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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS DE RUSIA EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"

Jueves 29 de enero de 2009

 

Queridos y venerados hermanos:

En el contexto del Año paulino que estamos celebrando, me es particularmente grato acogeros y os saludo con alegría con las palabras del Apóstol: "Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo" (1 Co 1, 3). Habéis venido a Roma para venerar los lugares sagrados donde san Pedro y san Pablo sellaron su vida al servicio del Evangelio con el martirio, y este es precisamente el primer significado de la visita ad limina Apostolorum.

Vosotros, sucesores de los Apóstoles, os encontráis con el Sucesor de Pedro, poniendo de relieve la comunión que os une a él. La comunión con el Obispo de Roma, garante de la unidad eclesial, permite a las comunidades encomendadas a vuestra solicitud pastoral, aunque minoritarias, sentirse cum Petro y sub Petro parte viva del Cuerpo de Cristo extendido por toda la tierra. En efecto, la unidad, que es don de Cristo, crece y se desarrolla en las situaciones concretas de las diversas Iglesias locales.

Al respecto, el concilio Vaticano II recuerda que "cada uno de los obispos, por su parte, es el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares, formadas a imagen de la Iglesia universal. En ellas y a partir de ellas existe la Iglesia católica, una y única" (Lumen gentium, 23). A vosotros, pastores de la Iglesia que vive en Rusia, el Sucesor de Pedro os renueva la expresión de su solicitud y cercanía espiritual, animándoos a proseguir unidos la actividad pastoral, beneficiándoos también de la experiencia de la Iglesia universal.

He escuchado con gran interés cuanto me habéis referido sobre vuestras comunidades, que están viviendo un proceso de maduración y van profundizando juntas su "rostro" de Iglesia católica local. Por lo demás, a esto tiende vuestro esfuerzo de inculturación de la fe. Expreso de buen grado mi aprecio por el empeño con que impulsáis la participación litúrgico-sacramental, la catequesis, la formación sacerdotal y la preparación de un laicado maduro y responsable, que sea fermento evangélico en las familias y en la sociedad civil.

Por desgracia, también en Rusia, como en otras partes del mundo, se registra la crisis de la familia y la consiguiente disminución demográfica, junto con el resto de problemas a los que se enfrenta la sociedad contemporánea. Como es sabido, estos problemas preocupan también a las autoridades estatales, con las cuales, por tanto, conviene proseguir la colaboración por el bien de todos. En este contexto vuestra atención se dirige especialmente a los jóvenes, a los que la comunidad católica rusa, fiel a la "memoria" de sus propios testigos y mártires, y utilizando los oportunos instrumentos y lenguajes, está llamada a transmitir inalterado el patrimonio de santidad y de fidelidad a Cristo, y los valores humanos y espirituales que están en la base de una promoción humana y evangélica eficaz.

Queridos hermanos en el episcopado, dado que no son pocas las preocupaciones que debéis afrontar cada día, os exhorto a no desanimaros si a veces os parecen modestas las realidades eclesiales y si los resultados pastorales que obtenéis no parecen corresponder a los esfuerzos realizados. Más bien, alimentad en vosotros y en vuestros colaboradores un auténtico espíritu de fe, con la conciencia plenamente evangélica de que Jesucristo hará fecundo, con la gracia de su Espíritu, vuestro ministerio para gloria del Padre, según tiempos y modos que sólo él conoce.

Seguid promoviendo y cuidando, con esfuerzo y atención constantes, las vocaciones sacerdotales y religiosas. La pastoral de las vocaciones es particularmente necesaria en nuestro tiempo. Procurad formar presbíteros con el mismo esmero con que san Pablo formó a su discípulo Timoteo, para que sean auténticos "hombres de Dios" (cf.1 Tm 6, 11). Sed para ellos padres y modelos en el servicio a los hermanos; animad su fraternidad, amistad y colaboración; sostenedlos en la formación doctrinal y espiritual permanente. Rezad por los sacerdotes y junto con ellos, conscientes de que sólo quien vive de Cristo y en Cristo puede ser su fiel ministro y testigo. Asimismo, cuidad con esmero la formación de las personas consagradas y el crecimiento espiritual de los fieles laicos, para que sientan su vida como una respuesta a la llamada universal a la santidad, que debe expresarse en un testimonio evangélico coherente en todas las circunstancias de la vida diaria.

Vosotros vivís en un contexto eclesial particular, es decir, en un país marcado en la mayoría de su población por una tradición milenaria ortodoxa con un rico patrimonio religioso y cultural. Es esencial tener en cuenta la necesidad de un renovado compromiso en el diálogo con nuestros hermanos y hermanas ortodoxos. Sabemos que este diálogo, a pesar de los progresos alcanzados, atraviesa aún algunas dificultades. En estos días me siento espiritualmente cercano a los queridos hermanos y hermanas de la Iglesia ortodoxa rusa, que se alegran por la elección del metropolita Kiril como nuevo Patriarca de Moscú y de todas las Rusias: a él le dirijo mis más cordiales deseos para la delicada tarea eclesial que le ha sido confiada. Pido al Señor que nos confirme a todos en el compromiso de caminar juntos por el camino de la reconciliación y del amor fraterno.

Que vuestra presencia en Rusia sea una llamada y un estímulo también al diálogo personal. A pesar de que en los diversos encuentros no se llega siempre a afrontar cuestiones de fondo, estos contactos contribuyen a un mejor conocimiento mutuo, gracias al cual podéis colaborar juntos en ámbitos de interés común, para la educación de las nuevas generaciones. Es importante que los cristianos afronten unidos los grandes desafíos culturales y éticos del momento presente, que conciernen a la dignidad de la persona humana y a sus derechos inalienables, a la defensa de la vida en todas sus fases, a la tutela de la familia y a otras cuestiones económicas y sociales urgentes.

Queridos hermanos, alabo al Señor y os estoy profundamente agradecido por el bien que realizáis, desempeñando vuestro ministerio episcopal en fidelidad plena al Magisterio. Os aseguro un recuerdo diario en la oración. Que a través de vosotros llegue mi agradecimiento a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a los laicos, que colaboran con vosotros en el servicio de Cristo y de su Evangelio.

Invoco la intercesión maternal de la santísima Virgen María y de los apóstoles san Pedro y san Pablo sobre vosotros y sobre vuestros programas apostólicos, e imparto de corazón una bendición apostólica especial a cada uno de vosotros, extendiéndola con afecto a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, y a toda la comunidad católica que da testimonio de Cristo entre las poblaciones de la Federación Rusa.



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