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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI 
A LA ASAMBLEA MUNDIAL DE LA JUVENTUD 
ORGANIZADA POR LA FAO
*

Sábado 16 de octubre de 1965

 

Señor Director General,
queridos amigos:

Nos sentimos muy felices de recibiros y de daros la bienvenida. Miembros de la Asamblea mundial de la juventud, reunidos por invitación del señor Sen y bajo los auspicios de la FAO, os disponéis a reunir a todos los jóvenes del mundo entero para luchar eficazmente contra el hambre.

La Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura no podía ciertamente celebrar mejor su vigésimo aniversario sino dirigiéndose decididamente a millones de jóvenes del mundo para pedirles que consagren sus energías a combatir el hambre del mundo.

Hoy en día, todo hombre digno de llamarse así se debe sentir personalmente interesado por el sufrimiento y la miseria de los demás. ¿Y qué miseria es mayor que la del niño subalimentado que no tiene ni siquiera la fuerza para esbozar una sonrisa, la del adolescente prisionero de su desnudez y destinado a no tener jamás acceso a lo que parece una existencia, normal para los más afortunados?

Es un deber para toda la humanidad de tomar conciencia en forma más profunda de la necesidad imperiosa de satisfacer la primera y esencial necesidad de todos los hombres, la de comer cuando tienen hambre, para permitir que ese don de Dios que es la vida se pueda desarrollar plenamente. Como decía el Sr. Director General, Sr. Sen, en la vigilia del Congreso eucarístico de Bombay, el 29 de noviembre del año pasado: «Estar sólo semi-nutridos, no es sino estar semi-vivos» y agregaba con acierto: «Si no se lo escucha, el llanto de los pobres se transformará fatalmente en una enorme sublevación de los desheredados».

Que los jóvenes a quienes, gracias a Dios, no les falta que comer, puedan escuchar el grito desesperado de todos aquellos que viven en la miseria y se pongan a su servicio con generosidad y entusiasmo. Que actúen valientemente para asegurar a todos, con la posibilidad de poder vivir, un porvenir mejor. ¿Qué otra causa podría ser más digna de estimular en estos jóvenes su ardor y su ingenio?

Una noble tarea se abre a vuestras iniciativas: tocar el espíritu y el corazón de los hombres, despertar la conciencia de las naciones, mover a los poderes públicos para que aporten sus esfuerzos y concedan los recursos necesarios. En una palabra, crear una corriente unánime en la opinión pública y una voluntad común, para poner término a la espantosa tragedia de tantas existencias mutiladas: es la conciencia de la humanidad la que debemos abrir a su deber de solidaridad total. Por Nuestra parte, Nos hemos querido dedicarnos a esta tarea en Nuestro viaje a las Naciones Unidas y haremos todo lo que esté en Nuestro poder para suscitar en este campo la colaboración indispensable de los cristianos y de todos los hombres de buena voluntad. También Nos hacemos Nuestras las palabras de aliento que Nuestro predecesor el Papa Juan XXIII dirigió a la FAO en una circunstancia semejante: «Queremos manifestar cuán oportunas juzgamos estas nuevas iniciativas y cuánto deseamos que se beneficien con una universal colaboración» (AAS. t. LV, 1963, p. 344).

Sí, es un drama de vida o muerte para la humanidad, que debe unirse para sobrevivir y por lo tanto aprender ante todo a compartir el pan de cada día. Para el cristiano, que sabe reconocer en todo ser hambriento el rostro doliente de su Salvador, el tan conocido texto del Evangelio de San Mateo sigue siendo la carta fundamental de su acción: «Porque tuve hambre y me disteis de comer... cuantas veces hicisteis esto a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis... y cuando dejasteis de hacerlo con uno de estos pequeños, conmigo dejasteis de hacerlo» (Mt 23, 35, 40 y- 45).

Jóvenes de hoy, que tenéis la suerte de vivir en un mundo en que la técnica pone sin cesar en mano de los hombres nuevos y prodigiosos medios, depende de vosotros –pues vosotros sois el futur – que estos medios sean realmente puestos al servicio de todos los hombres, para que el mundo de mañana sea diverso del de hoy, para que sea fraterno y pacífico.

Jóvenes, sabed abrir los ojos sobre el mundo que tiene hambre y aportad vuestra generosa contribución a las campañas de la FAO. Dad de vuestro dinero, dad algo de vuestro tiempo, dad sobre todo algo de vosotros mismos: seréis así verdaderos hermanos para vuestros hermanos y el Señor, Padre de todos los hombres, os bendecirá. Nos se lo pedimos de todo corazón, mientras Nos os impartimos Nuestra especial Bendición Apostólica.

 


*ORe (Buenos Aires), año XV, n°682, p.3.

 



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