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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
A LOS SOBERANOS DE DINAMARCA*

Miércoles 23 de abril de 1964

 

Damos la bienvenida a Nuestra casa a Vuestras Majestades y a Su Alteza Real y manifestamos Nuestra sincera gratitud por el honor que Nos hacéis con esta visita. Nos la consideramos un acontecimiento histórico y Nos proporciona profunda emoción. Roma, que no olvida los acontecimientos del pasado, hoy revive maravillosos recuerdos: el nombre de San Ansgario, apóstol de Dinamarca, que vino a Roma en los años 831-32, al que Nuestro lejano Predecesor Gregorio IV premió con el palio y nombró su Legado Apostólico, es aquí siempre recordado y honrado, como lo es también el Rey San Knud el Grande, que fue canonizado por el Papa Alejandro III en el año 1170.

Nuestros sentimientos de viva satisfacción no brotan solamente del glorioso pasado, sino también del presente, si no por los mismos motivos, al menos por razones que hacen a su noble país muy amado y respetado por Nos.

El pueblo de Vuestras Majestades es conocido en todas partes por su diligencia y su laboriosidad que lo han llevado a un nivel superior de vida, sin dejar de proveer generosamente a la seguridad y a la asistencia de los niños, de los ancianos y de los enfermos, y sin faltar nunca a una generosa prodigalidad para con los prófugos y las víctimas de los desastres naturales.

En la misma Dinamarca, así como en Groenlandia y en las Islas Feroé, tenemos la satisfacción de observar que los fieles de Nuestra Iglesia gozan de libertad religiosa. Nos, a Nuestra vez, podemos asegurar a Vuestras Majestades que vuestros súbditos católicos trataran siempre de ser los primeros en la lealtad a su reyes y a su patria, obedientes a las autoridades civiles y que contribuirán al bienestar y al progreso en todos los campos de la actividad social y cultural.

En Vuestra Real presencia deseamos enviar Nuestro paternal saludo al pueblo danés, a los que viven en Dinamarca y a los muchos que han emigrado a todo el mundo, y de modo especial a los marineros y a los pescadores que se encuentran en los mares. Sobre todos, invocamos los más altos favores y las gracias divinas; Nos pedimos ardientemente a Dios que proteja y ayude a Vuestras Majestades y a la Familia Real y, con las palabras del lema de Vuestra Majestad, rezamos : «¡Que Dios proteja a Dinamarca!».


*ORe (Buenos Aires), año XIV, n°609, p.1.

 



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