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BEATIFICACIÓN DEL CARDENAL CLEMENS AUGUST GRAF VON GALEN

PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL FINAL DE LA CELEBRACIÓN


Altar de la Confesión, Basílica Vaticana
Domingo 9 de octubre de 2005

 

Al concluir esta celebración, durante la cual ha sido inscrito en el catálogo de los beatos el cardenal Clemens August Graf von Galen, me alegra unirme a vosotros, que habéis venido en gran número a la basílica de San Pedro, para rendir homenaje al nuevo beato. Saludo cordialmente a los venerados hermanos cardenales y obispos, a las distinguidas autoridades y a todos los presentes.

Con gran afecto saludo a los obispos y a los sacerdotes, a los representantes de la vida pública y a los peregrinos que han venido a Roma desde Münster y toda Alemania. Todos nosotros, y en particular los alemanes, nos sentimos agradecidos al Señor por habernos dado este gran testigo de la fe, que en tiempos oscuros hizo brillar la luz de la verdad y tuvo la valentía de enfrentarse al poder de la tiranía. Pero debemos preguntarnos:  ¿cómo le llegó esta intuición en un tiempo en que muchas personas inteligentes estaban como ciegas? ¿De dónde sacó la fuerza para oponerse en un momento en que incluso los fuertes se mostraron débiles y viles?

Sacó su intuición y su valentía de la fe, que le mostró la verdad, le abrió el corazón y los ojos. Más que a los hombres, temía a Dios, que le concedió el valor para hacer y decir lo que otros no se atrevían a decir y hacer. Así él nos infunde valentía, nos exhorta a vivir de nuevo la fe hoy y nos muestra también que esto es posible tanto en las cosas sencillas y humildes como en las grandes y profundas.

Recordemos que se dirigió a menudo en peregrinación al santuario de la Madre de Dios en Telgte, que introdujo la adoración perpetua en San Servacio, que a menudo pidió y obtuvo la gracia del perdón en el sacramento de la Penitencia.

Así pues, nos muestra esa catolicidad sencilla, en la que el Señor se encuentra con nosotros, en la que abre nuestro corazón y nos da el discernimiento de espíritus, la valentía de la fe y la alegría por ser salvados.

Demos gracias a Dios por este gran testigo de la fe y pidámosle que nos ilumine y nos guíe. ¡Beato cardenal von Galen, precisamente en esta hora, ruega por nosotros, por la Iglesia que está en Alemania y por todo el mundo! Amén.

 



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