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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
A LOS PARTICIPANTES EN LOS CAMPEONATOS INTERNACIONALES DE ESQUÍ NÁUTICO


Castelgandolfo
Jueves 31 de julio de 1964

 

Nos sentimos gozosos de acoger hoy en nuestra residencia de verano a los participantes en los XVIII Campeonatos de Esquí náutico de Europa, África y el Mediterráneo. Llegados de veinticinco países, os encontráis reunidos junto a este hermoso lago Albano para rivalizar en habilidad y hacer triunfar las cualidades de los mejores de entre vosotros.

Habéis querido ser recibidos por el humilde sucesor de Pedro, el Vicario de Cristo. Y os estamos muy reconocidos por este gesto de cortesía deferente. A decir verdad, extraños como somos al deporte vuestro, experimentamos cierto embarazo para hablaros con competencia y profundidad sobre el esquí náutico.

Pero, vosotros lo sabéis, nuestros predecesores y Nos mismo hemos expresado siempre una viva simpatía por el deporte, que se manifiesta de muchas maneras y que se lleva a diversas aplicaciones, con tal que sean bien practicadas y con tal que tiendan a la formación y al desarrollo armonioso del cuerpo humano, que apunten a las cualidades del espíritu y al dominio de sí mismo. Vuestra experiencia personal os enseña todo aquello que puede aportar al desarrollo de la persona humana la sana práctica del deporte; vosotros comprendéis también que experimentamos por él benevolencia, admiración y que no dejamos de alentar en esto a los jóvenes.

De ahí que hayamos buscado en el patrimonio de la Iglesia, en los tesoros de la Escritura y en los recuerdos de la Hagiografía algunos pasajes que se refieran de cerca o de lejos al deporte que vosotros practicáis. Hay no pocas piadosas tradiciones de aquellos santos que anduvieron sobre las aguas, como San Raimundo de Peñafort o San Juan Cancio, y de algunos otros para quienes las aguas no fueron jamás un obstáculo serio a sus deseos ardientes de evangelizar el mundo.

Pero nosotros preferimos mucho más detenernos en aquella escena grandiosa que recoge el Evangelio. En medio de la noche, después de haber orado solo sobre una colina; Jesús marcha sobre las olas para alcanzar la barca de sus discípulos, sacudida por el viento en medio del lago de Genesaret: “En la cuarta vigilia de la noche fue hacia ellos andando sobre las aguas” (Mt 14, 25). Sin duda, conocíais este episodio. A los apóstoles, impresionados par esta aparición insólita, Jesús se da a conocer, y Pedro, siempre más decidido, le pide que pueda ir hasta Él. Jesús le llama, y Pedro, saltando de la barca donde se encuentra, camina sobre las olas. Pero muy pronto, agitado por el viento y las olas, he aquí que empieza a hundirse, y el Maestro le coge, reprochándole su falta de fe.

Pues bien, podría establecerse un paralelismo entre el esquí náutico y la escena evangélica que acabamos de evocar. Pero esto sería una pobre exégesis, y Nos queremos más bien deducir de ella una simple y profunda lección que no dejará de acudir a vuestra memoria cada vez que os entreguéis a vuestro deporte favorito. Por el dominio sobre el elemento líquido el Señor Jesús quiso manifestar a sus apóstoles, todavía titubeantes, no un poder maravilloso, sino que El era el mismo Hijo de Dios, el Maestro de todo el mundo creado y que su mensaje venia ciertamente de Dios y debía ser creído; por este andar sobre las aguas Jesús invita a sus discípulos a adherirse con fe a toda la revelación cristiana y a las realidades sobrenaturales, que no se ven ni se tocan, pero que no son menos verdaderas que las de este mundo natural que cae bajo nuestra experiencia. Que esta imagen de Jesús caminando sobre el lago permanezca grabada en vuestras memorias; que os recuerde también que el espíritu debe dominar la materia, anunciando y preparando de algún modo la resurrección de los cuerpos, que le dará su pleno desarrollo (1 Cor 15, 43).

Sólo Nos resta hacer votos sinceros por vuestras competiciones pacíficas y leales. Que ganen los mejores y que todos mejoren sus posibilidades. Y en prenda de nuestra benevolencia, invocamos de todo corazón sobre cada uno de vosotros la abundancia de las bendiciones celestiales.



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