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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
A LOS PRESIDENTES DIOCESANOS DE LA UNIÓN DE HOMBRES DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA

Martes 19 de marzo de 1963

 

Finalmente, queremos dirigir unas palabras a nuestros queridos hijos de la Acción Católica Italiana —presidentes diocesanos de la Unión de Hombres, delegados de las actividades familiares y dirigentes nacionales y diocesanos, encargados de fomentar la participación en los ejercicios espirituales—, reunidos esta tarde en San Pedro y palpitantes en llamas de ardor y de esperanza.

Los hombres, las mujeres, los jóvenes representan el terreno sagrado y la flor de la familia cristiana; todos a una empeñados en ocupar un puesto en el mundo por medio de una preparación consciente y generosa, de oración y de estudio.

Conviene aprovechar todas las ocasiones para destacar el significado de esta presencia en la Iglesia y en el mundo. Pero esta tarde la referencia viene adornada por el nombre amable de San José, patrono de las familias.

Además, la glorificación de hoy de un humilde sacerdote, que la prudencia y la piedad de una santa madre preparó a las arduas ascesis de la virtud y del apostolado, irradia también luz del cielo sobre vuestra presencia.

Al comenzarse a formar la Acción Católica en Bérgamo —1868— don Luis Palazzolo se asoció al preboste del Carmen para la formación del primer círculo juvenil. Comienzos modestos, pero pronto hubo claridad de ideales y unidad en la disciplina para conseguir determinadas metas.

Aquello fue una semilla lanzada no a la ventura, sino sobre un terreno fértil. En pocos años, cual árbol frondoso, extendió sus ramas a toda la diócesis, hasta no poderse pensar en la organización del laicado católico de los últimos noventa años y en las batallas por la libertad de la Iglesia y de las instituciones, si no es en función activa de la Acción Católica.

Queridos hijos e hijas: Le gusta mucho al Papa que os habla reposar su espíritu en la alegre visión de un laicado fervoroso, cuya preciosa colaboración con la jerarquía católica asegura una extensión más pronta del Reino de Dios sobre la tierra.

Injertadas en la múltiple vitalidad de la parroquia y de la diócesis, estas escuadras ofrecen a la Iglesia y a la comunidad nacional, a la que pertenecen, el vigor de una actividad inteligente, como ejemplo de una fundada probidad. Mas en ellos actúa cada vez más el fermento de la gracia divina, que brota de la redención realizada por Cristo y llega a cada alma con la eficacia de la acción sacramental.

Sólo la primacía de una vida sobrenatural así entendida puede asegurar a los hombres la rectitud de intención, la solidez en las virtudes genuinas y el alimento del celo por la gloria de Dios; y puede dar un benéfico y constructivo influjo en el ámbito de la acción familiar, civil y social de cada persona, y, por consecuencia, reforzar en el mundo las bases de un verdadero progreso, para la tranquilidad en el orden.

“Y os recomiendo —decimos con San Pablo— que vuestra caridad abunde más y más en todo conocimiento y discernimiento para que distingáis lo mejor, para que seáis puros e irreprensibles para el día de Cristo, colmados de frutos de justicia por Cristo, para gloria y alabanza de Dios” (Flp1,9).

Con estos votos paternales hacemos descender sobre vosotros y sobre vuestros trabajos de cooperación en el ministerio sacerdotal y episcopal nuestra bendición apostólica, propiciadora de las continuas predilecciones divinas. Así sea.

 



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