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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS MIEMBROS DE LA FUNDACIÓN JUAN PABLO II


Sala Clementina
Lunes 24 octubre de 2011

 

Queridos cardenales,
queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
hermanos y hermanas en Cristo:

Hace treinta años, a petición de «algunos hermanos y hermanas que viven en Polonia o que han emigrado de allí, pero conservan fuertes vínculos con su tierra de origen», mi predecesor el beato Juan Pablo II instituyó en la Ciudad del Vaticano una Fundación que lleva su nombre, con el objetivo de «promover, a través de su apoyo material y de otro tipo, iniciativas de carácter religioso, cultural, pastoral y caritativo, cultivando y fortaleciendo los vínculos tradicionales entre ellos y la Santa Sede» (cf. Decreto de institución).

Hoy, miembros de la Fundación y amigos de todo el mundo han decidido celebrar este aniversario, dando gracias al Señor por todos los frutos que han producido las diversas actividades durante estas tres décadas. Me alegra poder unirme a vosotros en esta acción de gracias. Os saludo cordialmente a todos los que estáis aquí hoy, en particular al cardenal Stanisław Dziwisz, exsecretario del amado Santo Padre y uno de los promotores de la Fundación, ahora su jefe ex officio como arzobispo de Cracovia. Extiendo mi cordial bienvenida al cardenal Stanisław Ryłko, presidente del consejo de administración, y le agradezco las palabras que me ha dirigido. Saludo al arzobispo Szczepan Wesoły, expresidente, así como a los ilustres miembros del consejo y a los directores de las instituciones de la Fundación. Por último, saludo cordialmente a todos los miembros del Círculo de amigos de la Fundación esparcidos por todos los continentes. Todos los aquí presentes representan a los miles de bienhechores que siguen sosteniendo la labor de la Fundación desde el punto de vista financiero y espiritual. Os pido que les transmitáis a todos mi saludo y mi agradecimiento.

Como leemos en el prólogo de los Estatutos: «Conscientes de la grandeza del don que la persona y la obra del Papa polaco representan para la Iglesia, para la patria y para el mundo, la Fundación busca conservar y desarrollar esta herencia espiritual, que desea transmitir a las generaciones futuras». Sé que este objetivo se realiza sobre todo a través del «Centro de documentación y estudio del pontificado de Juan Pablo II», que no solo reúne archivos, material bibliográfico y piezas de museo, sino que también promueve publicaciones, exposiciones, congresos y otras iniciativas científicas y culturales para difundir la enseñanza y la actividad pastoral y humanitaria del beato Pontífice. Confío en que, a través del estudio diario de las fuentes y la cooperación con organismos de índole semejante, tanto en Roma como en otros lugares, este Centro se convierta cada vez más en un importante punto de referencia para cuantos tratan de conocer y apreciar la vasta y rica herencia que nos ha dejado.

Afiliada a la Fundación, la Casa Juan Pablo II aquí, en Roma, en colaboración con la noble Residencia de San Estanislao, brinda ayuda concreta y espiritual a los peregrinos que acuden a las tumbas de los Apóstoles para fortalecer su fe y su unión con el Papa y con la Iglesia universal. El beato Pontífice siempre trató de vincular a los fieles no a sí mismo, sino cada vez más a Cristo, a la tradición apostólica y a la comunidad católica unida al Colegio episcopal presidido por el Papa. Yo mismo puedo experimentar la eficacia de estos esfuerzos, puesto que recibo el amor y el apoyo espiritual de numerosísimas personas de todo el mundo que me acogen con afecto como Sucesor de Pedro, llamado por el Señor a confirmarlas en la fe. Agradezco que la Fundación siga cultivando este espíritu de amor que nos une en Cristo.

Una tarea de gran valor humano y cultural, querida explícitamente por Juan Pablo II y emprendida por la Fundación, es la de contribuir a la «formación del clero y del laicado, en especial de cuantos provienen de los países de Europa central y oriental». Cada año acuden estudiantes a Lublin, Varsovia y Cracovia desde países que, en el pasado, sufrieron la opresión ideológica del régimen comunista, para proseguir sus estudios en diversas materias científicas, a fin de vivir nuevas experiencias, conocer diferentes tradiciones espirituales y ampliar sus horizontes culturales. Después vuelven a sus países, enriqueciendo los distintos sectores de la vida social, económica, cultural, política y eclesial. Más de novecientos graduados son un valioso don para esas naciones. Todo esto es posible gracias a las becas y a la ayuda espiritual y profesional garantizadas por la generosidad de la Fundación. Espero que esta obra continúe, se desarrolle y dé abundantes frutos.

Queridos amigos, se podrían enumerar muchos más éxitos y numerosas realizaciones de vuestra Fundación. Sin embargo, quiero destacar un aspecto de fundamental importancia, que va más allá de los efectos inmediatos y visibles. Asociada a la Fundación, se ha ido desarrollando una unión espiritual de miles de personas en varios continentes que no sólo la sostienen materialmente, sino que también constituyen los Círculos de amigos, comunidades de formación basadas en la enseñanza y el ejemplo del beato Juan Pablo II. No se limitan a un recuerdo sentimental del pasado, sino que disciernen las necesidades del presente, miran al futuro con solicitud y confianza, y se comprometen a impregnar más profundamente el mundo del espíritu de solidaridad y fraternidad. Demos gracias al Señor por el don del Espíritu Santo que os une, os ilumina y os inspira.

Con corazón agradecido, por intercesión de vuestro patrono, el beato Juan Pablo II, encomiendo el futuro de vuestra Fundación a la divina Providencia y os bendigo de todo corazón.



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