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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL MOVIMIENTO INTERNACIONAL DE LOS AMBIENTES SOCIALES INDEPENDIENTES


Martes 5 de mayo de 1964

 

Queridos hijos e hijas:

Al recibir estos últimos días a los representantes del Movimiento Renacimiento Cristiano, hemos tenido ocasión de manifestar la complacencia que sentimos por el apostolado al que os dedicáis, el de los ambientes que se ha convenido en denominar «independientes», y hemos tenido la dicha de descubrir la fecundidad de esta acción católica especializada.

Lo que se ha hecho en Italia, con felices resultados, se había hecho ya en Francia, y muchos de vosotros, sin duda, recordaréis la audiencia en que nuestro predecesor, Juan XXIII, tuvo a bien conmemorar en el Vaticano, en 1961, el XX Aniversario de la Acción Católica Independiente —la ACI, como vosotros la llamáis—, y dio las gracias por estos «veinte años de excelente trabajo apostólico al servicio de Cristo y de la Iglesia» (AAS, vol. LIII, pág. 326).

Y he aquí que ahora estas semillas han producido tan buenos frutos que podéis llegar al plano internacional, y los representantes de nueve Movimientos nacionales suscitados por vuestro esfuerzo apostólico se encuentran reunidos en Roma para elegir el Comité previsto en los Estatutos recientemente aprobados del «Movimiento Internacional de los Ambientes Sociales Independientes».

Nada más oportuno que esta ampliación en un mundo en que los intercambios se multiplican, y en el que las personas —que se desplazan mucho más que en el pasado— están influenciadas por formas de pensar y de vivir que desborda ampliamente el marco de su país de origen.

Desde ahora será preciso estudiar en una escala más amplia la mentalidad de los medios a que pertenecéis; buscar para descubrir en ellos y reconocer lealmente lo que no es conforme al espíritu de Cristo; actuar, en último término y por encima de todo, para transformar esta mentalidad, llevándola poco a poco a una concepción plenamente cristiana de la vida; misión magnífica que la Iglesia confía a los mejores de sus hijos, y que tan vastas repercusiones puede tener en el equilibrio de la sociedad del mañana.

Estas perspectivas, ¿lo adivináis?, no pueden menos que llenar de gozo a quien tiene la tarea del apostolado supremo de la Iglesia. Por tanto, de buen corazón os alentamos en esta nueva etapa del desarrollo de un gran Movimiento de Acción Católica especializada. Seguimos con nuestras oraciones y nuestros más fervientes votos las actividades del Comité recientemente elegido, y en especial de la muy digna y encomiable presidenta internacional, que va a poder consagrarse desde ahora a la extensión del Movimiento en los diversos países en que está implantado, beneficiándolos con la experiencia adquirida durante más de veinte años a la cabeza de la «ACI» francesa.

Que Dios se digne, queridos hijos e hijas, fecundar y recompensar los esfuerzos de todos aquellos que vosotros aquí representáis. Se lo pedimos de todo corazón, y con esta confianza os concedemos gustosos la paternal bendición apostólica que habéis venido a solicitarnos.



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