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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE PARAGUAY*

Martes 19 de mayo de 1964

    

Señor Embajador:

Con profunda satisfacción acabamos de recibir las Cartas Credenciales que acreditan a Vuestra Excelencia como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República del Paraguay ante la Santa Sede. En esta ocasión Nos es asimismo sumamente grato corresponder a las devotas y nobles expresiones con que ha querido acompañar este solemne acto interpretando así los deseos que animan a su Gobierno de mantener y estrechar cada día más las felices relaciones existentes entre él y la Santa Sede.

Los orígenes de la fe católica en el continente americano tuvieron como centro importante y vital la región que ahora forma vuestro insigne País con nombres gloriosos como el de san Francisco Solano y de Fray Luis de Bolaños. ¿Como no aludir también a las históricas «reducciones» de los Padres Jesuitas, con el Beato Roque González su fundador, nativo de Asunción, y al poderoso influjo que éstas dieron a la vida religiosa y social?

No pocos son los hechos que jalonan la historia eclesiástica del periodo actual en vuestra Patria: se han creado cuatro nuevas circunscripciones eclesiásticas; ha surgido la Universidad Católica de Nuestra Señora de la Asunción; un reciente Acuerdo ha sido sancionado para la asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas. Saludamos tales acontecimientos con gran consuelo como síntoma de renovación de la vida cristiana, y vemos al mismo tiempo como aurora esperanzadora de nuevos progresos en el catolicismo el florecimiento de vocaciones con que se repueblan en la actualidad, como tal vez nunca anteriormente, los Seminarios e Institutos religiosos. 

Junto a esta actividad propiamente religiosa merece destacarse el interés demostrado por el venerable Episcopado de esa Nación en favor de la promoción social y cultural de todas las clases especialmente de las más humildes y de los indios guaraníes, lo cual es digno de aplauso y se ha de apreciar como aporte a la vida civil del País. Un clima de comprensión, de buena voluntad, de colaboración encuentra siempre de parte de las fuerzas católicas las disposiciones mejores para un trabajo serio, eficaz y consciente por el engrandecimiento del propio País.

Si los sentimientos de acendrado catolicismo que adornan a Vuestra Excelencia pueden ser un aliciente para su permanencia en la Ciudad Eterna, centro de la Iglesia, sírvale de aliento en su labor diplomática la seguridad de Nuestra comprensión y benevolencia en el desarrollo de su elevada misión por cuyo feliz éxito formulamos cordiales votos. Sobre su persona y cristiana familia, sobre el Señor Presidente de la República y su Gobierno, lo mismo que sobre el amadísimo pueblo todo del Paraguay invocamos de corazón las más copiosas bendiciones del Cielo.

 


*AAS 56 (1964), p.448-449;

Insegnamenti di Paolo VI, vol. II, p.343-344;

OR 20.5.1964 p.1.

 



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