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DISCURSO DEL SANTO PADRE PÍO XII
SOBRE EL PARTO NATURAL SIN DOLOR
*

Domingo 8 de enero de 1956

 

Nos han informado acerca de un nuevo adelanto de la ginecología y Nos han suplicado que adoptásemos una posición en relación a aquél desde el punto de vista moral y religioso. Se trata del parto natural, sin dolor, en el cual no se utiliza ningún medio artificial, sino que únicamente se ponen en juego las fuerzas naturales de la madre.

En Nuestra alocución a los miembros del IV Congreso Internacional de Médicos Católicos, del 29 de septiembre de 1949[1] decíamos que el médico se propone al menos mitigar los males y los sufrimientos que afligen al hombre. Mencionábamos entonces al cirujano, que se esfuerza por evitar lo más posible el dolor en las intervenciones necesarias; al ginecólogo, que procura disminuir los sufrimientos en el nacimiento, sin poner en peligro ni a la madre ni al niño y sin menoscabar los lazos del afecto maternal, que —según se afirma— se anudan ordinariamente en aquel momento. Esta última observación se refería a un procedimiento utilizado por entonces en la Casa de maternidad de una gran ciudad moderna: para evitar los dolores a la madre se le había provocado un estado de hipnosis profunda, pero se comprobó que este procedimiento llevaba consigo una indiferencia afectiva hacia el niño. Algunos, sin embargo, piensan que se puede explicar este hecho de otra manera.

Aleccionados por esta experiencia, en ocasiones sucesivas tuvieron cuidado de despertar a la madre varias veces, durante algunos momentos a lo largo del desenvolvimiento del parto; así se consiguió evitar lo que se temía. Una comprobación análoga se pudo obtener con una narcosis prolongada.

El nuevo método, del cual queremos hablar ahora, no tiene ese peligro; deja a la parturienta su plena conciencia, desde el principio hasta el final, y el pleno uso de sus fuerzas psíquicas (inteligencia, voluntad, afectividad); no quita o, según otros, no disminuye más que el dolor.

¿Qué posición es preciso adoptar con relación a este método desde el punto de vista moral y religioso?

I. ESQUEMA DEL NUEVO MÉTODO

1. Su relación con la experiencia del pasado

En primer lugar, el parto sin dolor, considerado como un hecho corriente, está en neto contraste con la común experiencia humana, la de hoy y también la del pasado y de los tiempos más remotos.

Las investigaciones más recientes indican que algunas madres dan a luz sin sentir ningún dolor, aunque no se haya utilizado analgésico o anestésico alguno. Demuestran también que el grado de intensidad de los sufrimientos es menor en los pueblos primitivos que en los civilizados; si es de intensidad media en muchos casos, resulta todavía elevado para la mayor parte de las madres, y hasta no es raro que sea insoportable. Tales son las observaciones actuales.

Lo mismo se debe decir de los tiempos pasados, en cuanto las fuentes históricas permiten comprobar el hecho. Los dolores de las mujeres en el parto eran proverbiales; se hacía referencia a ellos para expresar un sufrimiento muy vivo y angustioso, y la literatura, tanto profana como religiosa, nos ofrece las pruebas. Ese modo de hablar es corriente, en efecto, aun en los textos bíblicos del Antiguo y del Nuevo Testamento, sobre todo en los escritos de los profetas. Nos citaremos aquí algunos ejemplos. Isaías compara a su pueblo con la mujer que, en el instante del alumbramiento, sufre y se queja (cf. Is 26,17). Jeremías, que ve delante al aproximarse del juicio de Dios, dice: «Oigo gritos como de mujer en parto; alaridos como los de una mujer que da a luz por vez primera» (Jer 4,31). En la tarde anterior a su muerte, el Señor compara la situación de sus Apóstoles a la de la madre que espera el momento del alumbramiento: «La mujer cuando pare siente tristeza, porque llega su hora. Pero cuando ha dado a luz un hijo, ya no se acuerda de la tribulación por el gozo que tiene de haber venido al mundo un hombre» (Jn 16,21).

Todo esto permite afirmar, como un hecho aceptado entre los hombres de ayer y de hoy, que la madre da a luz en el dolor. Y a esto se opone el nuevo método.

