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PALABRAS DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
AL FINAL DE LA PROYECCIÓN DEL FILME
"PAPA LUCIANI, LA SONRISA DE DIOS"


 Domingo 8 de octubre de 2006

 

Señor presidente de la RAI;
amables señoras y distinguidos señores: 

Acabamos de ver juntos esta hermosa película, que recorre las etapas más significativas de la vida de mi venerado predecesor el siervo de Dios Juan Pablo I. Siento la necesidad de expresarle mi sincera gratitud ante todo a usted, señor presidente, y después al consejo de administración y al director general de la RAI por haberme dado a mí y a mis colaboradores esta grata oportunidad.

Saludo a los responsables de "RAI Fiction" y de la "Società Leone Cinematografica", che han ideado y producido este interesante largometraje. Saludo en particular y expreso mi agradecimiento al director, Giorgio Capitani, a los diferentes actores y, en especial, a Neri Marcoré, que ha interpretado a Albino Luciani. También os saludo cordialmente a todos vosotros, que habéis aceptado la invitación a participar en este encuentro, en el que hemos podido revivir momentos sugestivos de la vida de la Iglesia en el siglo pasado.

Sobre todo hemos podido recordar la figura dulce y llena de mansedumbre de un Pontífice fuerte en la fe, firme en los principios, pero siempre dispuesto a la acogida y la sonrisa. Fiel a la tradición y abierto a la renovación, el siervo de Dios Albino Luciani, como sacerdote, como obispo y como Papa realizó una actividad pastoral incansable, estimulando constantemente al clero y al laicado a tender, en los diferentes campos del apostolado, al único y común ideal de la santidad.

Maestro de verdad y catequista apasionado, recordaba a todos los creyentes, con la atractiva sencillez que le caracterizaba, el compromiso y la alegría de la evangelización, subrayando la belleza del amor cristiano, única fuerza capaz de derrotar a la violencia y de construir una humanidad más fraterna. Por último, me complace recordar la devoción que sentía hacia la Virgen. Cuando era patriarca de Venecia escribió:  "Es imposible concebir nuestra vida, la vida de la Iglesia, sin el rosario, sin las fiestas marianas, sin los santuarios marianos y sin las imágenes de la Virgen". Es hermoso acoger su invitación y encontrar, como hizo él, en el hecho de ponerse humildemente en manos de María el secreto de una serenidad cotidiana y de un compromiso concreto en favor de la paz en el mundo.

Una vez más, gracias, queridos amigos, por vuestra presencia. Os bendigo con afecto a todos vosotros y a vuestros seres queridos.



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