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ALOCUCIÓN DEL PAPA PABLO VI
A LOS CONSILIARIOS DE LA JUVENTUD ITALIANA DE ACCIÓN CATÓLICA


Jueves 4 de julio de 1963

 

Vuestra visita nos encuentra aún ocupados en las audiencias y deberes consecuentes a nuestra elección al sumo pontificado, y todavía conmovidos y confundidos por tan gran acontecimiento. No nos es posible, por tanto, corresponder como quisiéramos y como se merece vuestra presencia, por las razones que aquí os han traído y por el tema que ha ocupado vuestras jornadas en Roma.

Baste este breve encuentro para aseguraros el grandísimo interés con que miramos a vuestras personas y a vuestro trabajo. Creemos que todos vosotros sabéis cómo hemos amado siempre a la juventud, en todas sus edades, en todas sus manifestaciones, en todos sus problemas y, en particular, que siempre hemos estimado muchísimo a nuestra juventud italiana, que tiene la fortuna, el honor y la tarea de pertenecer a la Acción Católica. A ella pertenecimos Nos mismo, en los años lejanos de nuestra juventud, y seguimos sus vicisitudes durante cincuenta años, y hemos vivido algunas de sus horas grandes y dramáticas, hemos conocido a sus dirigentes, consiliarios, miembros y amigos casi sin número; hemos favorecido, en lo que nos ha sido posible, sus funciones y su incremento; hemos meditado y admirado su espíritu; hemos promovido y defendido sus organizaciones, y hemos estudiado su pedagogía y sus riquísimos frutos.

Suma importancia del apostolado entre los jóvenes

Nuestro ministerio pastoral en estos últimos años nos ha confirmado en la estima y en el afecto hacia esta siempre viva y floreciente organización, y nos ha procurado experiencias, satisfacciones, esperanzas, en el campo católico juvenil, que, ciertamente, no podremos olvidar.

Por ello, decíamos, miramos a vuestras personas, a vosotros, queridos y venerados sacerdotes, que estáis empeñados, como consiliarios diocesanos o como asesores eclesiásticos de las obras de la juventud italiana de Acción Católica, en el ministerio encaminado a la formación religiosa y moral de la juventud misma, con interés, con atención y con una estima particular. Pues estamos convencidos de la importancia suma, de la dignidad incomparable, de la belleza y de la riqueza de tal ministerio, y estamos igualmente persuadidos de su necesidad. Sabemos bien cuán indispensable es.

En el marco de las exigencias y de las funciones pastorales, vuestra obra ocupa, en ciertos aspectos, un primer lugar. Pues no se puede concebir una acción pastoral eficaz y orgánica sin que la asistencia a la juventud tenga los cuidados más asiduos y atentos. Que luego son, por un lado, los más fatigosos y delicados; y, por otro, los más fecundos en frutos espirituales, porque no se refieren solamente a la asistencia uniforme y formal a los fieles de la comunidad cristiana, sino que miran también, y principalmente, por su formación, por su educación, por su iniciación en la vida religiosa y moral, y si el esfuerzo de esta pedagogía pastoral se logra, por su madurez católica, su capacidad de profesión plena y militante del nombre cristiano, su esforzada, amorosa e inconcusa fidelidad a la Iglesia.

Vosotros sois los trabajadores, los animadores, los artífices, los apóstoles de tan maravilloso ministerio. Y nuestro interés crece a este respecto hasta llenar nuestro espíritu de paternal y cordialísimo afecto; cuando recordamos que a este ministerio son destinados de ordinario los sacerdotes más jóvenes, y frecuentemente al comienzo de su servicio apostólico, inmediatamente después de su ordenación, después de la primera misa, cuando, no tanto la experiencia de la vida, pero sí la impaciencia de la primera caridad sacerdotal, dispone al asesor eclesiástico, joven entre jóvenes, para el arte supremo de atraer, entusiasmar, moderar y formar cristianamente a las almas de las nuevas generaciones.

Se os debe, consiliarios diocesanos, también mucha confianza por otros títulos: por una cierta antigüedad de servicio y por una reconocida madurez de juicio, que, sin menoscabo de la frescura de las fuerzas y de los sentimientos, os hacen capaces de ser no solamente educadores de los jóvenes, sino también pilares, maestros y amigos de otros hermanos sacerdotes adscritos a la asistencia espiritual de la juventud.

Nuevas fuentes de valores espirituales

Y cuanto decimos de vuestras personas, queridos asesores y consiliarios, podríamos repetirlo de vuestro trabajo; y también de ese trabajo específico que ha constituido el tema principal de vuestro Congreso romano, es decir, de las llamadas “Obras” de la Juventud de la Acción Católica, cuya actividad se extiende más allá del campo propiamente asignado a la Organización misma, por regiones tan atrayentes para la juventud como los deportes y el turismo.

Sabemos bien la influencia que tienen estas manifestaciones de la vida, hoy desarrolladísimas, en el alma juvenil, no solamente por proporcionarle asueto, del que la edad y la moda la hacen avidísima, sino por ofrecerle también un riquísimo complejo de experiencias y de actividades, de forma que constituye para ella una fuente de valores, bajo muchos aspectos no muy diferentes de los de la familia y de las aulas. De aquí la importancia de que tales manifestaciones, sin perder en nada su espontaneidad y vivacidad propias, asciendan a los niveles pedagógicos, morales y espirituales, los cuales únicamente pueden asegurar al deporte y al turismo lo mejor de su contenido civil, de su utilidad finalística y de su posible y deseable integración en el perfil completo del hombre y del cristiano.

Habéis indudablemente explorado estos temas durante el Congreso, que ahora venís a finalizar con nuestra bendición; a Nos solamente resta el alentar esta actividad, a la que queréis dar principios, metas y formas dignas de una juventud nueva y creyente; no nos queda más que complacernos con vosotros, con vuestros dirigentes y con vuestros colaboradores; no nos queda más que daros el encargo de que llevéis nuestro saludo a toda la juventud que se reúne en torno a vuestras Asociaciones y a vuestras Obras, y comunicarle también la bendición apostólica que a vosotros os impartimos de todo corazón.

 



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