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DISCURSO DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A UNA DELEGACIÓN DEL PATRIARCADO ECUMÉNICO DE CONSTANTINOPLA

Sábado 27 de junio de 2009

 

"Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo" (Ef 1, 2).

Venerables hermanos: 

Con estas palabras, san Pablo, "apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios", se dirige "a los santos" que viven en Éfeso y a los "fieles en Cristo Jesús" (Ef 1, 1). Hoy, con este anuncio de paz y de salvación, deseo daros la bienvenida en la fiesta patronal de san Pedro y san Pablo, con la que vamos a concluir el Año paulino.

El año pasado, el patriarca ecuménico Su Santidad Bartolomé I quiso honrarnos con su presencia para celebrar juntos la inauguración de este año de oración, reflexión e intercambio de gestos de comunión entre Roma y Constantinopla. Nosotros, por nuestra parte, tuvimos la alegría de enviar una delegación a las celebraciones análogas organizadas por el Patriarcado ecuménico. No podía ser de otra manera en este año consagrado a san Pablo, que recomienda encarecidamente "conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz" y nos enseña que hay "un solo Cuerpo y un solo Espíritu" (Ef 4, 3-4).

Así pues, sed bienvenidos, queridos hermanos que habéis sido enviados por Su Santidad el Patriarca ecuménico, al cual os pido que llevéis mi saludo cordial y fraterno en el Señor. Juntos daremos gracias al Señor por todos los frutos y beneficios que nos ha aportado la celebración del bimilenario del nacimiento de san Pablo. Celebraremos en la concordia la fiesta de san Pedro y san Pablo, los protóthroni de los Apóstoles, como los invoca la tradición litúrgica ortodoxa, es decir, los que ocupan el primer lugar entre los Apóstoles y a los que se define "maestros de la ecumene".

Con vuestra presencia, que es signo de fraternidad eclesial, nos recordáis nuestro compromiso común en la búsqueda de la comunión plena. Ya lo sabéis, pero me complace confirmar hoy una vez más que la Iglesia católica quiere contribuir de todas las maneras que le sean posibles al restablecimiento de la unidad plena, a fin de responder a la voluntad de Cristo para sus discípulos y conservando en la memoria la enseñanza de san Pablo, que nos recuerda que hemos sido llamados "a una misma esperanza".

Desde esta perspectiva, podemos considerar con confianza el buen desarrollo de los trabajos de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre ortodoxos y católicos, que se reunirá el próximo mes de octubre con el fin de afrontar un tema crucial para las relaciones entre Oriente y Occidente:  el "papel del Obispo de Roma en la comunión de la Iglesia durante el primer milenio". El estudio de este aspecto es indispensable para poder profundizar globalmente en esta cuestión en el marco actual de la búsqueda de la comunión plena. Esta comisión, que ya ha llevado a cabo un importante trabajo, será generosamente recibida por la Iglesia ortodoxa de Chipre, a la que expresamos desde ahora toda nuestra gratitud por la acogida fraterna y el clima de oración que enmarcarán nuestras conversaciones y facilitarán nuestra labor y la comprensión mutua.

Deseo que los participantes en el diálogo católico-ortodoxo sepan que los acompaño con mis oraciones y que este diálogo tiene el pleno apoyo de la Iglesia católica. De todo corazón, espero que los malentendidos y las tensiones que se produjeron entre los delegados ortodoxos en las últimas sesiones plenarias de esta comisión se superen con amor fraterno, de manera que este diálogo cuente con una representación ortodoxa más amplia.

Muy queridos hermanos, os doy una vez más las gracias por estar entre nosotros en este día y os ruego que transmitáis mi saludo fraterno al Patriarca ecuménico Su Santidad Bartolomé i, al Santo Sínodo y a todo el clero, así como al pueblo de los fieles ortodoxos. Que el gozo de la fiesta de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, que celebramos tradicionalmente el mismo día, llene vuestro corazón de confianza y de esperanza.



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