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MENSAJE URBI ET ORBI
DEL SANTO PADRE PABLO VI

NAVIDAD 1977

 

Amadísimos hijos que nos escucháis en esta plaza,
vosotros que nos seguís a través de las ondas radio-televisivas,
y vosotros, hombres y amigos, a quienes llega nuestra palabra:

No es solamente la costumbre tradicional, ni la simple usanza plurisecular, sino un profundo deseo del corazón, un estímulo de orden interior lo que nos impulsa a dirigirnos a vosotros para daros a cada uno nuestra felicitación cristiana en la Navidad de nuestro Señor Jesucristo,

Es la felicitación antiquísima y nueva que resonó por primera vez en la noche santa de la Navidad en la tierra de Judea y que, difundida en el mundo, por boca de los Apóstoles, llegó a esta Urbe predestinada para hacerse mensaje de destino universal para todos los hombres "de toda tribu, lengua, pueblo y nación" (Ap 5, 9).

Es la felicitación que, con lozanía inmutable, llega ahora a nuestros labios, con la conciencia de su insuperable trascendencia, como de "todo buen don.... que desciende del Padre de las luces" (Sant 1, 17).

Es la felicitación que con trepidante emoción osamos repetir ahora, mientras se reaviva la fe y renace la esperanza: "¡Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor!" (Lc 2, 14).

Sí, hijos, hermanos, amigos: el Evangelio está todo aquí; su contenido de efectiva salvación y de auténtica liberación está encerrado en estas breves expresiones que, como música arcana, envuelven la pobreza desnuda del la cuna de Belén, donde nace —hombre por los hombres— el Hijo mismo de Dios. Queda restaurada la relación entre Dios y el hombre y se abre a este último, como invitación tranquilizadora y beatífica, la doble vía de la gloria de Dios y de la paz con los demás hombres.

No nos extrañe, no nos maraville, no nos escandalice la elemental sencillez de estas palabras: como hombres de un siglo tecnológicamente bastante avanzado, nos es necesario e indispensable recobrar el sabor y el gusto de las cosas más humildes y verdaderas. Es ésta la primera condición para descubrir la alegría, la serenidad y la paz que son las dimensiones genuinas de la vida humana, arrollada por el mensaje evangélico.

Acojamos pues en este día luminoso la invitación angélica y evangélica y repitámosla como para suscitar dentro de nosotros una adhesión más convencida y segura: donde se honra a Dios, se honra también al hombre; la gloria de Dios es fundamento de la dignidad del hombre; el Nacimiento de Cristo señala, en nombre del Padre de los cielos, el itinerario de la paz en la tierra. Natalis Domini, natalis est pacis (San León Magno, Sermo XXVI, 5).

El mundo contemporáneo, todos pueden testimoniarlo, tiene necesidad de paz. Ante muchas situaciones de la historia en vía de actuación, se deberá decir que la tierra ha agotado sus provisiones de paz; una paz que la experiencia trágica de las dos guerras mundiales, que han ensangrentado la primera mitad del siglo que camina hacia su fin, había enriquecido de estupendas promesas. Los hombres siguen siendo aún adversarios los unos de los otros. La injusticia, el hambre y la miseria despiertan todavía instintos de lucha, de delincuencia. Los pactos sacrosantos de la concordia y de la colaboración entre los pueblos parecen aún incapaces de sostener el peso de sus compromisos a renunciar a la violencia. El miedo de los terribles armamentos, cuyos espantosos fantasmas una ciencia inhumana es capaz de suscitar hoy más que ayer, sigue quitando el sueño a los que rigen los pueblos, que no pueden prever la paz sin la defensa de unos medios de guerra y de muerte cada vez más potentes. La paz parece dejar libre el campo a nuevas e inverosímiles hipótesis de bélicos furores...

¡No, no sea así! Las leales promesas de amistad y de colaboración, así como las evidentes cuestiones que dividen a las naciones entre sí, deben renovar su fidelidad a la paz.

Pero, ¿cómo podríamos olvidar en estos mismos momentos la tierra bendita que más y antes que las otras —así lo pensamos— es destinataria del anuncio feliz, porque lo recibió desde su primer comienzo? Ya sabéis que precisamente hoy los coloquios para arreglar el largo conflicto que, de diversos modos y en distintas etapas, ha funestado los Santos Lugares, están señalando una nueva fase que puede ser —Dios lo quiera—de una importancia tal vez determinante para los acuerdos definitivos. Es una esperanza más concreta de paz que sonríe a aquellas queridas poblaciones tan duramente probadas por las guerras y por los lutos, y que tienen derecho, por parte nuestra, a una solidaridad operante, que se inspire y derive del mensaje de Cristo Señor.

Dirigiremos por tanto a aquellas poblaciones en primer lugar nuestra felicitación navideña para que en su tierra, que espiritualmente es también la nuestra, vuelva a florecer la paz en la justicia. Después haremos extensiva la misma felicitación a los otros países donde puntos dolientes de fricción, de opresión y de injusticia comprometen la estabilidad de la paz o deforman su rostro genuino de humanidad y de libertad, con el fin de que con nuevo espíritu se restablezca la confianza en la paz como único sistema civilizado para resolver los problemas existentes, alimentando en todos un vigilante sentido de responsabilidad, de prudencia, de moderación y al final, como vértice de la paz misma, de justicia libre y magnánima.

Animamos a todos en el día y en el nombre de Cristo Salvador a que dediquen todos sus esfuerzos a este fin; y a vosotros que nos escucháis y nos veis os invitamos a orar por la noble causa de la paz y os renovamos de corazón nuestra felicitación de Navidad.

A cuantos nos escuchan de lengua italiana:

Buon Natale, nella pace e nel gaudio di Cristo.

De lengua francesa:

Heureux Noël, dans la joie et la paix du Christ!

De lengua inglesa:

A blessed Christmas, in the joy and peace of Christ!

De lengua alemana:

Frohe und friedvolle Weihnachten in Christus.

De lengua española:

¡Felices Navidades en la paz y gozo de Cristo!

De lengua portuguesa:

Feliz Natal, com os melhores votos da paz e da alegría de Cristo!

De lengua griega:

 Καλά Χριστουγεννα. Ευχές ειρήνης xαί χαράς έν Κυρίω

De lengua polaca:

Skladam zyczenia wesolych swiat, pokoju i radosci w Christusie!

De lengua rusa:

Rozdestvom Christovoem Mir vam radost evo.

De lengua china:

Gun ho Scen Dan.

De lengua japonesa:

Christmas Omedetó.

De lengua africana - kiswahili:

Heri kwa Siku Kuu va Noéli.

Para todos:

Hodie Christus natus est, hodie natalis est Vitae, gaudeamus.

 

 



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