2. El nuevo método considerado en sí mismo

a) Consideraciones generales preliminares hechas por los partidarios del nuevo método

Dos consideraciones generales, hechas por los partidarios de este método, guían y orientan al que quiere delinear sus rasgos principales: la primera se refiere a la diferencia entre la actividad indolora y la actividad dolorosa de los órganos y de los miembros; la otra, al origen del dolor y a su relación con la función orgánica.

Las funciones del organismo, se dice, cuando son normales y se realizan como deben, no van acompañadas de sensaciones dolorosas; éstas denotan la presencia de alguna complicación; de otra forma, la naturaleza estaría en contradicción consigo misma, dado que asocia el dolor a un proceso determinado, con el fin de provocar una reacción de defensa y de protección contra lo que le sería nocivo. El parto normal es una función natural y, por lo tanto, debería producirse sin dolor. ¿De dónde, pues, viene éste?

La sensación de dolor —se responde— viene de la corteza cerebral, y está regulada por ella, siendo allí donde llegan las excitaciones y señales de todo el organismo. Sobre éstas, el órgano central reacciona de manera muy distinta; algunas de estas reacciones (o reflejos), reciben de la naturaleza un carácter preciso y están asociadas por ella a procesos determinados (reflejos absolutos); para otras, por lo contrario, la naturaleza no ha fijado ni su carácter ni sus conexiones, sino que están determinadas de otra manera (reflejos condicionados).

Las sensaciones de dolor están en el número de los reflejos (absolutos o condicionados), que tienen su origen en la corteza cerebral. La experiencia ha probado que, gracias a las asociaciones establecidas arbitrariamente, es posible provocar sensaciones de dolor aun cuando la excitación que las provoca sea de por sí totalmente incapaz de ello.

En las relaciones humanas, esos reflejos condicionados tienen por agentes más eficaces y más frecuentes el lenguaje, la palabra hablada o escrita o, si se quiere, la opinión que reina en un ambiente y que todos comparten y expresan por medio del lenguaje.

b) Elementos del nuevo método

Así se comprende el origen de las vivas sensaciones de dolor sentidas en el alumbramiento: éstas son consideradas por ciertos autores como debidas a reflejos condicionados —opuestos— desencadenados por erróneos complejos ideológicos y afectivos.

Los discípulos del ruso Pavlov (fisiólogos, psicólogos, ginecólogos), sacando partido de las investigaciones de su maestro sobre los reflejos condicionados, presentan en sustancia la cuestión de la manera siguiente:

a) fundamento

El parto no ha sido siempre doloroso, pero se ha hecho tal en el curso de los tiempos a causa de los "reflejos condicionados". Estos han podido tener su origen en un primer parto doloroso; quizá la herencia tiene allí también su parte, pero éstos no son más que factores secundarios. El motivo principal de ello es el lenguaje y la opinión del ambiente que él manifiesta: el alumbramiento —dicen— es "la hora difícil de la madre", es una tortura impuesta por la naturaleza que entrega a la madre, indefensa, a sufrimientos insoportables. Esta asociación, creada por el ambiente, provoca el temor del alumbramiento y el temor a los dolores terribles que lo acompañan. Así, cuando las contradicciones musculares del útero se hacen sentir, al principio del parto, surge la reacción de defensa del dolor; este dolor provoca una contracción muscular y ésta, a su vez, un acrecentamiento de dolores. Los dolores, pues, son reales, pero se derivan de una causa falsamente interpretada. En el parto, son reales las contracciones normales del útero y las sensaciones orgánicas que lo acompañan; pero estas sensaciones no son interpretadas por los órganos centrales como lo que realmente son: simples funciones naturales; en virtud de los reflejos condicionados, y en particular del enorme temor, se convierten en sensaciones dolorosas.

b) finalidad

Tal sería la génesis de los dolores puerperales.

De aquí se deduce cuál ha de ser el fin y la tarea de la obstetricia sin dolor. Aplicando los conocimientos científicos adquiridos, debe primero disociar las asociaciones que ya existen entre las sensaciones normales de las contracciones del útero y las reacciones de dolor de la corteza cerebral. De este modo se anulan los reflejos condicionados negativos. Al mismo tiempo hay que crear nuevos reflejos, positivos, que reemplazarán a los reflejos negativos.

c) aplicación práctica

La aplicación práctica consiste en dar en primer lugar a las madres (mucho antes de la época del alumbramiento) una enseñanza profunda, adaptada a su capacidad intelectual, sobre los procesos naturales que se desarrollan en ellas durante el embarazo, y de un modo particular durante el parto. Ellas conocían ya estos procesos naturales de alguna manera, pero las más de las veces sin percibir claramente su conexión. Así, muchas cosas quedaban todavía envueltas en una oscuridad misteriosa y se prestaban incluso a falsas interpretaciones. Los reflejos condicionados característicos adquirían también una fuerza de acción considerable, mientras la angustia y el temor encontraban en ellos un elemento constante. Todos estos elementos negativos serían eliminados por la enseñanza antedicha.

