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DISCURSO DEL PAPA BENEDICTO XVI
AL FINAL DEL CONCIERTO POR EL 70° ANIVERSARIO
DEL INICIO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


Auditorium de la vía de la Conciliación
Jueves 8 de octubre de 2009

 

Señor presidente de la República italiana,
señores cardenales,
venerados padres sinodales,
señores embajadores,
estimados señores y señoras:

He aceptado con gusto la invitación a asistir al concierto: "Youth against war concert - 70 años del inicio de la segunda guerra mundial: Jóvenes contra la guerra", impulsado conjuntamente por el Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, por la Comisión para las relaciones religiosas con el judaísmo, por la Embajada de Alemania ante la Santa Sede y por el Europäisches KulturForum Mainau con el patrocinio del International Jewish Committee for Interreligious Consultations. A todos los promotores y organizadores dirijo mi saludo y mi sincero agradecimiento; en especial doy las gracias al cardenal Walter Kasper por haberse hecho intérprete de los sentimientos comunes. Dirijo un respetuoso saludo al presidente de la República italiana y a su amable esposa, agradecido por su presencia. Haciendo uso del lenguaje universal de la música, esta iniciativa desea alentar a los jóvenes a construir juntos el futuro del mundo, inspirándose en los valores de la paz y de la fraternidad entre los hombres. Saludo a los señores cardenales, a los padres sinodales, a los distintos miembros del Cuerpo diplomático ante la Santa Sede, a los patrocinadores y a todos los presentes.

De todo corazón doy las gracias a los jóvenes músicos de quince países que se han reunido en la Inter-regionalen Jugendsinfonieorchester, con su director Jochem Hochstenbach para la excepcional ejecución. De igual modo, agradezco a la solista, señora Michelle Breedt, su canto expresivo y al profesor Klaus Maria Brandauer la vivaz interpretación de los textos. En este agradecimiento incluyo también a cuantos han hecho posible esta velada: al International Jewish Committee for Interreligious Consultations (IJCIC) como promotor del concierto y al Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, a la Embajada alemana ante la Santa Sede y al Europäisches KulturForum Mainau como organizadores.

Queridos amigos, esta tarde vuelve a nuestra memoria la tragedia de la segunda guerra mundial, página dolorosa de la historia impregnada de violencia e inhumanidad, que causó la muerte de millones de personas, dejando a los vencedores divididos y a Europa por reconstruir. La guerra, deseada por el nacionalsocialismo, golpeó a muchas poblaciones inocentes de Europa y de otros continentes, mientras que, con el drama del Holocausto, hirió sobre todo al pueblo judío, objeto de un exterminio programado. Sin embargo no faltaron las invitaciones a la racionalidad y a la paz que se elevaron desde muchas partes. Aquí, en Roma, resonó afligida la voz de mi venerado predecesor Pío XII. En el radiomensaje del 24 de agosto de 1939 —precisamente en la inminencia del estallido de la guerra— proclamó con decisión: "Nada se pierde con la paz. Todo se puede perder con la guerra" (cf. AAS, XXXI, 1939, p. 334). Lamentablemente nadie logró frenar esa inmensa catástrofe: prevaleció inexorable la lógica del egoísmo y de la violencia. Que el recuerdo de esos tristes sucesos sea advertencia, sobre todo a las nuevas generaciones, para no volver a ceder jamás a la tentación de la guerra.

Como el cardenal Kasper ha recordado, este año conmemoramos otro aniversario significativo: dos décadas desde la caída del muro de Berlín, símbolo elocuente del final de los regímenes totalitarios comunistas del Este europeo. "La caída del muro —escribió Juan Pablo II—, así como el derrumbamiento de simulacros peligrosos y de una ideología opresora, han demostrado que las libertades fundamentales que dan significado a la vida humana no pueden ser reprimidas y sofocadas por mucho tiempo" (Mensaje a los participantes en el 90° aniversario del Katholikentag, 23 de mayo de 1990: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 24 de junio de 1990, p. 4). ¡Europa y el mundo entero tienen sed de libertad y de paz! Es necesario construir juntos la verdadera civilización, que no se base en la fuerza, sino que sea "fruto de la victoria sobre nosotros mismos, sobre las potencias de la injusticia, del egoísmo y del odio, que pueden llegar a desfigurar al hombre" (Carta apostólica de Juan Pablo II en el 50° aniversario del comienzo de la segunda guerra mundial, n. 12: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 3 de septiembre de 1989, p. 12). El movimiento ecuménico, que encontró en la segunda guerra mundial un catalizador —como ha subrayado oportunamente el cardenal Kasper—, puede ayudar a construirla, trabajando juntamente con los judíos y todos los creyentes. Que Dios nos bendiga y conceda a la humanidad el don de su paz. Queridos amigos: gracias de nuevo por vuestra presencia.



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