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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Cristianos escandalosos

Lunes 10 de noviembre de 2014

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 46, viernes 14 de noviembre de 2014

 

«Escándalo, perdón y fe»: son tres palabras, estrechamente relacionadas entre sí, propuestas por el Papa en la misa del lunes 10 de noviembre. Palabras que el Pontífice tomó del pasaje del Evangelio de san Lucas (17, 1-6), donde «se habla de tres cosas: escándalo, perdón y fe».

La primera palabra en la que se centró el Papa es «el escándalo». «A mí —confesó— me impresiona cómo termina Jesús» su discurso, que tras hablar del escándalo dice: «Tened cuidado». Así, pues, usa una expresión «fuerte» para pedir que «no se provoque escándalo». Él mismo dice, como escribe Lucas, que «es imposible que no haya escándalos»; y añade: «¡ay de quien los provoca!».

Con esta forma de hablar tan «fuerte» Jesús se dirige también «a nosotros, a los cristianos». En consecuencia «debemos preguntarnos: ¿yo escandalizo?». Y antes aún: «¿qué es el escándalo?». Al respecto el Papa explicó que el escándalo «es decir y profesar un estilo de vida —“soy cristiano”— y después vivir como un pagano que no cree en nada». Y «esto provoca escándalo porque falta el testimonio».

En este razonamiento el Pontífice hizo referencia a la primera lectura, tomada de la Carta a Tito (1, 1-9), al destacar que «Pablo escribe a su discípulo, el obispo Tito, y aconseja cómo deben comportarse los sacerdotes, los obispos, que son administradores de Dios». Y «da algunos consejos: que el sacerdote —presbítero u obispo— sea intachable; que no sea presuntuoso, que no mire a los demás con altanería; que no sea colérico, sino manso; que no sea dado al vino; que sea espiritual, no espiritualista; que no sea violento, sino pacífico; no ávido de ganancias poco limpias, no apegado al dinero, sino hospitalario, amante del bien, prudente, dueño de sí, fiel a la palabra digna de fe que se le ha enseñado». Porque «cuando un sacerdote —presbítero u obispo— no vive así, escandaliza». Y se expone a que le digan: «Tú eres maestro, pero dices una cosa y vives otra». De aquí la constatación del Papa: «¡Cuánto mal hacen al pueblo de Dios los escándalos de los sacerdotes, cuánto mal! La Iglesia sufre mucho por esto».

Estas palabras se refieren a los sacerdotes pero son válidas también «para todos los cristianos». Por el hecho de no ser sacerdotes, en efecto, no es «lícito ser arrogantes, coléricos, borrachos».

Por lo demás, insistió el Papa Francisco, «cuántas veces hemos escuchado: “Yo no voy a la Iglesia —hombres y mujeres— porque es mejor ser honesto en casa y no ir como ese, esa o aquella que van a la Iglesia y luego hacen esto, esto y esto...». Así se ve que «el escándalo destruye, destruye la fe». Y es «por esto que Jesús es tan firme» y repite: «¡Estad atentos!». Esta exhortación de Jesús «nos hará bien repetirla hoy: Estad atentos a vosotros mismos». Porque «todos somos capaces de escandalizar».

La segunda palabra sugerida por san Lucas es «perdón». Jesús, en el Evangelio, «habla del perdón y —destacó el Papa— nos aconseja que no nos cansemos de perdonar. ¿Por qué? Porque yo he sido perdonado». En efecto, «el primer perdonado en mi vida soy yo. Por esto no tengo derecho a no perdonar: estoy obligado, por el perdón recibido, a perdonar a los demás». Así, pues, «perdonar: una vez, dos, tres, setenta veces siete, ¡siempre! Incluso en el mismo día». En esto, aclaró el Pontífice, Jesús en cierto sentido «exagera para hacernos comprender la importancia del perdón». Porque «un cristiano que no es capaz de perdonar escandaliza: no es cristiano».

Esta verdad «está en el Padrenuestro: Jesús lo enseñó allí», recordó el Pontífice. Cierto, reconoció, el discurso del perdón «no se comprende con la lógica humana», «que te lleva a no perdonar, a la venganza; te conduce al odio, a la división». Así, vemos «cuántas familias divididas por no perdonarse, ¡cuántas familias! Hijos distanciados de sus padres; marido y mujer distanciados...». Por esta razón «es tan importante pensar esto: si yo no perdono no tengo, parece que no tendría, derecho a ser perdonado o no comprendí lo que significa que el Señor me haya perdonado».

Cierto, afirmó también el Papa, «se comprende que, escuchando estas cosas, los discípulos hayan dicho al Señor: aumenta nuestra fe». En efecto, «sin la fe no se puede vivir sin escandalizar y siempre perdonando». Necesitamos la «luz de la fe, esa fe que hemos recibido, la fe de un Padre misericordioso, de un Hijo que dio la vida por nosotros, de un Espíritu que está dentro de nosotros y nos ayuda a crecer, la fe en la Iglesia, la fe en el pueblo de Dios, bautizado, santo». Y «esto es un don: la fe es un regalo. Nadie —dijo el Papa Francisco— con los libros o participando en conferencias puede tener la fe». Por lo demás, precisamente porque «la fe es un regalo de Dios que te es dado, los apóstoles pidieron a Jesús: Aumenta nuestra fe».

El Pontífice concluyó sugiriendo reflexionar bien sobre «estas tres palabras». En lo que respecta al escándalo, resumió, es suficiente recordar «sólo las palabras de Jesús: estad atentos a vosotros mismos. Y esto es peligroso»: mejor, en efecto, «ser arrojado en el mar» que escandalizar. En relación al perdón, el Papa invitó a recordar siempre que somos los primeros perdonados. Y, por último, el aspecto de la fe, sin la cual, reafirmó, «nunca podré llevar adelante una vida sin escandalizar y una vida de perdón».

 



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