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INAUGURACIÓN DE LA EXPOSICIÓN
"EL ESPLENDOR DE LA VERDAD, LA BELLEZA DE LA CARIDAD
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 HOMENAJE DE LOS ARTISTAS A BENEDICTO XVI
POR SUS
60 AÑOS DE SACERDOCIO"

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Atrio del Aula Pablo VI
Lunes 4 de julio de 2011

 

Señores cardenales,
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos amigos:

Es para mí una gran alegría encontrarme con vosotros y recibir vuestro creativo y multiforme homenaje con ocasión del 60° aniversario de mi ordenación sacerdotal. Estoy sinceramente agradecido con vosotros por vuestra cercanía en esta circunstancia tan significativa e importante para mí. En la celebración eucarística del pasado 29 de junio, solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, agradecí al Señor el don de la vocación sacerdotal. Hoy os agradezco a vosotros la amistad y la amabilidad que me manifestáis. Saludo cordialmente al cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio cardenalicio y al cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo pontificio para la cultura, que, junto con sus colaboradores, ha organizado esta singular manifestación artística, y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido. Saludo también a todos los presentes, de manera especial a vosotros, queridos artistas, que habéis aceptado la invitación a presentar una creación vuestra en esta Muestra.

Nuestro encuentro de hoy, en el que tengo la alegría y la curiosidad de admirar vuestras obras, quiere ser una nueva etapa de aquel recorrido de amistad y de diálogo que emprendimos el 21 de noviembre de 2009, en la capilla Sixtina, un acontecimiento que aún llevo grabado en el alma. La Iglesia y los artistas vuelven a encontrarse, a hablarse, a apoyar la necesidad de un coloquio que quiere y debe hacerse cada vez más intenso y articulado, también para ofrecer a la cultura, más aún, a las culturas de nuestro tiempo un ejemplo elocuente de diálogo fecundo y eficaz, orientado a hacer que nuestro mundo sea más humano y más bello. Me presentáis hoy el fruto de vuestra creatividad, de vuestra reflexión, de vuestro talento, expresiones de los varios campos artísticos que aquí representáis: pintura, escultura, arquitectura, orfebrería, fotografía, cine, música, literatura y poesía. Antes de admirarlas junto con vosotros, permitid que me detenga sólo un momento en el sugestivo título de esta Exposición: «El esplendor de la verdad, la belleza de la caridad». Precisamente en la homilía de la misa pro eligendo Pontifice, comentando la bella expresión de san Pablo de la Carta a los Efesios «veritatem facientes in caritate» (4, 15), definí el «hacer la verdad en la caridad» como una fórmula fundamental de la existencia cristiana. Y añadí: «En Cristo coinciden la verdad y la caridad. En la medida en que nos acercamos a Cristo, también en nuestra vida, la verdad y la caridad se funden. La caridad sin la verdad sería ciega; la verdad sin la caridad sería como “címbalo que retiñe” (1 Co 13, 1)». Y es precisamente de la unión, quiero decir de la sinfonía, de la perfecta armonía de verdad y caridad, de donde mana la auténtica belleza, capaz de suscitar admiración, maravilla y alegría verdadera en el corazón de los hombres. El mundo en que vivimos necesita que la verdad resplandezca y no sea ofuscada por la mentira o por la banalidad; necesita que la caridad inflame y no sea derrotada por el orgullo y por el egoísmo. Necesitamos que la belleza de la verdad y de la caridad toque lo más íntimo de nuestro corazón y lo haga más humano.

Queridos amigos, quiero renovaros a vosotros y a todos los artistas un amistoso y apasionado llamamiento: no separéis jamás la creatividad artística de la verdad y de la caridad; no busquéis jamás la belleza lejos de la verdad y de la caridad; al contrario, con la riqueza de vuestra genialidad, de vuestro impulso creativo, sed siempre, con valentía, buscadores de la verdad y testigos de la caridad; haced que la verdad resplandezca en vuestras obras y procurad que su belleza suscite en la mirada y en el corazón de quien las admira el deseo y la necesidad de hacer bella y verdadera la existencia, toda existencia, enriqueciéndola con el tesoro que nunca se acaba, que hace de la vida una obra maestra y de cada hombre un extraordinario artista: la caridad, el amor. Que el Espíritu Santo, artífice de toda la belleza que existe en el mundo, os ilumine siempre y os guíe hacia la Belleza última y definitiva, aquella que enciende nuestra mente y nuestro corazón y que esperamos poder contemplar un día en todo su esplendor.

Una vez más, gracias por vuestra amistad, por vuestra presencia y porque lleváis al mundo un rayo de esta Belleza, que es Dios. De corazón os imparto a todos vosotros, a vuestros seres queridos y a todo el mundo del arte mi bendición apostólica.



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