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MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
PARA LA CAMPAÑA DE FRATERNIDAD EN BRASIL

 

Al venerado hermano
Dom Geraldo Lyrio Rocha
Arzobispo de Mariana (MG)
Presidente de la CNBB

Con viva satisfacción me uno, una vez más, a toda la Iglesia en Brasil, que se propone recorrer el itinerario penitencial de la Cuaresma como preparación para la Pascua del Señor Jesús, en el que se inserta la Campaña de fraternidad, cuyo tema este año es «Fraternidad y vida en el planeta», con una exhortación a un cambio de mentalidad y de actitudes para la salvaguardia de la creación.

Pensando en el lema de esa Campaña, «la creación gime con dolores de parto», que se hace eco de las palabras de san Pablo en su Carta a los Romanos (8, 22), podemos incluir entre los motivos de esos gemidos el daño provocado a la creación por el egoísmo humano. Con todo, también es verdad que «la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8, 19). Así como el pecado destruye la creación, esta también es restaurada cuando se hacen presentes «los hijos de Dios» cuidando del mundo para que Dios sea todo en todos (cf. 1 Co 15, 28).

El primer paso para una correcta relación con el mundo que nos rodea es precisamente el reconocimiento, por parte del hombre, de su condición de criatura: el hombre no es Dios, sino su imagen. Por esto, debe procurar ser más sensible a la presencia de Dios en lo que está a su alrededor: en todas las criaturas, y especialmente en la persona humana, hay una cierta epifanía de Dios. «Quien sabe reconocer en el cosmos los reflejos del rostro invisible del Creador, tendrá mayor amor a las criaturas» (Benedicto XVI, Homilía en la solemnidad de Santa María, Madre de Dios, 1 de enero de 2010). El hombre sólo será capaz de respetar las criaturas en la medida en que tenga en su espíritu un sentido pleno de la vida; en caso contrario, será llevado a despreciarse a sí mismo y lo que lo rodea, a no tener respeto por el ambiente en que vive, por la creación. Por eso, la primera ecología que hay que defender es la «ecología humana» (cf. Caritas in veritate, 51). Es decir: sin una clara defensa de la vida humana, desde su concepción hasta la muerte natural; sin una defensa de la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer; sin una verdadera defensa de los excluidos y marginados por la sociedad, sin olvidar, en este contexto, a quienes lo han perdido todo, víctimas de desastres naturales, nunca se podrá hablar de una auténtica defensa del medio ambiente.

Recordando que el deber de cuidar del medio ambiente es un imperativo que nace de la conciencia de que Dios confía su creación al hombre no para que ejerza sobre ella un dominio arbitrario, sino para que la conserve y la cuide como un hijo cuida de la herencia de su padre —y Dios ha confiado a los brasileños una gran herencia—, de buen grado les imparto una propiciadora bendición apostólica.

Vaticano, 16 de febrero de 2011

 

BENEDICTO PP. XVI

 



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