Al mismo tiempo se hace un insistente llamamiento a la voluntad y al sentimiento de la madre con el fin de que no permita surgir sentimientos de temor infundados o que como tales les han sido presentados; hay también que rechazar una impresión de dolor que quizá tendería a manifestarse, pero que en todo caso no está justificada y no se basa, como se les ha enseñado, más que en una falsa interpretación de las sensaciones orgánicas naturales del útero que se contrae. Sobre todo, se procura llevar a las madres a estimar la grandeza natural y la dignidad de lo que ellas cumplen en el momento de dar a luz. Se les dan también explicaciones técnicas detalladas de lo que es necesario hacer para asegurar el perfecto desarrollo del alumbramiento; se les enseña, por ejemplo, cómo han de poner exactamente en movimiento la musculatura, cómo han de respirar bien. Esa enseñanza se da bajo la forma de ejercicios prácticos para que la técnica haya llegado a serles familiar en el momento del parto. Se trata, pues, de guiar a las madres y de ponerlas en condiciones de que soporten el parto, no de un modo puramente pasivo, como si se tratase de un proceso fatal, sino adoptando una postura activa, influyendo en él con la inteligencia, la voluntad, la afectividad, de suerte que se realice en el sentido querido por la naturaleza y con ella.

Mientras dura el parto, la madre no está abandonada a sí misma; está asistida y con el control permanente de un personal formado según las nuevas técnicas y que le recuerda lo que ella ha aprendido, le indica en el momento oportuno lo que tiene que hacer, evitar o modificar, y que en caso necesario rectifica rápidamente sus errores y la ayuda a corregir las anomalías que se pudieran presentar.

Tal es en lo esencial, según los investigadores rusos, la teoría y la práctica del parto sin dolor. Por su parte, el inglés Grantly Dick Read ha presentado una teoría y una técnica análoga en un cierto número de puntos; sin embargo, en sus principios filosóficos y metafísicos se aleja sustancialmente de la misma, ya que no se apoya como aquéllos en una concepción materialista.

d) extensión y éxito

Por lo que se refiere a la extensión y al éxito del nuevo método (llamado método psico-profiláctico), se afirma que en Rusia y China se ha utilizado ya en centenares de millares de casos. Se ha implantado también en diversos países de Occidente; varias maternidades municipales han puesto a su disposición particulares secciones. Las Casas de maternidad organizadas exclusivamente según estos principios, son poco numerosas hasta el día de hoy en Occidente; Francia, entre otras, tiene una (comunista) en París; también en Francia, dos instituciones católicas, en Jallieu y Cambrai, han adoptado completamente este método en sus salas, sin sacrificar lo que había resultado bueno anteriormente.

En cuanto al éxito, se afirma que es muy importante: de los alumbramientos acaecidos de esta manera, de un 85 a un 90 por 100 lo han sido realmente sin dolor.

II. VALORACIÓN DEL NUEVO MÉTODO

1. Valoración científica

Después de haber trazado el esquema de este método, pasamos a su valoración. En la documentación que se Nos ha enviado se encuentra esta nota característica: "Para el personal, la primera exigencia indispensable es la fe incondicional en el método". ¿Será posible exigir una fe absoluta de este género, sobre la base de resultados científicos seguros?

