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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL
EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE HAITÍ ANTE LA SANTA SEDE*

Lunes 12 de octubre de 1970

 

Señor Embajador:

Las amables palabras que Vuestra Excelencia acaba de dirigirnos como Embajador de Haití ante la Santa Sede constituyen para nosotros un motivo de satisfacción y una fuente de esperanza. Deseamos ver en ellas el presagio de un fecundo trabajo y de una acción constante en pro del bienestar de la República de Haití cuya población es continuamente para nosotros objeto de viva solicitud.

Sabéis, Excelencia, cuál es el lugar de la Iglesia en la sociedad. Su misión no es la de ejercer un poder terrestre sino la de anunciar la Buena Nueva del Evangelio. Así, el reciente Concilio Ecuménico ha indicado a través de su enseñanza autorizada, en particular en la Constitución pastoral « Gaudium et Spes », cómo los discípulos de Cristo deben llevar en el corazón el afán de estar en primera línea entre los que trabajan por la construcción de un mundo más justo y fraterno.

Se trata, pues, de un programa pacífico y de progreso espiritual, moral y material, el que la Iglesia, como expresamos en la Encíclica « Populorum Progressio », desea promover siempre y por doquier, en un espíritu de servicio desinteresado, por encima de toda frontera de raza e ideología, con la colaboración de todos los de buena voluntad, para transformar el mundo en una comunidad solidaria, donde cada persona, como cada grupo social y nacional, sean respetados, en un clima de justicia y de paz.

Con estos sentimientos, acogemos los votos de su Excelencia el Sr. Presidente de la República de Haití, que amablemente usted nos ha trasmitido, y así deseamos para usted mismo una feliz misión ante esta Sede Apostólica. Repitiendo nuestro afecto por el noble pueblo de Haití, invocamos sobre él las mejores bendiciones divinas.

 


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.43, p.6.

 



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