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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS MIEMBROS DE LA ASOCIACIÓN SAN PEDRO Y SAN PABLO


Sala de las Bendiciones
Sábado 17 de junio de 2006

 

Queridos amigos: 

Al acercarse la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, me alegra encontrarme con vosotros y con vuestras familias. Vuestra visita me permite renovaros mi gratitud por el servicio que desde hace muchos años prestáis al Sucesor de Pedro. Os saludo a todos con afecto y doy las gracias a vuestro presidente, que se ha hecho amable intérprete de los sentimientos comunes.

Vuestra Asociación San Pedro y San Pablo, que en 1970 recogió la herencia de la Guardia palatina, presta con esmero un servicio de voluntariado a la Santa Sede. Las tres secciones que forman su estructura operativa —me refiero a la sección litúrgica, caritativa y cultural— reflejan tres aspectos complementarios de la vida y de la acción de las comunidades eclesiales.

En primer lugar, es importante que cuidéis la liturgia, que, como enseña el concilio Vaticano II, "al edificar, día a día, a aquellos que están dentro de la Iglesia para ser templo santo en el Señor, (...) hasta la medida de la plenitud de la edad de Cristo, (...) robustece de modo admirable sus fuerzas para predicar a Cristo" (Sacrosanctum Concilium, 2). Vuestro primer compromiso como personas y como asociación debe seguir siendo una intensa vida de oración y la participación asidua en la liturgia.

Queridos amigos, sólo si nos dejamos formar constantemente por la escucha de la palabra de Dios y nos alimentamos con asiduidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo podemos transmitir a los demás el amor de Dios, que es don del Espíritu Santo. En la encíclica Deus caritas est recordé que el amor al prójimo, enraizado en el amor divino, es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, y esto en todas las dimensiones (cf. n. 20).

Vosotros tratáis de ser testigos de este amor a los pobres en el comedor de la casa "Don de María" y en el dispensario pediátrico de Santa Marta, así como con las iniciativas sociales promovidas en vuestras parroquias. Que la caridad anime todas vuestras actividades. Que la regla de vuestra existencia sea la exhortación que el apóstol san Pablo dirige a los Colosenses:  "Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección" (Col 3, 14).

Pero no es menos importante la atención que queréis dedicar a una adecuada formación cultural para poder madurar en la fe. Evangelizar requiere hoy un conocimiento responsable de las tendencias culturales modernas y una profundización constante de la sana doctrina católica. Por tanto, queridos amigos, hacéis bien en no descuidar tampoco este aspecto, y os aliento a proseguir por el camino que ya estáis recorriendo con fruto. Vuestra finalidad es estar al servicio del Sucesor de Pedro, y os agradezco la generosidad con que realizáis vuestra tarea. Que el Señor la haga cada vez más fecunda y, con la fuerza de su Espíritu, os convierta en auténticos discípulos suyos. La Virgen María, Virgo fidelis, cuya imagen veneráis en vuestra capilla, os proteja y acompañe siempre. Os aseguro mi oración y con afecto os imparto la bendición apostólica a todos vosotros, extendiéndola de buen grado a vuestras familias y a vuestros seres queridos.



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