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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL EMBAJADOR DE JAPÓN
ANTE LA SANTA SEDE
*

Sábado 2 de octubre de 1976

 

Señor Embajador: Vuestra Excelencia acaba de manifestarnos, con expresiones elevadas, los sentimientos que le inspiran al iniciar su misión de Embajador extraordinario y plenipotenciario del Japón ante la Santa Sede. Nos le quedamos vivamente agradecido, lo mismo que a Su Majestad el Emperador Hiro-Hito, de quien Vuestra Excelencia Nos ha transmitido los nobles sentimientos, y a quien Nos le rogamos que manifieste nuestra gratitud.

Para evocar el espíritu con el que Vuestra Excelencia quiere proseguir la obra ya iniciada a favor de una comprensión cada vez más estrecha entre la Santa Sede y su país, habéis tenido la delicada atención de recordar unas palabras que Nos dirigimos durante el mes de febrero de 1975 a su eminente predecesor. Más que en cualquier otro tiempo, en efecto, las aspiraciones a la justicia, a la libertad y a la paz, se presentan como inseparables del deseo de verdad en torno al sentido de la vida y de los valores supremos, de los que Díos es fuente y término: este es el pan espiritual sin el cual la prosperidad material queda vacía de significado. En la voluntad de favorecer tal búsqueda pueden realmente converger todas las civilizaciones que comparten como común denominador la preocupación por el auténtico desarrollo humano. Las comunidades católicas japonesas – que nos son tan queridas – dan, a su manera, testimonio de esta fecunda posibilidad.

Por esta razón, Nos estamos seguros de que, durante su estancia en Roma, a la que tantos de sus compatriotas tienen el gusto de visitar, Vuestra Excelencia hallará en todas partes una acogida inspirada en este ideal y al mismo tiempo numerosos testimonios nacidos del Evangelio en la vida de la Iglesia de ayer y de hoy. Reciba, pues, los deseos mejores y más cordiales que Nos expresamos con relación a su persona para el cumplimiento de su alta misión; puede estar seguro de los sentimientos de estima y simpatía que Nos alimentamos para con el pueblo japonés, sobre el cual Nos invocamos la asistencia del Todopoderoso.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.43 p.10.



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