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PEREGRINACIÓN
DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A TIERRA SANTA
(8-15 DE MAYO DE 2009)

VISITA DE CORTESÍA
A LOS DOS GRANDES RABINOS DE JERUSALÉN

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Centro Hechal Shlomo - Jerusalén
Martes 12 de mayo de 2009

 

Distinguidos rabinos;
queridos amigos:

Agradezco la invitación a visitar Hechal Shlomo y encontrarme con vosotros durante mi viaje a Tierra Santa como Obispo de Roma. Doy las gracias al rabino sefardí Shlomo Amar y al rabino askenazí Yona Metzger por sus cordiales palabras de bienvenida y por el deseo que han expresado de seguir fortaleciendo los vínculos de amistad que la Iglesia católica y el Gran Rabinado se han esforzado diligentemente por forjar en las últimas décadas. Vuestras visitas al Vaticano en 2003 y 2005 son un signo de la buena voluntad que caracteriza el desarrollo de nuestras relaciones.

Distinguidos rabinos, correspondo expresando mi respeto y estima por vosotros y por vuestras comunidades. Os garantizo mi deseo de profundizar el entendimiento mutuo y la cooperación entre la Santa Sede, el Gran Rabinado de Israel y el pueblo judío en todo el mundo.

Desde el inicio de mi pontificado ha sido para mí un gran motivo de satisfacción el fruto producido por el diálogo que tiene lugar entre la delegación de la comisión de la Santa Sede para las relaciones religiosas con los judíos y la delegación del Gran Rabinado de Israel para las relaciones con la Iglesia católica. Deseo agradecer a los miembros de ambas delegaciones su dedicación y su duro trabajo para realizar esta iniciativa, tan ardientemente deseada por mi venerado predecesor el Papa Juan Pablo II, como él mismo afirmó durante el gran jubileo del año 2000.

Nuestro encuentro de hoy es una ocasión muy apropiada para agradecer al Omnipotente las numerosas bendiciones que han acompañado el diálogo mantenido por la comisión bilateral, y para mirar con esperanza a sus futuras sesiones. La buena voluntad de los delegados para discutir abierta y pacientemente no sólo los puntos de acuerdo, sino también los puntos de divergencia, ha allanado el camino para lograr una colaboración más efectiva en la vida pública. Tanto los judíos como los cristianos están interesados en garantizar el respeto del carácter sagrado de la vida humana, el lugar central de la familia, la buena educación de los jóvenes y la libertad de religión y de conciencia para una sociedad sana. Estos temas de diálogo no representan más que la fase inicial de lo que esperamos sea un firme y progresivo camino hacia un mejor entendimiento recíproco.

Nuestra preocupación común frente al relativismo moral y a las ofensas que produce contra la dignidad de la persona humana ya constituye una indicación clara de las posibilidades de esta serie de encuentros. Al afrontar las cuestiones éticas más urgentes de nuestro tiempo, nuestras dos comunidades se encuentran ante el desafío de comprometer a las personas de buena voluntad en el nivel de la razón, presentando al mismo tiempo los fundamentos religiosos que sostienen de la mejor manera los valores morales perennes. Es de desear que el diálogo iniciado siga generando ideas sobre cómo cristianos y judíos pueden colaborar para elevar el aprecio de la sociedad por la contribución característica de nuestras tradiciones religiosas y éticas. Aquí, en Israel, los cristianos, al constituir solamente una pequeña parte de la población total, valoran de modo particular las oportunidades de diálogo con sus vecinos judíos.

La confianza es, sin duda, un elemento esencial de un diálogo efectivo. Hoy tengo la oportunidad de repetir que la Iglesia católica está irrevocablemente comprometida en el camino escogido durante el concilio Vaticano II con vistas a una auténtica y duradera reconciliación entre cristianos y judíos. Como aclaró la declaración Nostra aetate, la Iglesia sigue valorando el patrimonio espiritual común de cristianos y judíos, y desea un entendimiento mutuo cada vez más profundo y un respeto a través de los estudios bíblicos y teológicos, así como a través de diálogos fraternos. Que los siete encuentros de la comisión bilateral que ya han tenido lugar entre la Santa Sede y el Gran Rabinado sean una prueba de ello. Expreso mi agradecimiento por vuestra afirmación recíproca de que la relación entre la Iglesia católica y el Gran Rabinado seguirá creciendo en el respeto y el entendimiento en el futuro.

Amigos míos, expreso una vez más mi profundo aprecio por la bienvenida que me habéis brindado hoy. Confío en que nuestra amistad siga sirviendo de ejemplo de confianza en el diálogo para los judíos y cristianos de todo el mundo. Viendo los resultados alcanzados hasta ahora e inspirándonos en las Sagradas Escrituras, podemos esperar con confianza en una cooperación cada vez más intensa entre nuestras comunidades, junto con todas las personas de buena voluntad, para condenar el odio y la opresión en todo el mundo. Pido a Dios, que escruta nuestros corazones y conoce nuestros pensamientos (cf. Sal 139, 23), que siga iluminándonos con su sabiduría, a fin de que cumplamos sus mandamientos de amarlo a él con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas (cf. Dt 6, 5) y de amar al prójimo como a nosotros mismos (cf.Lv 19, 18). Muchas gracias.



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