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DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
AL SR. HUBERT MAGA,
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE DAHOMEY*

Martes 25 de septiembre de 1962

 

Señor Presidente:

La visita que Nos hacéis hoy Nos llena de honda satisfacción. Es muy natural que Nos – que Nos complacemos en ser llamado el Padre común de la cristiandad – consideremos a todos los pueblos con el mismo afecto. Cada uno de ellos encuentra en Nuestro corazón una benevolencia particular, en razón de sus cualidades peculiares y del lugar que ocupa entre las naciones. En vuestra persona, Señor Presidente, Nos tenemos el placer de recibir a un pueblo muy atrayente; Dahomey no esperó el momento en que entró a formar parte del concierto de las naciones independientes para dar a conocer al mundo los valores de sus hijos y de sus hijas. Con su inteligencia pronta y vivaz, con su capacidad de acción y su gusto por el trabajo, han extendido su influencia – desde hace tiempo – mucho más allá de las fronteras de su país. Muchos de ellos recibieron con la misma pasión, hace más de un siglo, la valiosa semilla del Evangelio, tan magníficamente que Nos tenemos la satisfacción de saludar como una de las más fervientes comunidades del África negra a la comunidad católica de Dahomey.

Por medio de su doctrina y la devoción de sus hijos, la Iglesia contribuye sin duda eficazmente a resolver distintos e importantes problemas que se imponen a la atención de los Dirigentes de vuestro País: incremento demográfico, desarrollo económico, estabilidad financiera, coherencia nacional o relaciones constructivas con las naciones vecinas y todas las instituciones internacionales... La Iglesia – lo reconocéis con gusto, Señor Presidente – con su obra de educación y de servicio social, su acción hospitalaria y la formación humana y cívica que ofrece, contribuye de buen grado y útilmente al bienestar del pueblo y a la estabilidad de las instituciones. Por eso, Señor Presidente, Nos felicitamos ante vuestra presencia de las excelentes relaciones que existen entre la Iglesia y el Estado de Dahomey. Y Nos agrada pensar que la entrevista de este día sellará esta buena amistad y que será la garantía de felices progresos.

Al terminar esta entrevista, Nos complacemos en reiterar personalmente los votos paternales que formulamos delante de Dios cuando vuestra patria logró la independencia, agregando Nuestra satisfacción por el camino felizmente recorrido durante estos dos años. A Vos, a vuestra digna Esposa, a los miembros distinguidos que integran vuestro séquito y a todos vuestros compatriotas Nos deseamos de buen grado una real prosperidad en la concordia y la justicia. Con estos sentimientos, os impartimos con afecto la Bendición Apostólica, prenda de los mejores favores celestiales.


*ORe (Buenos Aires), año XII, n°529, p.2.

 

 



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