El método contiene, sin duda, elementos que se deben considerar como científicamente probados; algunos tienen sólo una gran probabilidad; otros no son más (por lo menos en este momento) que de índole problemática. Está científicamente comprobado que existen reflejos condicionados en general; que determinadas representaciones o ciertos estados afectivos pueden asociarse con determinados acontecimientos, y que este caso puede verificarse para las sensaciones de dolor. Pero que esté ya probado (o por lo menos que se pueda probar) que los dolores del alumbramiento son debidos únicamente a esta causa, no es una verdad evidente para todos en la hora actual. También algunos críticos serios formulan reservas respecto al axioma que se afirma casi a priori: "Todos los actos fisiológicamente normales y, por lo tanto, el nacimiento normal, deben realizarse sin dolor, pues, en caso contrario, la naturaleza estaría en contradicción consigo misma". Ellos no admiten que sea universalmente válido sin excepción, ni que la naturaleza estaría en contradicción consigo misma, si hubiera hecho del parto un acto intensamente doloroso. En efecto, dicen, sería perfectamente comprensible fisiológica y psicológicamente que la naturaleza, preocupada por la madre que engendra y por el niño engendrado, logre con ello que se tenga conciencia, de una manera ineluctable, de la importancia de este acto y quiera así obligar a que se tomen las medidas necesarias con relación a la madre y al niño.

Dejemos a los especialistas competentes la comprobación científica de estos dos axiomas, que unos sostienen como ciertos y otros como discutibles; sin embargo, es necesario, para decidir acerca de la verdad o falsedad, atenerse a un criterio objetivo decisivo: "El carácter científico y el valor de un descubrimiento se deben apreciar exclusivamente en relación a su conformidad con la realidad objetiva". Es importante no descuidar aquí la distinción entre "verdad" y "afirmación" ("interpretación", "subsunción", "sistematización") de la verdad. Si la naturaleza ha hecho el parto sin dolor en la realidad de los hechos, si después ha llegado a ser doloroso a causa de los reflejos condicionados, si puede de nuevo llegar a ser sin dolor, si todo esto no es solamente afirmado, interpretado, construido sistemáticamente, sino que puede realmente demostrarse, se deduce que los resultados científicos son verdaderos. Si esto no es así, o no es, al menos por ahora, posible obtener una certeza completa a este respecto, es necesario abstenerse de toda afirmación absoluta y considerar las conclusiones obtenidas como "hipótesis" científicas.

Renunciando a dar un juicio definitivo sobre el grado de certeza científico del método psico-profiláctico, pasamos a examinar el problema desde el punto de vista moral.

2. Valoración ética

Este método ¿es moralmente irreprensible? La contestación, que debe tener en cuenta el objeto, el fin y el motivo, se enuncia brevemente: "En sí mismo, no tiene nada de reprobable desde el punto de vista moral".

La enseñanza dada sobre la obra de la naturaleza en el parto; la corrección de la interpretación falsa de las sensaciones orgánicas y la invitación a corregirla; la influencia ejercida para hacer desaparecer la angustia y el temor infundados; la ayuda concedida para que la parturienta colabore oportunamente con la naturaleza, conserve su calma y el dominio de sí misma; una conciencia acrecentada sobre la grandeza de la maternidad en general y, en particular, sobre la hora en que la madre da a luz al hijo; todos estos son valores positivos a los cuales no hay nada que reprochar; son beneficios para la parturienta y están plenamente conformes con la voluntad del Creador. Visto y entendido de esta manera, el método es una ascesis natural que protege a la madre contra la superficialidad y la ligereza, ejerce un influjo positivo sobre su personalidad, para que en una hora tan importante como es la del alumbramiento, manifieste la firmeza y la solidez de su carácter. Todavía bajo otros aspectos, el método puede dar resultados morales positivos. Si se logra eliminar el dolor y el temor al alumbramiento, se disminuye a menudo, por lo mismo, el incentivo a cometer acciones inmorales en el uso de los derechos del matrimonio.

En lo que se refiere a los motivos y a la finalidad de los auxilios prestados a la parturienta, la acción material, como tal, no lleva consigo ninguna justificación moral, ni positiva ni negativa; es asunto que corresponde a quien preste su ayuda. Puede y debe llevarse a cabo por motivos y fines irreprochables, tales como el interés presentado por un hecho puramente científico; el sentimiento natural y noble que hace estimar y amar en la madre a la persona humana, que quiere hacerle el bien y asistirla; una disposición profundamente religiosa y cristiana, que se inspira en ideales de un cristianismo vivo. Pero puede suceder que la asistencia busque un fin y obedezca a motivos inmorales; en este caso, es la actividad personal del que presta la ayuda la que sufre el perjuicio; el motivo inmoral no transforma la asistencia buena en una cosa mala, al menos en lo que se refiere a su estructura objetiva; e, inversamente, una asistencia buena en sí no puede justificar un motivo malo o dar la prueba de su bondad.

