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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A UNA DELEGACIÓN ECUMÉNICA DE FINLANDIA
CON OCASIÓN DE LA FIESTA DE SAN ENRIQUE


Jueves 19 de enero de 2012

 

Querido monseñor Sippo,
querido monseñor Häkkinen,
estimados amigos de Finlandia:

Con gran alegría os doy la bienvenida, miembros de la delegación de Finlandia, con ocasión de vuestra peregrinación ecuménica anual a Roma para celebrar una vez más la fiesta de hoy de san Enrique, santo patrono de Finlandia. Al recordar a nuestros santos patronos damos gracias por la acción del Espíritu Santo, que ha modelado y transformado la vida de cuantos nos han dejado un ejemplo extraordinario de fidelidad a Cristo y al Evangelio.

La visita anual de una delegación ecuménica de Finlandia testimonia el aumento de la comunión entre las tradiciones cristianas representadas en vuestro país. Tengo la profunda esperanza de que esta comunión siga creciendo, dando ricos frutos entre los católicos, los luteranos y todos los demás cristianos en vuestra amada nación. Nuestra amistad cada vez más profunda y nuestro testimonio común de Jesucristo —especialmente ante el mundo actual, que tan a menudo carece de una orientación auténtica y desea escuchar el mensaje de salvación— tiene que apresurar nuestros progresos hacia la solución de las diferencias que aún permanecen entre nosotros, y también de todos los temas sobre los que los cristianos están divididos.

Recientemente, las cuestiones éticas se han convertido en uno de los puntos de divergencia entre los cristianos, especialmente en lo que concierne a la correcta comprensión de la naturaleza humana y de su dignidad. Es necesario que los cristianos lleguen a un acuerdo profundo en las cuestiones antropológicas, que puede ayudar a la sociedad y a los políticos a tomar decisiones sabias y acertadas sobre temas importantes en las esferas de la vida humana, de la familia y de la sexualidad.

A este respecto, el reciente documento de diálogo ecuménico bilateral en el contexto finlandés-sueco no sólo refleja un acercamiento entre católicos y luteranos en lo que atañe a la comprensión de la justificación, sino que exhorta a los cristianos a renovar su compromiso de imitar a Cristo en la vida y en las obras. Confiamos en el poder del Espíritu Santo para que haga posible lo que puede parecer todavía fuera de nuestro alcance: una amplia renovación de la santidad y de la práctica pública de la virtud cristiana, según el ejemplo de los grandes testigos que nos han precedido.

Durante la Semana de oración por la unidad de los cristianos de este año, la segunda lectura de los textos sugeridos para la jornada de hoy recuerda la paciencia de creyentes fieles como Abraham (cf. Hb 6, 15), que han sido premiados por su fe y confianza en Dios. La convicción de que Dios interviene amorosamente en nuestra historia nos enseña a no poner un énfasis inoportuno en aquello que podemos hacer con nuestros propios esfuerzos. Nuestro deseo de una unidad plena y visible de los cristianos requiere una espera paciente y confiada, no con un espíritu de impotencia o de pasividad, sino con una profunda confianza en que la unidad de todos los cristianos en una sola Iglesia es de verdad un don de Dios y no un logro nuestro. Esta espera paciente, en devota esperanza, nos transforma y nos prepara para una unidad visible no como la programamos nosotros, sino como nos la concede Dios.

Tengo la ferviente esperanza de que vuestra visita a Roma ayude a hacer más profundas las relaciones fraternas existentes entre luteranos y católicos en Finlandia. Agradezcamos a Dios todo lo que nos ha concedido hasta ahora y pidámosle que nos colme del Espíritu de la verdad para guiarnos hacia un amor y una unidad cada vez mayores. Sobre vosotros y sobre todos vuestros connacionales invoco las bendiciones abundantes de Dios.



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