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BENEDICTO XVI

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo 16 de octubre de 2011

 

Queridos hermanos y hermanas:

Ayer y hoy ha tenido lugar en el Vaticano un importante encuentro sobre el tema de la nueva evangelización, encuentro que concluyó esta mañana con la celebración eucarística que presidí en la basílica de San Pedro. La iniciativa, organizada por el Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización, tenía como objetivo principal profundizar en los ámbitos de un renovado anuncio del Evangelio en los países de antigua tradición cristiana y, al mismo tiempo, ha propuesto algunos testimonios y experiencias significativas. A esta invitación respondieron numerosas personas de todas partes del mundo, comprometidas en esta misión, que ya el beato Juan Pablo II había indicado claramente a la Iglesia como un desafío urgente y apasionante. De hecho, siguiendo la estela del concilio Vaticano II y de aquel que puso en marcha su actuación —el Papa Pablo VI—, fue tanto un incansable promotor de la misión ad gentes, o sea, a los pueblos y a los territorios donde el Evangelio aún no ha echado raíces, como un heraldo de la nueva evangelización. Estos son aspectos de la única misión de la Iglesia y, por lo tanto, es significativo considerarlos juntos en este mes de octubre, caracterizado por la celebración de la Jornada mundial de las misiones, precisamente el próximo domingo.

Como hice hace un momento durante la homilía de la misa, con gusto aprovecho esta ocasión para anunciar que he decidido convocar un especial «Año de la fe», que comenzará el 11 de octubre de 2012 —50° aniversario de la apertura del concilio Vaticano II— y concluirá el 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Cristo Rey del universo. Las motivaciones, las finalidades y las líneas directivas de este «Año» las he expuesto en una carta apostólica que se publicará en los próximos días. El siervo de Dios Pablo VI convocó un análogo «Año de la fe» en 1967, con ocasión del decimonoveno centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo, en un período de grandes cambios culturales.

Considero que, transcurrido medio siglo desde la apertura del Concilio, vinculada a la feliz memoria del beato Papa Juan XXIII, conviene destacar la belleza y la centralidad de la fe, la exigencia de reforzarla y profundizarla a nivel personal y comunitario, y hacerlo no tanto en una perspectiva celebrativa, sino más bien misionera, precisamente en la perspectiva de la misión ad gentes y de la nueva evangelización.

Queridos amigos, en la liturgia de este domingo se lee lo que san Pablo escribió a los Tesalonicenses: «Cuando os anuncié nuestro Evangelio, no fue sólo de palabra, sino también con la fuerza del Espíritu Santo y con plena convicción» ( 1 Ts 1, 5). Que estas palabras del Apóstol de los gentiles sean auspicio y programa para los misioneros de hoy —sacerdotes, religiosos y laicos— comprometidos en anunciar a Cristo a quien no lo conoce o a quien lo ha reducido a simple personaje histórico. Que la Virgen María ayude a todo cristiano a ser un buen testigo del Evangelio.

 


Después del Ángelus

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana y a los que se unen a la misma a través de los medios de comunicación social. Invito a todos a identificarse cada día más con Jesucristo, para que, fieles a los compromisos bautismales y con la fuerza del Espíritu Santo, lleven por doquier la Buena Noticia del Evangelio, con una fe activa, una esperanza firme y una caridad ardiente. Encomendemos esta misión, siempre nueva, a la ayuda y protección de la Madre de Dios, María Santísima. Feliz Domingo.



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