3. Valoración teológica

Falta decir una palabra acerca de la valoración teológica y religiosa, en cuanto se la distingue del valor moral en sentido estricto. El nuevo método se presenta a menudo como formando parte de una filosofía y de una cultura materialista y en oposición a la Sagrada Escritura y al cristianismo.

La ideología de un investigador y de un sabio no es en sí una prueba de la verdad y del valor de lo que ha descubierto y expuesto. El teorema de Pitágoras o (para no salir del campo de la Medicina) las observaciones de Hipócrates, que se han reconocido exactas, los descubrimientos de Pasteur, las leyes de la herencia de Mendel, no deben la verdad de su contenido a las ideas morales y religiosas de sus autores. No son ni "paganas" porque Pitágoras e Hipócrates eran paganos, ni "cristianas" porque Pasteur y Mendel eran cristianos. Estos adelantos científicos son verdaderos porque —y en la medida en que— responden a la realidad objetiva.

Del mismo modo, un investigador materialista puede hacer un descubrimiento científico real y verdadero; pero esta aportación no constituye de ninguna manera un argumento a favor de sus ideas materialistas.

El mismo razonamiento vale para la cultura a la cual pertenece un sabio. Sus descubrimientos no son verdaderos ni falsos porque hayan salido de tal o cual cultura, de la cual él ha recibido la inspiración y que ha impreso en él un sello profundo.

Las leyes, la teoría y la técnica del parto natural, sin dolor, son válidas, sin duda, pero han sido elaboradas por sabios que en su mayoría profesan una ideología, pertenecen a una cultura materialista; esta ideología y esta cultura no son verdaderas porque los resultados científicos citados anteriormente lo sean. Y aún es mucho menos exacto que los resultados científicos sean verdaderos y hayan sido demostrados tales porque sus autores y las culturas de las que ellos provienen tengan una orientación materialista. Los criterios de la verdad son de otra manera.

El cristiano convencido no encuentra nada en sus ideas filosóficas y en su cultura que le impida ocuparse seriamente, en teoría y en práctica, del método psico-profiláctico; él sabe, como regla general, que la realidad y la verdad no se identifican con su interpretación, subsunción o sistematización, y que, por consiguiente, puede al mismo tiempo aceptar completamente lo uno y rechazar enteramente lo otro.

4. El nuevo método y la Sagrada Escritura

Una crítica del nuevo método, desde el punto de vista teológico, debe particularmente tener en cuenta la Sagrada Escritura, porque la propaganda materialista pretende encontrar una contradicción clarísima entre las verdades de la ciencia y las de la Escritura. En el Génesis (3,16) se lee: «In dolore paries filios» («Darás a luz en el dolor»). Para entender bien estas palabras es necesario considerar la condena impuesta por Dios en el conjunto de su contexto. Infligiendo este castigo a los primeros padres y a su descendencia, Dios no quiso impedir, ni ha impedido a los hombres, el investigar y utilizar todas las riquezas de la creación, hacer que la cultura progrese paso a paso; hacer la vida de este mundo más soportable y más hermosa; suavizar el trabajo y la fatiga, el dolor, la enfermedad y la muerte; en una palabra, someter a sí la tierra (cf. Gn 1,28).

Del mismo modo, castigando a Eva, Dios no quiso impedirle, y no ha impedido a las madres, el utilizar los medios apropiados para hacer el parto más fácil y menos doloroso. A las palabras de la Escritura no es necesario buscar una escapatoria; permanecen verdaderas en el sentido entendido y expresado por el Creador: la maternidad dará mucho que sufrir a la madre. ¿De qué manera precisa ha concebido Dios este castigo y cómo lo ejecutará? La Escritura no lo dice. Algunos pretenden que el parto fue en sus orígenes completamente sin dolor y que se hizo doloroso más tarde (tal vez a consecuencia de una interpretación errónea del juicio de Dios) merced a la auto y hetero-sugestión de las asociaciones arbitrarias, de los reflejos condicionados y a consecuencia del comportamiento equivocado de las parturientas; hasta aquí, sin embargo, estas afirmaciones, en su conjunto, no han sido probadas. Por otra parte, puede ser verdad que un incorrecto comportamiento psíquico o físico de las parturientas sea susceptible de aumentar mucho las dificultades del parto y las haya aumentado en realidad.

