, como hijos predilectos, para ser sus representantes.

En realidad, con motivo de comenzar tan gran actividad, no podemos olvidar los continuos trabajos, que desde hace dos años progresan fructíferamente; esto es: los memoriales enviados por los Prelados de todo el mundo, los consejos solicitados a la Curia Romana, los pareceres de las universidades católicas, que han expresado ampliamente los deseos del clero y del pueblo cristiano. Por esta autorizada masa de trabajo comenzó la actividad de las diversas Comisiones, y de este modo se puede decir, con absoluta certeza, que en la preparación del Concilio Ecuménico se han tenido en cuenta las aspiraciones, de los sacerdotes y de los seglares,

Otra cosa ha llenado de consuelo nuestro corazón, y es muy agradable poderlo confesar en este coloquio familiar. Es la atención, cada vez mayor, que los seglares, especialmente los que colaboran más estrechamente con la sagrada Jerarquía, dedican a la actividad de las Comisiones, y, lo que es más importante, la intensidad de sus preces por el Concilio. También a ellos se dirige desde esta Sala nuestra mente, agradecida por este gesto y deseosa de congratularse con ellos, y, al mismo tiempo, les rogamos sigan con igual devoción y atención los trabajos iniciados, y que no duden de que sus esperanzas y sugerencias encuentran en Nos la debida benevolencia.

No queremos olvidar a los periodistas, que han manifestado siempre tanta corrección, aunque a veces también con un poco de impaciencia, un vivo deseo de ser informados sobre los actos referentes al Concilio. También a ellos dirigimos Nuestro agradecimiento por su amable atención, al mismo tiempo. que les invitamos paternalmente a reflexionar, pues un Concilio Ecuménico no es una Academia ni un Parlamento, sino un solemne encuentro de toda la sagrada Jerarquía, para todas las cuestiones referentes a la vida ordinaria de la Iglesia y el bien común de las almas. Está claro que todo esto excita el interés, pero exige también especial respeto y reserva.

La preparación del Concilio continúa, y, a medida que sus primeras flores aparezcan, no faltará forma de facilitar al clero y a los fieles, y a cuantos en el mundo miran con espíritu sincero el gran acontecimiento, noticias e informaciones que alentarán los impulsos de sus corazones generosos,

Venerables hermanos nuestros y queridos hijos:

Nos parece que también hoy resuenan aquí las palabras del Ángel a Elías: "Levántate, come, porque te queda un largo camino" (3 Reg. 19, 7). Nos esperan, de hecho, nuevas fatigas, nuevas actividades.

Al reanudar su estudio las Comisiones y los Secretariados continuaremos el camino emprendido, confiando únicamente en la ayuda del Señor, con la idea que desde el principio manifestamos, o sea, que el Concilio Ecuménico despierte las energías de las obras católicas y las ponga, con mayor impulso, al servicio del pueblo cristiano y de sus necesidades.

Para decir en breve y decirlo todo, el Concilio quiere conseguir que el clero se revista de nuevo fulgor de santidad; el pueblo sea eficientemente instruido en la verdad de la fe y la moral cristiana; las nuevas generaciones, que crecen con la esperanza de tiempos mejores, sean rectamente educadas; se fomenten obras de apostolado social, y los cristianos tengan interés misionero; que es como decir, que tengan un corazón fraterno y amigable para todos y con todos,

Nuestro encuentro de estos días toca a su término, por lo que Nos parece oportuno dirigir algunas exhortaciones que estimamos convenientes y útiles.

Invitamos a uno y otro Clero, y a todo el pueblo cristiano a elevar, unido con el Romano Pontífice, ardientes ruegos al cielo, para que resplandezca siempre en la Santa Iglesia aquella admirable unidad y recíproca concordia de que ahora goza. Tratándose verdaderamente de una iniciativa de tan grande importancia, las energías y esfuerzos del hombre no son suficientes para cumplirla. Es necesario, por tanto, que nuestra pobreza sea remediada con la ayuda del Altísimo. Es necesario que con súplicas y votos ardientes se implore la luz y la fuerza del Espíritu Santo. De este modo, con la inspiración y el auxilio de la gracia celestial se obtendrán útiles consejos y sabias sugerencias para los trabajos a realizar, y su eficaz ejecución.

Todo el mundo se interesa ya por la preparación del Concilio Ecuménico, y sobre todo cuando comience su celebración, sus deliberaciones serán difundidas por todas partes por los modernos medios de difusión. No debemos callar nada que sirva para el provecho de las almas. Pero cuando hayan de tratarse cosas serias y graves deben exponerse con prudencia y sencillez, evitando inútiles curiosidades y agrias polémicas.

Nuestro lenguaje, sereno y claro, debe iluminar malentendidos, disipar, con la fuerza de la verdad, los errores; debe mirar por las aspiraciones universales de la Iglesia y por lo que mejor contribuya al pacífico desarrollo de sus actividades.

¿Qué debemos hacer por nuestros siempre queridos hermanos separados? ¿Qué por tantos y tantos que no llevan en su frente el signo de Cristo y que también son hijos de Dios? Podéis creer cuán sensible es nuestro ánimo a sus voces y atenciones.

También desde este punto de vista el Concilio no es una asamblea especulativa, sino un organismo vivo y vibrante que, a la luz y en el amor de Cristo, mira y abraza a todo el mundo. Le casa que se engalana de fiesta, que se renueva en el esplendor de la primavera con sus preciosos ornamentos; es la Iglesia que invita a todos los hombres a que vengan a su seno.

Dicho esto, no podemos abstenernos de expresares, una vez más, nuestra complacencia por la solicitud con que habéis llevado vuestros trabajos a notables resultados.

Y nuestro paterno estímulo para que prosigáis con vuestra encomiable actividad el trabajo emprendido; actividad que ni siquiera tendrá reposo durante la estación estival. Que os asista a todos Dios, que suscite en vosotros el desear y cumplir buenas acciones.

Con estos deseos en el corazón, imploremos sobre todos vosotros, sobre vuestras encomiables y generosos propósitos, y sobre vuestras esperanzas, la ayuda celestial, en prenda de la cual os impartimos Nuestra paterna Bendición Apostólica.

 


* AAS 53 (1961) 499-503; Discorsi, messaggi, colloqui, vol. III, págs. 328-331.

 

 

 



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