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PABLO VI

ÁNGELUS

Castelgandolfo
Domingo 25 de agosto de 1963

 

El pensamiento corre hacia el gran Evangelio de este domingo, que todos vosotros conocéis y que quizá habéis meditado y escuchado en la homilía de la misa: el Evangelio del buen samaritano.

Pediremos al Señor, por intercesión de la Virgen, que, como al samaritano, nos dé también a conocer a nosotros las necesidades del prójimo, las miserias que nos rodean, las profundas desgracias que nuestra sociedad, a pesar del bienestar de que goza, ha producido y no nos deja descubrir.

Que el Señor nos abra los ojos y nos dé también la aptitud, el coraje, la virtud para socorrer a nuestro prójimo, para hacer nuestras sus penas, para extender el campo de nuestra caridad, para sentirnos socialmente solidarios con los hermanos que nos piden ayuda.

La solidaridad cristiana, el interés en el bien de los demás, la capacidad de ver en cada hombre un hermano, cualquiera que sea su procedencia, estado, condición, méritos, es una característica exquisita y esencialmente evangélica. Pidamos al Señor la gracia de ser cristianos verdaderos, en la profesión y en el ejercicio de la caridad con los hermanos.

 



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