La ciencia y la técnica pueden, pues, servirse de las conclusiones de la psicología experimental, de la fisiología y de la ginecología (como en el método psico-profiláctico) con el fin de eliminar las fuentes de errores y los reflejos condicionados dolorosos, y de hacer que el alumbramiento sea lo menos doloroso posible; la Escritura no lo prohíbe.

Consideraciones finales sobre la obstetricia cristiana

Como conclusión, añadimos algunas observaciones sobre la obstetricia cristiana.

La caridad cristiana siempre se ha preocupado de las madres en el momento del parto. Se ha esforzado, e incluso hoy se esfuerza, por procurarles una asistencia eficaz psíquica y física, según el estado de progreso de la ciencia y de la técnica. Quizá sea éste el momento de los nuevos adelantos del método psico-profiláctico, en la medida en que encuentren la aprobación de los estudiosos serios. La obstetricia cristiana puede, aquí, incluir en sus principios y en sus métodos todo lo que es correcto y justificado.

Sin embargo, es de desear que no se contente con esto sólo para las personas capaces de recibir más, y que no deje ninguno de los valores religiosos que ponía en juego hasta ahora. En Nuestra alocución al Congreso de la Asociación Italiana de Comadronas Católicas, del 29 de octubre de 1951[2], hemos hablado con detalle del apostolado que las comadronas católicas son capaces de prodigar y que están llamadas a realizar en el ejercicio de su profesión; por ejemplo, recordábamos el apostolado personal, es decir, el que ejercer por medio de su ciencia, de su arte, de la solidez de su fe cristiana (l. c., p. 837); después, el apostolado de la maternidad, procurando recordar a las madres su dignidad, su seriedad y su grandeza. Aquí se aplica lo que hemos dicho hoy, ya que ellas asisten a la madre en la hora del alumbramiento. La madre cristiana recibe de su fe y de su vida de gracia la luz y la fuerza para poner en Dios una plena confianza, para sentirse bajo la protección de la Providencia y también para aceptar con gusto lo que Dios le mande sufrir; sería, pues, un dolor que la obstetricia cristiana se limitara a ofrecerle auxilios de orden puramente natural, psico-profilácticos.

Dos puntos merecen aquí ser subrayados: el cristianismo no interpreta el sufrimiento o la cruz de un modo puramente negativo. Si la nueva técnica le evita los sufrimientos del parto o los atenúa, la madre puede aceptarla sin ningún escrúpulo de conciencia; pero no está obligada a ello. En caso de éxito parcial o de fracaso, sabe que el sufrimiento puede ser una fuente de bien si lo soporta con Dios y por obedecer a su voluntad. La vida y el sufrimiento del Señor, los dolores que tantos hombres grandes han soportado y hasta han buscado, gracias a los cuales se han perfeccionado y han subido hasta las cumbres del heroísmo cristiano; los ejemplos cotidianos de aceptación resignada de la cruz, que se ofrecen a Nuestra vista, todo esto revela la significación del sufrimiento, de la aceptación paciente del dolor en la economía actual de la salvación, durante el tiempo de esta vida terrenal.

Segunda observación: El pensamiento y la vida cristianas, y consiguientemente la obstetricia cristiana, no atribuyen un valor absoluto a los progresos de la ciencia y a los refinamientos de la técnica. Por lo contrario, un pensamiento y una concepción de la vida, según inspiración materialista, encuentran esta postura natural; les sirve de religión o de sucedáneo de religión. El cristiano, aunque aplauda los nuevos descubrimientos científicos y los utilice, rechaza todo lo que sea apoteosis materialista de la ciencia y de la cultura. Sabe que éstas ocupan un lugar en la escala objetiva de los valores; pero sin que este lugar sea el último, no es tampoco el primero. También, en cuanto a ellas, el cristiano repite hoy como ayer y como siempre: «Buscad ante todo el reino de Dios y su justicia» (Mt 6,33). El más alto, el último valor del hombre, se encuentra no en su ciencia y en sus capacidades técnicas, sino en el amor de Dios y en la entrega a su servicio. Por estas razones, el cristiano, ante el descubrimiento científico del parto sin dolor, se guarda de admirarlo sin reserva o de utilizarlo con un entusiasmo exagerado; lo juzga de una manera positiva y con reflexión, a la luz de la recta razón natural, y de aquella otra luz más viva de la fe y del amor que emana de Dios y de la cruz de Cristo.


* AAS 48 (1956) 82-93.

[1] AAS 41 (1949) 557-561.

[2] AAS 43 (1951) 835 ss.

 



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