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 DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI 
AL EMBAJADOR DE
LA REPÚBLICA MALAGACHE
ANTE LA SANTA SEDE
*

Jueves 11 de junio de 1970

 

Somos muy sensibles a los delicados sentimientos que Vuestra Excelencia acaba de expresarnos y agradecemos vivamente los filiales votos que nos habéis presentado. De todo corazón os damos la bienvenida a este palacio apostólico en este comienzo de vuestra misión.

Representáis cerca de nosotros a S. E. el señor Philibert Tsiranna, Presidente de la República Malgache. Hemos seguido con una viva emoción y afectuoso interés su reciente enfermedad: os confiamos el cuidado de llevarle, con el testimonio de nuestro cordial recuerdo, nuestros mejores deseos por su restablecimiento y la seguridad de nuestra oración por sus intenciones.

Vuestra Excelencia sabe toda la simpatía que sentimos hacia el noble pueblo malgache. Con todos sus hijos hemos compartido sus pruebas, cuando el terrible ciclón Jano abatió recientemente vuestro país sembrando la destrucción y dejando a numerosas familias sin cobijo y sin recursos. Esperamos que estas dificultades sean pronto superadas.

Sabéis también la alta estima que tenemos a vuestros compatriotas, y cuánto apreciamos el rico patrimonio de su sabiduría ancestral, su alma profundamente religiosa, su sentido de la vida familiar, su espíritu pacífico y conciliador, así como la manera con que han sabido ocupar el lugar que le corresponde en el concierto de las naciones y en el seno de la Iglesia.

Enraizada en este humus fecundo de valores humanos, la fe llevada allí por generosos misioneros ha podido desplegarse ampliamente en vosotros, marcando a su vez el alma malgache con este enriquecimiento inigualable debido a los dones de Dios. Con nuestros estimados hermanos, los obispos de vuestro país, invitamos a nuestros hijos católicos a esta doble y benéfica fidelidad. Al servicio del bien común, la unión en todos sus compatriotas, deseamos que pongan en obra generosamente sus talentos y sus responsabilidades, para realizar esta gran obra del desarrollo material, social, cultural y espiritual, en el que vuestra nación trabaja tan activamente. El Evangelio nos urge, en efecto, para que hagamos brillar en todas partes el espíritu de servicio, de justicia, de paz y de amor, sin el cual nuestro mundo no podría llegar a ser esta comunidad humana que los hombres buscan tan ardientemente.

Con estos sentimientos invocamos de todo corazón las gracias de Dios sobre todo el pueblo malgache en prenda de un fecundo porvenir material y espiritual para la gran Isla. Y, al desearos una fructuosa misión ante la Santa Sede, os damos, señor Embajador, junto con vuestra familia y todos cuantos os son queridos, nuestra fraternal bendición apostólica.


* L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.25 p.8.

 



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