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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS SUPERIORES Y ALUMNOS DEL ALMO COLEGIO CAPRÁNICA


Sala Clementina
Sábado 19 de enero de 2008

 

Señor cardenal;
queridos superiores y alumnos del Almo Colegio Capránica:

También este año tengo el placer de encontrarme con vosotros con ocasión de la fiesta de santa Inés, vuestra patrona celestial. A cada uno doy mi cordial bienvenida. Ante todo, saludo al señor cardenal Camillo Ruini y le agradezco las amables palabras con las que se ha hecho intérprete de vuestros sentimientos. Saludo al rector y a cuantos le ayudan en la guía de la comunidad. Un saludo especial os dirijo a vosotros, queridos alumnos, y a todos los presentes, extendiéndolo a los ex alumnos del Colegio, que en diversas partes del mundo ejercen su ministerio al servicio de la Iglesia y de las almas.

El Almo Colegio, que tiene una historia secular y una larga tradición de fidelidad a la Iglesia y a su supremo Pastor, tras haber celebrado en el año 2007 los 550 años de fundación, en el próximo mes de agosto recordará el mismo aniversario de la muerte del cardenal Domenico Capránica (14 de agosto de 1458), que puso gran empeño en promover el nacimiento del Collegium pauperum scholarium, destinado a la preparación de hombres bien formados para el ministerio sacerdotal.

Al acercarse dicha conmemoración, recuerdo de buen grado la figura ejemplar y clarividente de este cardenal, que con fuerza y de forma concreta sostuvo el anhelo de reforma que comenzaba a sentirse también dentro de la realidad romana y que, un siglo más tarde, contribuiría a determinar las orientaciones y las decisiones del concilio de Trento. Tuvo el don de intuir, sin incertidumbres, que la reforma anhelada no sólo debía afectar a las estructuras eclesiales, sino principalmente a la vida y las opciones de quienes en la Iglesia estaban llamados a ser, en los diversos niveles, guías y pastores del pueblo de Dios. Convencido de la importancia que reviste la dimensión espiritual en la formación de los futuros ministros del altar y en la misión de la Iglesia, el cardenal Capránica no sólo se prodigó en la institución del Colegio, sino que también lo dotó de las Constitutiones que regulan de manera completa los diversos aspectos de la formación de los jóvenes alumnos. De ese modo manifestó su atención por el primado de la dimensión espiritual y su convicción de que la profundidad y la consiguiente perseverancia en una sólida formación sacerdotal dependen, de manera decisiva, de una propuesta educativa completa y orgánica. Estas opciones cobran hoy una importancia aún mayor, teniendo en cuenta los múltiples desafíos que debe afrontar la misión de los presbíteros y de los evangelizadores.

A este propósito, en diversas circunstancias he recordado a seminaristas y sacerdotes la urgencia de cultivar una profunda vida interior, un contacto personal y constante con Cristo en la oración y en la contemplación, y un anhelo sincero de santidad. En efecto, para un cristiano, y con mayor razón para un sacerdote, sin una verdadera amistad con Jesús es imposible cumplir la misión que el Señor le confía. Ciertamente, para el presbítero conlleva también una seria preparación cultural y teológica, que vosotros, queridos alumnos, estáis adquiriendo durante estos años de estudio en Roma.

Es más, yo diría que precisamente la estancia en esta ciudad puede dar un impulso decisivo a vuestro itinerario de formación, pues los niveles de experiencia y los contactos que se pueden vivir aquí constituyen un don providencial y un estímulo singular. La presencia de la Cátedra de Pedro, el trabajo de hombres y organismos que ayudan al Obispo de Roma a presidir en la caridad, un conocimiento más directo de algunas Iglesias particulares, especialmente de la diócesis de Roma, son elementos importantes que ayudan a un joven llamado al sacerdocio a prepararse a su futuro ministerio.

Por lo demás, vuestros pastores os han mandado a la ciudad del Sucesor de Pedro con la esperanza de que volváis luego enriquecidos con un espíritu marcadamente católico, con una sensibilidad eclesial más plena y de alcance universal. La misma experiencia de vida común en el Colegio Capránica, entre alumnos provenientes de diversas regiones de Italia y de países de todo el mundo, os permite a cada uno de vosotros, queridos amigos, conocer bien el entramado de culturas y mentalidades típico de la vida actual. Además, la presencia de alumnos pertenecientes a la Iglesia ortodoxa de Rusia da un impulso ulterior al diálogo y a la fraternidad, y alimenta la esperanza ecuménica.

Queridos alumnos, aprovechad al máximo las posibilidades que la Providencia os ofrece durante estos años de estancia en Roma. Sobre todo, cultivad una íntima relación con el Cordero inmaculado, imitando a santa Inés, que lo siguió fielmente hasta el sacrificio de la vida. Que gracias a la intercesión de esta santa virgen y mártir, y sobre todo al continuo recurso a la protección materna de María, Virgo sapiens, el Señor os ayude a prepararos con empeño constante para el futuro ministerio.

A la vez que os agradezco de nuevo vuestra visita, os imparto de buen grado a vosotros, aquí presentes, y a vuestros seres queridos una especial bendición apostólica.



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