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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DEL ECUADOR
ANTE LA SANTA SEDE*

Lunes 5 de julio de 1976

 

Señor Embajador,

Nos es grato dar hoy nuestra cordial bienvenida a Vuestra Excelencia, en este acto de presentación de las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario del Ecuador ante la Santa Sede.

En las deferentes palabras de saludo que acaba de pronunciar, ha puesto de relieve Vuestra Excelencia los estrechos lazos de acendrado entendimiento y de religiosa vinculación, que unen a su País con la Sede Apostólica. Ciertamente, la fe católica que constituye un elemento primordial en la configuración de vuestra historia y personalidad patrias, sigue iluminando las conciencias y también impulsando iniciativas dentro de la noble Nación ecuatoriana.

Esto mismo, como ha dicho Vuestra Excelencia, atestigua felizmente una presencia fecunda de la Iglesia en Ecuador, la cual, en el cumplimiento fiel de su misión, se ha prodigado incansablemente en esa labor de cultivar tantas instituciones que, alimentadas en la fuente de verdad, de justicia y de paz del mensaje evangélico, propugnan dar a los individuos y a la sociedad una auténtica dimensión humana y cristiana.

No abrigando en su misión miras temporales, la Iglesia no desea más que estar al lado de sus hijos compartiendo sus realidades y esperanzas. Y en este anhelo de servicio libre y desinteresado vemos con íntimo gozo la labor que lleva a cabo el Episcopado del Ecuador, secundado por sus sacerdotes, religiosos y fieles.

Tenemos pues plena confianza en que la Iglesia en el Ecuador seguirá infundiendo en los corazones el estímulo hacia lo mejor, a acrecentar los valores morales y religiosos, primacía del espíritu, que ponen de manifiesto la inviolable dignidad del hombre, tutelan la convivencia fraterna y promueven el progreso integral del individuo y de la comunidad con la decidida colaboración de todos.

Al formular estos votos que convertimos en plegaria ante el Altísimo, queremos también asegurarle, Señor Embajador, nuestra benevolencia para el feliz cumplimiento de su misión. Le pedimos finalmente que se haga intérprete de nuestros mejores votos y sentimientos ante las Supremas Autoridades. Estos votos y sentimientos los extendemos gustosamente a todos los amados hijos del Ecuador, sobre el que imploramos la constante ayuda divina.


*AAS 68 (1976), p.473-474.

Insegnamenti di Paolo VI, vol. XIV, p.539-540.

L’Attività della Santa Sede 1976, p.185-186.

L'Osservatore Romano 5-6.7.1976, p.1.

L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.28, p.10.

 



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