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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

De la tristeza a la alegría

Viernes 30 de mayo de 2014

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 23, viernes 6 de junio de 2014

 

«No tener miedo», sobre todo en los momentos difíciles: he aquí el mensaje que el Papa Francisco volvió a proponer en la misa que celebró el viernes 30 de mayo en la capilla de la Casa Santa Marta. Un mensaje de esperanza que impulsa a ser valientes y a tener «la paz del alma» precisamente en las pruebas —la enfermedad, la persecución, los problemas de cada día en familia— seguros que después se vivirá el gozo verdadero, porque «después de la oscuridad siempre llega el sol».

En esta perspectiva san Pablo —un hombre «muy valiente», explicó— «hizo tantas cosas porque tenía la fuerza del Señor, su vocación para llevar adelante la Iglesia, para predicar el Evangelio». Y, sin embargo, parece que también él algunas veces tenía temor. Tanto que el Señor una noche, en una visión, le invitó expresamente a «no tener miedo».

Por lo tanto, también san Pablo «conocía lo que sucede a todos nosotros en la vida», es decir, tener «un poco de miedo». Un miedo que nos lleva incluso a revisar nuestra vida cristiana, preguntándonos quizás si, en medio de tantos problemas, en el fondo «no fuera mejor bajar un poco el nivel» para ser «no tan cristiano», buscando «negociar con el mundo», para que «las cosas no sean tan difíciles».

Un razonamiento, sin embargo, que no fue el de san Pablo, que «sabía que lo que hacía no era del agrado ni de los judíos ni de los paganos». Y los Hechos de los apóstoles describen las consecuencias: fue llevado al tribunal, y he aquí «las persecuciones, los problemas». Todo esto, continuó el Pontífice, nos remite también «a nuestros miedos, nuestros temores». Y surge preguntarnos si el tener miedo sea propio de un cristiano. Por lo demás, recordó el Papa, «Jesús mismo lo tuvo. Pensad en la oración en Getsemaní. Tenía angustia». Pero Jesús dice también: «No te asustes, sigue adelante». Precisamente de esto habla san Juan (16, 20-23), cuando les dice claramente: «Vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre», es más, se burlará de vosotros.

Lo que, después sucedió puntualmente. «Pensemos, —recalcó el obispo de Roma— en aquellos espectáculos del Coliseo, por ejemplo con los primeros mártires» que fueron llevados «a morir mientras la gente se alegraba» diciendo: «Estos tontos que creen en el Resucitado ahora que acaben así». Para muchos el martirio de los cristianos «era una fiesta: ver cómo morían». Sucedió, pues, precisamente lo que Jesús había dicho a los discípulos: «el mundo se alegrará» mientras «vosotros os entristeceréis».

Existe, entonces, «el miedo del cristiano, la tristeza del cristiano». Por lo demás, explicó el Pontífice, «nosotros debemos decir la verdad: no toda la vida cristiana es una fiesta. No toda. Se llora, muchas veces se llora». Las situaciones difíciles de la vida son múltiples: por ejemplo, hizo notar, «cuando tú estás enfermo, cuando tienes un problema en familia, con los hijos, con la hija, con la esposa, con el marido. Cuando ves que el sueldo no llega a fin de mes y tienes un hijo enfermo y ves que no puedes pagar el préstamo de la casa y tienes que irte». Son «muchos problemas los que tenemos». Y sin embargo, «Jesús nos dice: no tengáis miedo».

Existe además «otra tristeza», añadió el Papa Francisco: la «que nos viene a todos nosotros cuando vamos por un camino que no es bueno». O cuando, «por decirlo sencillamente, compramos, vamos a comprar el gozo, la alegría del mundo, la del pecado». Con el resultado de que «al final está el vacío dentro de nosotros, está la tristeza». Es ésta, precisamente, «la tristeza de la alegría mala».

Pero si el Señor no esconde la tristeza, no nos deja, sin embargo, sólo con esta palabra. Sigue adelante y dice: «Pero si vosotros sois fieles, vuestra tristeza se convertirá en alegría». He aquí el punto clave: «El gozo cristiano es un gozo en esperanza que llega. Pero en el momento de la prueba nosotros no la vemos».

Es, de hecho, «un gozo que se purifica con las pruebas, también por las pruebas de cada día». Dice el Señor: «Vuestra tristeza se convertirá en alegría». Un discurso difícil de hacer comprender, reconoció el Papa. Esto se ve, por ejemplo, «cuando vas con un enfermo, con una enferma que sufre mucho, para decir: ¡ánimo, ánimo, mañana tendrás alegría!». Se trata de hacer sentir a esa persona que sufre, «como le ha hecho sentir Jesús». Es «un acto de fe en el Señor» y lo es también para nosotros «cuando estamos precisamente en la oscuridad y no vemos nada». Un acto que nos hace decir: «Lo sé, Señor, que esta tristeza se convertirá en alegría. No sé cómo, pero lo sé».

En estos días, observó el Pontífice, en la liturgia la Iglesia celebra el momento en el que «el Señor se fue y dejó a sus discípulos solos». En ese momento «quizá algunos de ellos habrán sentido miedo». Pero en todos «estaba la esperanza, la esperanza de que aquel miedo, aquella tristeza se convertiría en alegría». Y «para hacernos entender bien que esto es cierto, el Señor pone el ejemplo de la mujer que da a luz», explicando: «Sí, es verdad, en el parto la mujer sufre mucho, pero después cuando tiene al niño consigo se olvida» de todo el dolor. Y «lo que queda es la alegría», la alegría «de Jesús: una alegría purificada en el fuego de las pruebas, de las persecuciones, de todo lo que se debe hacer para ser fiel».

He aquí, entonces, «el mensaje de la Iglesia hoy: no tener miedo», ser «valerosos en el sufrimiento y pensar que después viene el Señor; después viene el gozo, después de la oscuridad llega el sol». El Pontífice expresó, luego, el deseo de que «el Señor dé a todos nosotros este gozo en esperanza». Y explicó que la paz es «el signo de que nosotros tenemos esta alegría en esperanza». Dan testimonio de esta «paz del alma» especialmente, tantos «enfermos al final de la vida, con los dolores». Porque precisamente «la paz —concluyó el Papa— es la semilla de la alegría, es la alegría en esperanza». Si, en efecto, «tienes paz en el alma en el momento de la oscuridad, en el momento de las dificultades, en el momento de las persecuciones, cuando todos se alegran de tu mal», es el signo claro de que «tú tienes la semilla de aquella alegría que vendrá después».



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