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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA DELEGACIÓN DEL PATRIARCADO ECUMÉNICO DE CONSTANTINOPLA

Lunes 28 de junio de 2010

 

Queridos hermanos en Cristo:

«Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre» (Col 1, 2). Con gran alegría y afecto sincero os acojo en el Señor en esta ciudad de Roma, con ocasión de la celebración anual del martirio de san Pedro y san Pablo. Su fiesta, que la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas celebran el mismo día, es una de las más antiguas del año litúrgico, y constituye el testimonio de una época en que nuestras comunidades vivían en plena comunión unas con otras. Vuestra presencia aquí hoy, por la cual estoy profundamente agradecido al Patriarca de Constantinopla, Su Santidad Bartolomé I, y al Santo Sínodo del Patriarcado ecuménico, embarga de gran alegría el corazón de todos nosotros.

Doy gracias al Señor de que las relaciones entre nosotros se caracterizan por sentimientos de confianza mutua, de estima y fraternidad, como lo han atestiguado ampliamente las numerosas reuniones que ya han tenido lugar en el transcurso de este año.

Todo esto da motivos para esperar que el diálogo católico-ortodoxo también seguirá progresando de forma significativa. Su eminencia es consciente de que la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico, de la cual usted es co-secretario, se encuentra en un punto crucial, después de haber comenzado a debatir, el pasado mes de octubre en Pafos, sobre «El papel del Obispo de Roma en la comunión de la Iglesia en el primer milenio». Con todo nuestro corazón suplicamos que, iluminados por el Espíritu Santo, los miembros de la Comisión continúen por este camino durante la próxima reunión plenaria que se celebrará en Viena, y dediquen el tiempo necesario para estudiar a fondo esta cuestión tan delicada e importante. Para mí es un signo alentador que el Patriarca ecuménico Bartolomé I y el Santo Sínodo de Constantinopla compartan nuestra firme convicción de la importancia de este diálogo, como Su Santidad dijo tan claramente en la carta encíclica patriarcal y sinodal con ocasión del domingo de la Ortodoxia, el 21 de febrero de 2010.

Estoy seguro de que en la próxima Asamblea especial para Oriente Medio del Sínodo de los obispos, que he convocado para el mes de octubre aquí, en Roma, se volverá a prestar gran atención al tema de la cooperación ecuménica entre los cristianos de esta región. De hecho, se pone de relieve en el Instrumentum laboris, que entregué a los obispos católicos de Oriente Medio durante mi reciente visita a Chipre, donde fui recibido con gran afecto fraterno por Su Beatitud Crisóstomos II, arzobispo de Nueva Justiniana y de todo Chipre. Las dificultades que los cristianos de Oriente Medio están experimentando son en gran medida comunes a todos: vivir como una minoría, y el anhelo de una auténtica libertad religiosa y de paz. Es necesario el diálogo con las comunidades musulmana y judía. En este contexto, me complacerá dar la bienvenida a la delegación fraterna que el Patriarca ecuménico enviará para participar en los trabajos de la Asamblea sinodal.

Eminencia, queridos miembros de la delegación, os doy las gracias por vuestra visita. Os pido que transmitáis mi saludo fraterno a Su Santidad Bartolomé I, al Santo Sínodo, al clero y a todos los fieles del Patriarcado ecuménico. Que el Señor, por la intercesión de los apóstoles Pedro y Pablo, nos conceda abundantes bendiciones, y nos conserve siempre en su amor.



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