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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
A LOS MIEMBROS DEL GRUPO DE TRABAJO PARA LAS RELACIONES
CON LOS PARLAMENTOS NACIONALES Y LA OPINIÓN PÚBLICA
DE LA ASAMBLEA CONSULTIVA DEL CONSEJO DE EUROPA*

Jueves 8 de abril de 1965

 

Nos acogemos con verdadero regocijo al Grupo de Trabajo para las relaciones con los Parlamentos nacionales y la opinión pública, de la Asamblea Consultiva del Consejo de Europa.

Nada de cuanto pueda acercar a los hombres entre si puede ser ajeno a nuestro ministerio. Especialmente lo que concierne al porvenir del continente europeo –Nos mismo lo decíamos días pasados– se afianza en nuestro espíritu y de buen grado tomamos la oportunidad para reafirmarlo, en cuanto ella se presenta.

No es, por cierto que sea de la competencia de la Iglesia decidir las mejores soluciones políticas que hay que adoptar para alcanzar el fin perseguido. Pero ese fin es el que nos interesa y que está felizmente formulado en una de las últimas «recomendaciones» de vuestra Asamblea Consultiva; «la realización de una unión europea que sea lo más estrecha posible en lo que concierne a los vínculos entre los países de Europa, y al mismo tiempo lo más amplia posible en cuanto a sus fronteras» (Recomendación N° 408, § 11, 25-26 enero 1965).

La evolución de los acontecimientos no sigue siempre desdichadamente el sentido de esta realización. ¿Es ello una razón para desalentarse, para abandonar una causa tan difícil de hacer avanzar? ¿Habría entonces, pese a los comienzos, que fueron tan alentadores, que resignarse a volver atrás, a sentenciar por un tiempo al ideal divisado, de una unión más profunda, más coherente, dejar todavía en la espera a esa Europa que, por momentos, parece que se apresura poco por lograr su unión?

Dios no lo permita, Señores. Serían Ustedes los primeros en protestar contra esa actitud derrotista, Ustedes que en cierta manera son los «misioneros» de la idea europea. ¿No es acaso a Ustedes a quienes le toca la delicada tarea de ir, de capital en capital, a estudiar la inserción de las medidas promovidas por la Asamblea Consultiva del Consejo de Europa, en las legislaciones de los diversos Países?

¿Cómo lo lograrían Ustedes si no tuvieran confianza y fe en la causa que sirven? Por otra parte, si no faltan las dificultades, tampoco aparecen en el horizonte signos alentadores. La prensa nos informaba días pasados de la fusión de los ejecutivos de tres comunidades europeas, nueva etapa, de alcance limitado pero significativo, en el camino, de la unión.

Con una nota de optimismo y de esperanza, Nos queremos despedirnos de Ustedes, animándoles vivamente a la feliz continuación de sus trabajos, sobre los cuales Nos invocamos de todo corazón, así como para todos ustedes y todos sus seres queridos, la abundancia de las divinas bendiciones.


*ORe (Buenos Aires), año XV, n°654 p.3.

 



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